Un hombre a quien conozco se hallaba sin trabajo. Había renunciado a su empleo, pero la renuncia había sido impuesta. Esto le ocurrió al comienzo de lo que esperaba sería una carrera promisoria en una gran industria, y la tentación de sentirse incapaz, culpable y frustrado era fuerte. Pero, como estudiante de Ciencia Cristiana, este hombre sabía que tenía que resistir tal tentación.
Recurrió a Dios, el Espíritu, por medio de la oración, y pronto pudo ver que en vez de luchar con un sentido de fracaso personal, tenía que erradicar de sus pensamientos un sentido mortal y material de la vida.
Pero, ¿cómo podía hacerlo? Al principio, le fue difícil percibir el camino, pero al continuar orando comenzó a ver más claro que Dios, el Amor divino, está siempre presente. A menudo había leído en la Biblia que el hombre es creado a la imagen de Dios; por lo tanto, llegó a la conclusión de que eternamente estaba presente la posibilidad de demostrar que él realmente era la imagen o reflejo espiritual de Dios.
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