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Durante mi segundo año en la escuela secundaria, la planta de un...

Del número de mayo de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi segundo año en la escuela secundaria, la planta de un pie empezó a hincharse y se me inflamó. En el transcurso de los días, la condición empeoró hasta que ya no podía caminar. Pronto me encontré confinado en cama.

Como Científicos Cristianos, yo y otros miembros de mi familia estábamos acostumbrados a sobreponernos a situaciones adversas por medio de la oración. Mi madre oraba por mí y, al mismo tiempo, atendía a mis necesidades físicas. Cuando la dificultad no cedió rápidamente, ella llamó a una practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) para que nos ayudara por medio de la oración.

La practicista pidió hablar conmigo por teléfono, y fui cojeando a través de la habitación para hablar con ella. Lo que ella me dijo aún repica hoy en mi pensamiento como las campanas de una iglesia en una quieta mañana de domingo. Ella me preguntó si me podía imaginar lo mucho que mis padres me amaban. Entonces me dijo que multiplicara ese cariño paternal por un millón de veces, para que yo pudiera tener una idea de lo mucho que Dios ama a Sus hijos, incluso a mí. Ella continuó diciendo que aun un millón de veces era una medida finita; ciertamente que el amor de Dios es infinito. Su amor llena todo el espacio eternamente e incluye a cada una de Sus ideas tiernamente, nutriendo y protegiendo a Sus amados hijos.

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