Vivimos en una era de movimientos de liberación. Para quienes luchan porque sus derechos sean reconocidos, la cuestión sobre la estrategia a seguir puede ser crucial. ¿Qué es lo que abrirá las puertas? ¿La influencia política, la presión económica, la violencia? Nosotros hablamos sobre este tema con
La Sra. Tamm-Buckle comenzó sus comentarios hablándonos del momento decisivo en que cambió los conceptos que tenía sobre cuál debería ser la base para obtener igualdad y libertad genuinas.
Al mismo tiempo que yo trabajaba para el gobierno local en Suecia, era delegada de un sindicato cuyos miembros eran, en su mayoría, mujeres. Me preocupaba mucho por el progreso de las mujeres, pero parecía que existían muchas barreras para superar. Por otra parte, mis compañeros de trabajo eran casi todos hombres, y sus puntos de vista me irritaban.
Vine a Boston a visitar La Iglesia Madre. Al pasar por una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana miré la vitrina y vi la Biblia abierta en Proverbios, señalando los versículos sobre la mujer virtuosa. Ver Prov. 31:10–31. Los leí y pensé: “¿Cómo puede mi Iglesia tener algo tan conservador en la vitrina?” Seguí caminando, contrariada y pensando: “Esta no es mi Iglesia”.
Había dado unos diez pasos cuando sentí como si alguien me hubiera detenido. Pensé: “¿Qué estoy haciendo? Estoy tratando de moldear la Biblia con los pensamientos del mundo en lugar de dejar que las palabras de la Biblia moldeen mi manera de vivir”. Me regresé y leí detenidamente el pasaje mencionado y vi que, ciertamente, no era conservador. No sólo mostraba a la mujer como buena madre, esposa y ama de casa, también la mostraba, entre otras cosas, como miembro respetado en los comercios de la comunidad. Yo tenía que cambiar mi concepto de las cualidades de la femineidad.
Cuando volví a Suecia estaba capacitada para cambiar la situación en mi trabajo porque yo había cambiado. Mi jefe lo notó. Nos habíamos llevado muy mal durante mucho tiempo, pero ahora, mantenemos una amistad que ha continuado aunque ya no trabajo para él.
A partir de ese momento, he estado trabajando con temas relacionados con los derechos de la mujer. Creo que la oración ha sido una parte vital en este trabajo.
¿Podría usted darnos algunos ejemplos? Como cuando usted asistió, en 1985, a la conferencia para mujeres que la Organización de las Naciones Unidas patrocinó en Kenya. ¿Encontró allí oportunidades para orar?
Asistí a la conferencia en Nairobi como observadora, representando a la organización nórdica intergubernamental. El propósito de la conferencia era revisar y valorar el trabajo sobre la igualdad durante la década para la mujer en las Naciones Unidas, y adoptar estrategias con miras hacia el año 2000.
Mientras me preparaba para la conferencia, leí la siguiente referencia a Dios contenida en la Lección Bíblica de esa semana. Las Lecciones Bíblicas se encuentran en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe: “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa”.Ciencia y Salud, pág. 283. Esta declaración tuvo un sentido completamente nuevo para mí: el verdadero movimiento, o manifestación, de la femineidad es gobernado y guiado por la Mente. No hay nada que “demore o detenga” su progreso. De hecho, la verdadera naturaleza de la mujer, que es espiritual, se está manifestando mediante el impulso de la Mente divina.
Poco antes de mi partida para la conferencia, mi esposo se enfermó. Aparentemente tenía una protuberancia en la garganta que le molestaba mucho y le impedía comer o hablar. Su decisión de apoyarse únicamente en el tratamiento, mediante la oración, en la Ciencia Cristiana para curarse, fue muy firme. Su valor me impresionó en gran manera. A pesar de eso, en la mañana del día en que yo tenía que partir para Nairobi, él se sentía tan molesto que ya no podía ni siquiera beber. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, que ya me había ayudado a prepararme para la conferencia, para que me siguiera ayudando mediante la oración. Las verdades puras que fueron reveladas durante nuestra conversación calmaron mis temores. Entonces le di el teléfono a mi esposo. Durante la conversación que mantuvo con el practicista por teléfono, vio que podía tomar un poco de leche, luego tomó más durante el día. El practicista me pidió que lo volviera a llamar para informarle sobre la situación antes de partir para el aeropuerto.
Durante esas horas antes de partir, tuve una gran lucha para saber qué hacer. Aunque una amiga que es Científica Cristiana había aceptado venir para cuidar a los niños y cocinar durante mi ausencia, aún me preguntaba si, como esposa y madre, era correcto y sensato dejar a la familia en esas condiciones en lugar de quedarme en casa. Si decidía quedarme no podría asistir a la conferencia, pues el boleto de avión no se podía cambiar y, en ese caso, tendría que llamar a un médico para que certificara que mi esposo estaba enfermo, de modo que la organización para la cual yo trabajaba reembolsara el precio del pasaje. Sentí que esto era ir contra los deseos de mi esposo, pues él ya había dado un “no” rotundo a la medicina.
Terminé de hacer mi equipaje, y un momento antes de partir me vino al pensamiento claramente que, aun cuando yo fuera a Nairobi o me quedara con él, mi esposo estaría siempre cuidado por nuestra verdadera Madre, Dios, el Amor divino, y siempre estaría más cerca del Cristo sanador de lo que mi presencia humana podría estarlo.
Dos días después, cuando llamé a casa desde Nairobi, me dieron la noticia de que mi esposo había leído en nuestra iglesia filial de Cristo, Científico, como Segundo Lector, y que su voz era casi normal. Me sentí profundamente agradecida y fortalecida.
A medida que la conferencia se desarrollaba me sentía muy impresionada por la dedicación y firmeza con que trabajaban las mujeres de todas las delegaciones para superar cada obstáculo en la redacción del documento final que tenía que ser aprobado por todas. No obstante, la segunda semana parecía que el trabajo prácticamente no avanzaba. Las predicciones no eran muy alentadoras.
En la tarde de la última sesión plenaria de la conferencia, comenzó a aprobarse el documento final, párrafo por párrafo. A pesar de que yo no tenía voz ni voto estaba decidida a no abandonar la conferencia hasta que terminara.
Un obstáculo tras otro se iba superando. Quedé profundamente admirada al observar cómo se resolvían los problemas. Entonces se llegó a la discusión del párrafo que todas temían que hiciera fracasar la conferencia. Después de haberlo discutido brevemente, la reunión entró en receso por diez minutos —este receso se alargó durante unas horas— para dar a las delegaciones una última oportunidad de llegar a un acuerdo sobre el asunto. Había una atmósfera de desaliento.
Cuando la gente estaba abandonando el salón de la conferencia, decidí quedarme allí, ya que probablemente sería el lugar más tranquilo para orar. Comencé por meditar nuevamente sobre el contenido de la lección de esa semana. Recordé algunos versículos de los Salmos: “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones”. Salmo 22:27, 28. ¡Qué pensamiento: que los Científicos Cristianos aquí y en todo el mundo estaban trabajando con esas ideas esa semana! Las siguientes palabras en Ciencia y Salud sobre el Primer Mandamiento también vinieron claramente a mi pensamiento: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones... establece la igualdad de los sexos...” (El texto completo dice: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a mismo’; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana —todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido”.Ciencia y Salud, pág. 340.)
Mientras iba de un lado a otro en el salón pensé en la historia que se encuentra en el Evangelio según San Lucas. Todos los que estaban en la sinagoga, en Nazaret, “se llenaron de ira” después que Jesús dijo, entre otras cosas: “Ningún profeta es acepto en su propia tierra”, y ellos “levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue”. Ver Lucas 4:14–30.
Al principio, no veía cómo este relato podía aplicarse a la situación actual. No contenía declaraciones espirituales ni dichos de Jesús que yo pudiera aplicar. Sin embargo, pronto comprendí que el odio de la gente en la sinagoga no había sido dirigido simplemente a Jesús. Era al Cristo, la Verdad, a quien quería despeñar. Fue el Cristo el que capacitó a Jesús para pasar en medio de ellos y continuar su camino sin ser tocado ni lastimado. No hay nada que “demore o detenga” la “acción perpetua y armoniosa” de la Mente. De la misma forma, el mundo estaba tratando de despeñar la verdadera femineidad, la femineidad espiritual, un atentado que llega a ser una imposibilidad. Aunque las disputas del mundo continúen, la verdadera femineidad es capaz de pasar por en medio de ellas sin que nada la toque o la lastime.
Inmediatamente después de que la conferencia volvió a reunirse, el país anfitrión propuso un compromiso, y lo que sucedió después fue muy interesante. Aunque los países aún discutían sobre la interpretación de la nueva propuesta, fue aprobada sin reservas. Varias horas después, a las 5 de la mañana, el documento fue aprobado por consenso. Todas las mujeres se pusieron de pie dando voces de alegría, y las mujeres africanas cantaron llenas de regocijo.
El documento de la ONU es, naturalmente, una expresión humana del pensamiento del mundo acerca de cómo progresar en el trabajo sobre la igualdad entre los sexos. Lo más sobresaliente de la conferencia, según mi opinión, fue el espíritu que dio nacimiento al documento, lo que un titular de un periódico llamaba “El espíritu triunfante de Nairobi”. Susan Tifft, “The Triumphant Spirit of Nairobi; In the end, the United Nations Decade for Women avoids extremes”, Time, 5 de agosto de 1985.
¿Cómo encara usted en su trabajo ese punto tan fundamental de promover la igualdad sin destruir el apoyo y amor necesarios entre hombres y mujeres?
Creo que nos engañamos a nosotros mismos si no hacemos esto con amor. Ciencia y Salud dice: “El Amor es sacerdote en el altar de la Verdad”.Ciencia y Salud, pág. 454. Para mí es lo masculino y femenino juntos en unidad espiritual. Eso es lo que buscamos.
¿Qué es eso de unidad espiritual? ¿Cuál es el ideal?
Es la unión de las cualidades masculinas y femeninas en armonía, ninguna es más fuerte o más débil que la otra, ninguna domina a la otra. Es como los árboles que crecen juntos y las ramas se entreveran y dan la sombra que se necesita.
Para mí, trabajar para la mujer y para la liberación de la mujer es trabajar para elevar el nivel de las cualidades femeninas. Por elevar el nivel quiero decir que las cualidades femeninas deberían ser reconocidas y valoradas. Estas son fructíferas y productivas. A través de los años, las mujeres se han visto a sí mismas como dependientes de otros para su provisión. Nos vemos como sostenidas por otros. Pero al usar las cualidades femeninas, las cualidades espirituales de la femineidad, somos realmente capaces de valernos, por nosotras mismas, del apoyo de Dios.
La Sra. Eddy dice: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.Escritos Misceláneos, pág. 307. No tenemos derecho a decir que deberíamos ser pobres o que deberíamos vivir en esclavitud. La verdadera femineidad no se expresa a sí misma en pobreza de ninguna clase.
También deberíamos estar alerta al hecho de que no somos una amenaza. No estamos trabajando para amenazar la naturaleza masculina. El concepto errado de la liberación de la mujer, para mí, es aquello que es militante o amenazador. El concepto correcto debería ser el desarrollo y reconocimiento de que ambos, hombres y mujeres, están trabajando juntos y no son competidores.
Creo que tenemos que aprender a ver la misión a la manera del Cristo que es propia de cada miembro de la familia, cualquiera que sea su misión individual, y dejar lugar para los talentos que cada uno tiene.