La femineidad está bajo un ataque considerable en la sociedad moderna. En lugar de destacar su pureza, receptividad y fortaleza, muchas de la imágenes que presentan los medios de comunicación, en particular, tergiversan la naturaleza femenina, abusando de ella. Tratan de rebajar el elevado nivel de femineidad descrito en Génesis 1:27, e inconscientemente basan todos los conceptos acerca de la mujer en la maldición sobre Eva (ver Gén. 3:16).
¿En qué medida este punto de vista ignorante y mal orientado está influyendo en nuestro propio concepto de la mujer? ¿Hemos aceptado, sin darnos cuenta, el cuadro que nuestra sociedad pinta con tanta frecuencia? ¿Consideramos a la mujer como un objeto sexual, como destinada a concebir hijos y dar a luz con dolor, y como una víctima de la depresión mensual y de altibajos emocionales?
Me hice esas agudas preguntas cuando enfrentaba un “desarreglo femenino” crónico. De hecho, desde mi adolescencia y juventud, había sufrido de esa dificultad. Había recurrido a la medicina en el pasado, pero sin resultados permanentes. Ahora, como Científica Cristiana, recurría a Dios para curarme.
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