Hace poco, cuando estaba pagando por unos artículos que había comprado en un negocio, la cajera me ofreció un cupón diciendo que yo podía ganar valiosos premios. Rechacé cortésmente el cupón, y le dije a la cajera que si yo pensara que la buena suerte pudiera ayudarme, también podría creer que la mala suerte me podía dañar.
Como todos sabemos, la suerte puede fluctuar de un extremo a otro, aparentemente útil en un caso y dañino en otro. Por tanto, en beneficio propio, nunca deberíamos pensar en dejar algo al azar.
Casualidad implica la posibilidad de que algo pueda suceder de improviso. Y en efecto parece que cosas inesperadas, y aun terribles, le suceden a la gente todos los días. Sin embargo, la Biblia está llena de promesas y evidencias tranquilizadoras de que Dios está siempre dispuesto a ayudarnos. Más aún, señala el hecho de que Dios es el único poder supremamente bueno; en realidad, el único poder verdadero.
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