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Durante mi segundo año en la escuela secundaria, la planta de un...

Del número de mayo de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi segundo año en la escuela secundaria, la planta de un pie empezó a hincharse y se me inflamó. En el transcurso de los días, la condición empeoró hasta que ya no podía caminar. Pronto me encontré confinado en cama.

Como Científicos Cristianos, yo y otros miembros de mi familia estábamos acostumbrados a sobreponernos a situaciones adversas por medio de la oración. Mi madre oraba por mí y, al mismo tiempo, atendía a mis necesidades físicas. Cuando la dificultad no cedió rápidamente, ella llamó a una practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) para que nos ayudara por medio de la oración.

La practicista pidió hablar conmigo por teléfono, y fui cojeando a través de la habitación para hablar con ella. Lo que ella me dijo aún repica hoy en mi pensamiento como las campanas de una iglesia en una quieta mañana de domingo. Ella me preguntó si me podía imaginar lo mucho que mis padres me amaban. Entonces me dijo que multiplicara ese cariño paternal por un millón de veces, para que yo pudiera tener una idea de lo mucho que Dios ama a Sus hijos, incluso a mí. Ella continuó diciendo que aun un millón de veces era una medida finita; ciertamente que el amor de Dios es infinito. Su amor llena todo el espacio eternamente e incluye a cada una de Sus ideas tiernamente, nutriendo y protegiendo a Sus amados hijos.

Colgué el teléfono y me acosté otra vez, dejando que esa idea profundizara en mi consciencia. Estaba completamente emocionado de pensar que Dios me pudiera amar tanto a mí. Lágrimas de júbilo corrieron por mis mejillas mientras me invadía una gran gratitud por el amor infinito de Dios. Yo sabía que era Su hijo amado.

Súbitamente me di cuenta de un cambio en la condición del pie. Las llagas se habían abierto y estaban drenando naturalmente. La piel estaba sanando ante mis ojos. Al día siguiente, estaba de regreso en la escuela, totalmente recuperado y completamente libre. Había obtenido la curación a través de una clara percepción del tierno amor de Dios por Sus hijos.

Esa experiencia continúa siendo una que atesoro. Ha servido para inspirarme en subsecuentes tiempos de necesidad física. He comprobado que cuando sentimos genuinamente la presencia del amor de Dios —y sabemos que Dios es omnipresente— la curación se logra.

La declaración: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 494), es para mí algo más que un mero pensamiento agradable. He visto el poder del Amor divino, que me sanó del problema del pie, sanar muchas otras enfermedades en mí y en otros. Lo que sentí en esas ocasiones fue el poder del Cristo, que sana y redime.

Recientemente tuve otra oportunidad de demostrar la presencia del Amor divino. Un amigo y yo gustábamos de jugar racquetball con bastante frecuencia en una cancha interior de la localidad. Una tarde, mientras jugábamos un partido muy activo, descuidadamente choqué con toda mi fuerza contra una de las paredes de la cancha. Oí claramente un chasquido, e inmediatemente sentí dolor. Aunque no dije nada de esto a mi amigo, me fui a mi casa aquella noche sintiendo que me había fracturado una costilla, pero fui orando por todo el camino.

Decidí ver este desafío como una oportunidad para aprender más acerca de mi naturaleza espiritual como el hombre creado por Dios, y orar por mí mismo en vez de pedir ayuda a un practicista. Sabía que tenía todos los instrumentos espirituales para sobreponerme eficazmente a esta dificultad por medio de la oración.

Mientras leía la Lección Bíblica indicada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, busqué aquellas verdades que pudieran serme de ayuda en mi situación. Trabajé con la definición de hombre que aparece en Ciencia y Salud: “La compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espiritual de Dios; la representación completa de la Mente” (pág. 591). Razoné que, como la imagen espiritual de Dios, el hombre no es lo que los sentidos físicos nos quisieran hacer creer: una compleja estructura física que se puede quebrar o deteriorar. El hombre como “la compuesta idea del Espíritu infinito”, es perfecto, armonioso y completo.

El pensar en el hombre como “la representación completa de la Mente”, me ayudó a ver que yo naturalmente expresaba inteligencia y vigilancia, cualidades divinamente derivadas. El razonar de esta forma me capacitó para sobreponerme a un sentido de culpa por haber actuado negligentemente en la cancha de racquetball. Esta declaración de Ciencia y Salud me ayudó a reconocer que la verdadera identidad es intacta y perfecta: “La Ciencia divina del hombre está tejida en una sola tela unificada, sin costura ni rasgón” (pág. 242).

La curación vino gradualmente a medida que continué orando por mí de esta manera durante tres o cuatro semanas. Hubo un continuo progreso espiritual. Siempre que aparecían los síntomas veía la ocasión como una oportunidad para reconocer el amor que Dios tiene por Sus ideas.

Una parte importante de mi trabajo incluyó el sobreponerme a la sugestión de una recaída. Llegué a comprender que cada día es una oportunidad para percibir más claramente la verdad de que Dios es causa perfecta, y el hombre Su efecto perfecto. Justo en el momento en que el desaliento o el temor nos tiente, ése es el momento de aferrarnos tenazmente al hecho de que la identidad del hombre es la representación de la Mente infinita. Y eso fue lo que hice.

Aunque no sé exactamente cuándo la curación total tuvo lugar, un día, cuando necesité cortar leña para el fuego, fui a la pila de leña y blandí el hacha sin sentir molestia alguna. Poco después, yo estaba de regreso en la cancha de racquetball, jugando tan activa y libremente como antes. Mi curación fue completa. La dificultad no ha reaparecido.

La Ciencia Cristiana es infinitamente práctica porque nos enseña cómo discernir la naturaleza espiritual del hombre, y cómo liberarnos de la limitación, de la mala salud y de toda clase de condiciones discordantes. Me siento muy feliz al poder compartir estas experiencias con otros.


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