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¿Ha deseado alguna vez tener un tío rico?

Del número de mayo de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Recuerda usted la expresión: “Ojalá tuviera un tío rico?” Esta persona, no necesariamente un familiar, sería alguien a quien pudiésemos recurrir en momentos difíciles; alguien que nos diera la seguridad de saber que siempre está allí para ayudarnos a satisfacer todas nuestras necesidades.

Durante una época en mi vida cuando nuestra familia atravesaba por problemas económicos, pensé: “¡Qué bueno sería tener un tío rico!” Mientras meditaba en esto y en sus posibilidades, de pronto me sentí muy agradecida. Me di cuenta de que tenía a Alguien que podía hacer infinitamente más por mí de lo que podía hacer humanamente cualquier tío. Alguien que estaba siempre presente y que satisfacía todas mis necesidades. Este Alguien, por supuesto, es Dios.

Cristo Jesús dijo: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Mateo 21:22. Y me pregunté: ¿Alguna vez he sufrido por confiar sin reservas y completamente en Dios para todo lo que necesitaba?” Naturalmente, la respuesta inmediata fue “no”. De acuerdo con mi fe en Dios y mi entendimiento espiritual de El, mis necesidades habían sido satisfechas una y otra vez mediante la oración. Lo maravilloso de la Ciencia Cristiana es que reforzaba mi oración dándome un sentido científico de lo que es Dios. En Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, aprendí esta gran verdad. “Dios es infinito, la única Vida, sustancia, Espíritu o Alma, la única inteligencia del universo, incluso el hombre”.Ciencia y Salud, pág. 330. ¿Acaso podía pedir mayor protección o guía?

Pensé por un momento, y me pregunté por qué había tenido que pasar por tantas pruebas y problemas financieros para ver lo que ya sabía. ¿Fueron necesarias esas duras experiencias para inspirar mi gratitud? Aparentemente en mi caso sí lo fueron. Necesitaba progresar —sí, y hasta sufrir— lo suficiente como para estar dispuesta a dejar de confiar en el concepto material de las cosas y aceptar la realidad del amor y el cuidado de Dios. Gradualmente me di cuenta de que, al permitir que la duda y el temor aparecieran en mi pensamiento y lo dominaran, había llegado a creer que una determinada condición humana era irremediable a menos que otra condición humana mejor la reemplazara. Al desear tener un “tío rico” o procurar simplemente una solución financiera, había dejado de confiar en el Principio divino, Dios. Inevitablemente, el resultado había sido una serie de experiencias agotadoras y difíciles. Mientras mis pensamientos estuvieron dominados por un sentido personal y temeroso de los acontecimientos, lo único que veía como posible eran predicciones humanas, ya fueran buenas o malas.

De hecho, el apoyo que Dios da a Su creación es constante. El hombre nunca está abandonado. En la Ciencia Cristiana, el hombre no tiene una mente separada de Dios, quien es la única Mente, y por esto, el hombre tiene todo lo que necesita, pues es el reflejo de esta Mente. Cuando dejé de lado la fantasía de un tío rico y sentí la totalidad de Dios, comprendí que El realmente me cuidaba como Su idea espiritual. Esto hizo posible que yo progresara espiritualmente, y a medida que este progreso iba reemplazando el concepto material que tenía sobre la identidad y la existencia, la situación financiera y los acontecimientos fueron mejorando.

Al pensar en esta experiencia recuerdo esta declaración en Ciencia y Salud: “Las dolorosas experiencias que resultan de la creencia en la supuesta vida de la materia, así como nuestros desengaños e incesantes angustias, hacen que vayamos cual niños cansados a los brazos del Amor divino”.Ibid., pág. 322. Debemos estar resueltos a dedicarnos a la práctica de la curación cristiana como nuestra defensa básica para corregir todas las condiciones discordantes, incluso la falta de provisión. Imaginarnos fantasías para hallar soluciones sólo es albergar un sueño dentro de otro.

Si nos sentimos dominados por el temor y las evidencias continuamente ponen de relieve nuestra carencia material, debemos negarnos a aceptar esta condición como real, tanto para nosotros como para los demás. Por supuesto que debemos dar los pasos humanos necesarios en nuestro diario vivir, pero también debemos trabajar para obtener un entendimiento de que la provisión es la consecuencia de poner en práctica ideas espirituales tales como amor, gozo y obediencia. En todo momento podemos aceptar el hecho de que Dios nos está proveyendo por medio de Su ley del bien infinito. Entonces comenzamos a comprender que la sustancia divina está siempre presente, y el tener todo lo que necesitamos es el resultado de esto. Mediante la oración y la paciencia podemos demostrar que esto es una realidad. En mi caso, el cambiar de la desesperación a la confianza en Dios y en Su provisión infinita tuvo como consecuencia que mi esposo emprendiera un negocio. Los ingresos que nos proporcionó ese negocio nos permitieron pagar las deudas que habíamos contraído en razón de las varias mudanzas que nos vimos obligados a hacer.

Durante las épocas de tribulación recuerde la necesidad de crecer espiritualmente y acepte la gracia de Dios. Dios está presente a lo largo de todas las tribulaciones, cuidándonos y fortaleciéndonos para que hagamos Su voluntad. Cuando podamos percibir estas tribulaciones como oportunidades para aprender más acerca de Dios, en vez de pensar “¿por qué yo?”, nuestra profunda comunión con Dios traerá una canción a nuestro corazón, gozo a nuestra vida y certeza de la guía infalible de Dios.

¿Un tío rico? No; un Padre-Madre Dios siempre presente, que satisface todas las necesidades humanas.

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