Con mucha frecuencia llevamos un extenso equipaje relacionado con nosotros. Somos como quien va de viaje por un solo día pero que cree que tiene que empacar todo lo que le pertenece. Llevamos un yo que necesita ser defendido, un yo que necesita ser amado, un yo que necesita ser mejorado en gran medida. No obstante, algunas veces captamos vislumbres inspiradoras de que el Amor divino e infinito es verdadero. Vemos entonces que este Amor es tan concreto y tan completo que pone todo bajo una nueva luz.
Cuando reconocemos al Amor divino, aun en cierto grado, tenemos el sentir que Ezequiel describió cuando se refirió a Dios diciendo: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros”. Ezeq. 36:26. En esos momentos nos sentimos fortalecidos y elevados por encima de nuestra acostumbrada opinión tradicional acerca de nosotros mismos. Podemos conducirnos sobre la base de lo que estamos viendo espiritualmente. Anteriormente, es posible que hayamos supuesto que no éramos capaces de conocer la verdad o sanar, simplemente porque no teníamos una individualidad que fuera capaz de hacerlo. Pero la lección de esas experiencias espirituales es que Dios Mismo nos da nuestra individualidad. El crea nuestra verdadera identidad y nos la da, y El nos la está mostrando si escuchamos.
La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), en vez de esperar a que tropecemos con tales experiencias lo suficiente como para llegar a las conclusiones correctas, nos muestra cómo podemos trabajar partiendo de las conclusiones correctas de que el hombre es literalmente —y en este mismo momento— el reflejo del ser de Dios.
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