Expreso gracias y gratitud a Dios por las numerosas bendiciones y curaciones que he tenido por medio de la Ciencia Cristiana durante los recientes años. También estoy agradecido por dos magníficos Científicos Cristianos, quienes, con su amor, me inspiraron para que volviera al estudio y a la práctica de la Ciencia Cristiana.
Hace aproximadamente cuatro años, nada se estaba desarrollando para mí en la forma en que yo deseaba. Aunque fui criado en la Ciencia Cristiana, me había apartado de estas enseñanzas después de cursar la enseñanza secundaria. Dejé de asistir a los cultos religiosos de la iglesia filial. También empecé a fumar. Al principio, el fumar era divertido; pero pronto me encontré con un hábito que no podía dejar.
Para ese tiempo, mis calificaciones en la universidad estaban empeorando. Debido a mi falta de asistencia, perdí un año de los créditos que necesitaba para obtener el grado de ingeniería. A medida que las cosas continuaban empeorando, me sentí profundamente disgustado.
Durante este difícil período, la Ciencia Cristiana acudió a mi rescate a través del amor de los dos magníficos estudiantes de Ciencia que ya he mencionado. Podía ver que ellos tenían un sentido de existencia más armonioso y mucho mejor del que yo tenía, y que ellos tenían un gran amor por otros. Ellos inspiraron mi regreso a la Ciencia para aprender lo que Dios es realmente, y lo que significa ser Científico Cristiano.
Tenía muchas preguntas que requerían respuestas, muchos problemas que resolver, y ciertamente tenía necesidad de curación. De modo que empecé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y a la reunión de testimonios de los miércoles de la iglesia filial de la localidad, y a leer las Lecciones Bíblicas. Pronto descubrí que mis preguntas estaban recibiendo respuestas y los problemas se estaban resolviendo. ¡Las cosas empezaron a mejorar!
En la Escuela Dominical, aprendí verdades espirituales específicas que me capacitaron para pensar y actuar correctamente. La base de este trabajo fue el reconocimiento de que el hombre es la perfecta expresión de Dios. Como leemos en el Génesis: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó” (1:27). También aprendí que la materialidad esencialmente carece de poder, ya que todo el poder pertenece a Dios, la Mente.
Muy pronto, el deseo de fumar desapareció. Anteriormente, había tratado de dejar de fumar por medio de la fuerza de voluntad, pero sin resultados. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La fuerza de voluntad no es sino un producto de la creencia, y esa creencia depreda a la armonía. La voluntad humana es una propensión animal, no una facultad del Alma. Por tanto, no puede gobernar al hombre rectamente. La Ciencia Cristiana revela que la Verdad y el Amor son las fuerzas motrices del hombre” (pág. 490).
Las siguientes palabras de Cristo Jesús, que son del Padre Nuestro, se convirtieron en mi oración: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Una vez que cedí completamente a la voluntad divina, el deseo de fumar me dejó totalmente. Estaba libre para hacerme miembro de La Iglesia Madre.
Para entonces, ya estaba en el final de mi tercer año universitario, y tenía que tomar muchos cursos que se me habían acumulado. Preocupado por mi pobre actuación en la universidad, mi padre se comunicó con un profesor, y le pidió que me ayudara. El profesor dijo que tendría que examinar las más básicas aptitudes que yo tenía en la rama de ingeniería, antes de que él pudiera ayudarme. No pasé el examen. El profesor entonces me alentó para que buscara ayuda por medio de un profesor auxiliar que él conocía.
Aprecié su bondadoso consejo, pero decidí estudiar por mi propia cuenta, buscando solamente la ayuda de Dios. Oré fervorosamente, afirmando que yo expresaba la inteligencia divina. Este versículo de la Biblia me inspiró: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
Aquel año, asistí a la universidad el año completo, y aprobé un total de treinta y cuatro cursos. Lo que me hubiera tomado casi tres años para lograr, ¡lo terminé en un año solamente! Entonces me puse al día en mi trabajo. Mis profesores y amigos en la universidad consideraron mi esfuerzo como algo increíble, extraordinario. Pero yo sabía que había sido una demostración de la Mente divina. Reconociendo que Dios está continuamente expresándose a Sí Mismo, y reclamando la inteligencia divina, inspiraron mi preparación por medio de la oración. Aquel año, también tuve el privilegio de tomar instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana, y esta instrucción continúa siendo un maravilloso beneficio para mí.
Estoy profundamente agradecido a la Ciencia Cristiana por todas estas bendiciones.
Hyderabad, Andhra Pradesh, India