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La ley del Amor en las iglesias filiales

[Original en español]

Del número de julio de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Qué mejor propósito puede tener una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, que cumplir con la ley del Amor para realizar su misión sanadora en la comunidad! El amor, cuando rebosa en el corazón de todos los miembros de la iglesia, es irresistible. El amor que expresa al Amor divino, Dios, es como un imán que atrae hacia sí tanto al buscador de la Verdad, como al que necesita curación, paz o consuelo. El pensamiento espiritualizado refleja al Amor que asegura el éxito en la curación.

Es el deseo de todo estudiante de Ciencia Cristiana demostrar el cristianismo que Jesús enseñó, cumpliendo así el mandato “Sanad enfermos”. Mateo 10:8. El estudio diario de las Sagradas Escrituras y de los escritos de la Sra. Eddy nos lleva a conocer más a la Deidad como el Padre-Madre Dios, cuyo propósito es el bien para todos Sus hijos, y a comprender Su ley —la ley del Amor siempre presente— que nos liberará de la esclavitud del pecado, la enfermedad y la muerte. Todo aquel que estudia esta Ciencia y la practica ateniéndose a sus reglas, puede comprobar que la Mente divina sana.

Cuando los miembros de una iglesia expresan cualidades como amabilidad, bondad, alegría, ternura y comprensión, todo persona que entra en la iglesia siente la atmósfera del Amor que reconforta y sana al enfermo y la pecador. Un pecador no es el hombre que Dios creó a Su semejanza. El Amor no pudo haber creado jamás a un ser tan completamente opuesto a Su naturaleza divina. De haber hecho tal ser, El no lo podría regenerar, pues lo que Dios creó permanece invariable.

La Ciencia Cristiana enseña que el hombre mortal, sujeto al pecado, a la enfermedad y muerte, no es el hombre real. Es una ilusión, una creencia errónea, una suposición falsa acerca del hombre que pretende que Dios es autor tanto del bien como del mal. El Científico Cristiano aprende que Dios es autor solamente del bien y que, en consecuencia, no hay realidad en el mal. Esta comprensión espiritualiza y transforma el pensamiento. Regenera nuestras vidas.

Si bien Cristo Jesús no tuvo reparos en señalar el pecado, también demostró amorosa compasión. Cuando los escribas y fariseos querían que condenara a la mujer sorprendida en adulterio, él les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Después de que ellos, acusados por su conciencia, habían salido uno a uno, dijo a la mujer: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Ver Juan 8:1–11. Si alguien a quien consideramos un pecador entra en nuestra iglesia, podemos aceptar el desafío que la situación nos presenta para demostrar las verdades que estamos estudiando. Podemos considerar esto como una oportunidad para vencer la justificación propia que ocultaría nuestro propio pecado, y también ver, en lugar del pecador, al hombre real que Dios creó a Su propia semejanza; amar a ese hombre impecable, espiritual, perfecto y armonioso; y percibir la presencia sanadora y siempre activa del Cristo en la consciencia humana.

Fue esta percepción del hombre espiritual, y de su permanente relación con Dios, que capacitó a Jesús para sanar instantáneamente al enfermo y resucitar a los muertos. Para poder realizar estas mismas obras, es menester que conozcamos a Dios como lo hizo Jesús. A medida que tratamos de alcanzar esta comprensión, cumplimos fielmente con el artículo de fe que la Sra. Eddy ha dado a los Científicos Cristianos en el Manual de La Iglesia Madre: “Y prometemos solemnemente velar, y orar por tener en nosotros aquella Mente que estaba también en Cristo Jesús; hacer con los demás lo que quisiéramos que ellos hicieren con nosotros; y ser misericordiosos, justos y puros”.Man., pág. 16. También nos esforzamos por obedecer el mandamiento que Jesús dio a sus discípulos: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Juan 13:34. La obediencia a este mandamiento ayuda a mantener la unidad de propósito para amar y sanar que es tan necesaria en la iglesia.

En una oportunidad, este sentimiento de unidad ayudó a un miembro de la iglesia a vencer el resentimiento. Había presentado una propuesta para que hubiera más silencio en la Sala de Lectura de la iglesia filial, pero fue rechazada. Ella se sintió herida. Recurrió a Dios en oración para ser liberada del resentimiento que la oprimía. Enseguida recordó el mandamiento de amarnos unos a otros, y deseó sinceramente poder hacerlo. Sanó al comprender que Dios es Amor y que todos Sus hijos, sin excepción, son la expresión del Amor, y que siempre expresan Su amor. Ella comprendió que este amor podía estar y, en realidad, estaba presente en cada uno de los aspectos de su experiencia.

Dos años después, la comisión directiva de la iglesia resolvió que se tomaran las medidas necesarias para que la Sala de Lectura fuera más silenciosa y apropiada para el estudio. Esta vez no hubo ninguna oposición. El miembro comprendió entonces que la Iglesia está realmente gobernada por Dios y que nada puede interferir con Su propósito. Pero lo más importante que el miembro comprendió fue que su iglesia se beneficiaría más en la medida en que ella expresara más amor.

¿Qué es lo que nos motiva a trabajar en la iglesia filial? Ante todo, es el amor a Dios y a la Causa de la Ciencia Cristiana, la que tiene la misión de espiritualizar la consciencia humana y establecer el reino de los cielos en la tierra. El Científico Cristiano sabe que sólo podrá servir fielmente a esta Causa aprendiendo a amar. ¿Y qué mejor escuela hay que la iglesia filial? Allí uno aprende a respetar otras opiniones, a sanar el resentimiento, a abandonar el sentido personal —el orgullo, la vanidad, la voluntad propia, el sentido de superioridad— y a no juzgar las actitudes de los demás o criticar injustamente, sino a apreciar sinceramente el trabajo individual que cada uno hace por la Causa de la Ciencia Cristiana. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe: “Debiéramos evaluar el amor que sentimos hacia Dios por el amor que sentimos por el hombre...”Escritos Misceláneos, pág. 12. !Qué maravilla llegar a sentir que estamos todos unidos, trabajando juntos, hermanados por el mismo ideal al apoyar la misma Causa!

Cuando podamos ver mas allá del sentido mortal del hombre y amarnos a nosotros mismos como hijos perfectos de Dios, nos resultará imposible no amar a nuestro prójimo de igual manera. Ese día, estaremos cumpliendo fielmente la ley del Amor. Y ese amor que expresamos será como una luz, que se hace cada vez más intensa a medida que se extienda desde la iglesia para abarcar a toda la humanidad. ¿No es esto lo que nuestra Guía esperaba de todos nosotros?


Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio
a los hermanos, especialmente a los desconocidos,
los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor;
y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios,
para que continúen su viaje.

3 Juan 1:5, 6

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