Hace poco, cuando estaba pagando por unos artículos que había comprado en un negocio, la cajera me ofreció un cupón diciendo que yo podía ganar valiosos premios. Rechacé cortésmente el cupón, y le dije a la cajera que si yo pensara que la buena suerte pudiera ayudarme, también podría creer que la mala suerte me podía dañar.
Como todos sabemos, la suerte puede fluctuar de un extremo a otro, aparentemente útil en un caso y dañino en otro. Por tanto, en beneficio propio, nunca deberíamos pensar en dejar algo al azar.
Casualidad implica la posibilidad de que algo pueda suceder de improviso. Y en efecto parece que cosas inesperadas, y aun terribles, le suceden a la gente todos los días. Sin embargo, la Biblia está llena de promesas y evidencias tranquilizadoras de que Dios está siempre dispuesto a ayudarnos. Más aún, señala el hecho de que Dios es el único poder supremamente bueno; en realidad, el único poder verdadero.
Alguien podría preguntar: “Si es así, ¿cómo explica usted todos los accidentes que se publican en la prensa? Ciertamente que no indican el gobierno de un Dios protector e inteligente”.
Claro que los Científicos Cristianos están de acuerdo con que no lo indican. Pero en lugar de culpar a Dios, la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) dice que lo que se necesita es tener un mejor entendimiento de la realidad, una comprensión más clara de lo que Dios es realmente, de lo que el hombre es en realidad, y de cómo podemos demostrar más completamente el cuidado constante de Dios. Cuando ocurre un accidente, Dios no está “fuera de servicio”. Pero puede indicar la necesidad de adoptar una posición aún más firme para desafiar un concepto material de la vida que nos deja librados al azar. Lo que necesitamos es progresar en nuestro entendimiento del cuidado universal de Dios y de Su infalible dominio, y poner nuestro pensamiento y acciones en armonía con Su gobierno. Estos esfuerzos traen seguridad. ¿Cómo lo hacemos?
La Ciencia Cristiana enseña que no hay dos bases para la existencia, una material y otra espiritual. Sólo la espiritual es real. Dios, el Espíritu, expresa toda perfección y mantiene un gobierno inteligente en Su creación universal. En este reino, que es el verdadero hogar del hombre, no hay acción fortuita, nada es dejado al azar. No existen lazos entre el gobierno divino y la casualidad o la suerte.
Como expresión de Dios, el hombre no es una doble imagen, es decir, una espiritual y otra material, una firme y la otra golpeada por la mala suerte. Sólo hay un hombre real, el hombre perfecto e inmortal creado por la Mente divina. El supuesto hombre físico, sujeto a la suerte, es el sentido errado que la mente humana tiene de la entidad verdadera, y que la Ciencia Cristiana nos ayuda a corregir. Nuestra verdadera individualidad como idea espiritual de Dios es inmune a toda pretensión del azar. La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe: “Si Dios es bondad inmutable... ¿qué cabida tiene el azar en la economía divina?” La unidad del bien, pág. 26.
Aunque el azar no tiene lugar en la realidad espiritual, sí pretende tener un papel asignado en el sentido material de las cosas. ¿Significa esto que dejamos la armonía para el cielo y nos sometemos al azar en la tierra? No. Con sus obras sanadoras Cristo Jesús demostró que Dios, el Principio divino, es la causa siempre presente de toda acción correcta en el cielo y en la tierra. Sobre esta base sanaba a los enfermos y moribundos. Jesús exigía que todos viviéramos de acuerdo con la realidad espiritual sobre la cual estaba basada su obra de curación. El dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48.
Por medio de la Ciencia Cristiana ponemos en armonía nuestra experiencia individual con el propósito y disposición de la acción inteligente de Dios. Siempre que la realidad de la totalidad y el amor de Dios predomina en la consciencia humana, vemos que el azar y los efectos de la desventura ceden a la verdad espiritual, dando lugar con naturalidad al bienestar y restablecimiento físico. Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy lo aclara y confirma: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 424.
La continua búsqueda de seguridad a menudo ha guiado a la humanidad por los caminos secundarios de la casualidad y el azar, desde la fiebre del oro hasta la especulación en el mercado de valores y el juego a la lotería. ¡No más problemas financieros, piensa la gente! Sin embargo, por lo general se acepta que una ganancia material inesperada no puede garantizar la felicidad. Por cierto que no puede liberar de las posibilidades negativas de la creencia en la suerte, sucesos desafortunados, accidentes, angustias, pérdidas.
Es cuando percibimos que los canales de la suerte nunca pueden ser la fuente del auténtico bien duradero que se afirma nuestra confianza en la dirección y provisión de Dios, las que, aun cuando no sean aparentes, son ciertas. Por medio de la Ciencia aprendemos a confiar en la Mente divina como la única fuente real de satisfacción humana. Y nuestras necesidades son satisfechas en forma práctica de acuerdo con nuestro entendimiento de la provisión sostenedora de Dios. Como asegura Ciencia y Salud: “En la Ciencia divina, el hombre es sostenido por Dios, el Principio divino del ser”.Ibid., pág. 530.
A medida que el dominio espiritual de Dios sea cada vez más aparente en todos los aspectos de nuestra vida, nuestra experiencia humana será naturalmente más pacífica, estable y segura. Al aceptar el dominio del Amor se acallarán las apremiantes incitaciones a “probar fortuna”. Sentiremos que las tentaciones a confiar en la suerte disminuyen cuando sabemos que somos, ahora mismo, hijos e hijas del Dios viviente, que tenemos todo y que la atracción a la especulación no nos afecta.
En la Ciencia del Cristo, la comprensión de que las necesidades del hombre ya están satisfechas por toda la eternidad, nos protege de situaciones inestables e imprudentes. En vez del azar, encontramos el consuelo, la provisión y la felicidad que Dios otorga en forma ordenada y gozosa. Estamos libres de la manipulación que va mano en mano con los riesgos sin principio. Aprendemos a sentir la guía protectora de Dios manifiesta en las inequívocas intuiciones espirituales que nos protegen de aventuras precarias y de correr riesgos.
A medida que vivamos según las exigencias del ser espiritual perfecto, estaremos aliados a la Mente que sostiene el universo con absoluta precisión, libre de accidente. No tenemos necesidad de obtener ganacias mediante sorteos, loterías, casualidad o buena suerte. Ya tenemos las inagotables riquezas del reino de los cielos dentro de nosotros, al alcance de la mano para usarlas y compartirlas con todos a nuestro alrededor.