Conoci La Ciencia Cristiana en 1942 cuando estaba de guardia en un hospital naval de los Estados Unidos. Estaba buscando algo para leer en los estantes de la biblioteca principal y encontré un ejemplar de Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy. Nunca había hablado con un Científico Cristiano y lo único que conocía de esta religión era lo poco que había oído de esta Ciencia en la universidad donde estudié medicina. Sin embargo, reconocí que éste era el libro de texto de la Ciencia Cristiana y sentí curiosidad por leerlo.
Por años había tratado de satisfacer una necesidad espiritual muy grande y me había propuesto un plan para leer la Biblia, pero adelantaba poco. Estoy seguro de que esta búsqueda me guió al estudio de la Ciencia Cristiana.
Pedí prestado el libro y me quedé tan absorto en su lectura que pasé toda la noche leyendo. Aquí hallé respuesta a preguntas inexpresadas que por mucho tiempo pensé no tenían respuesta y también encontré declaraciones que desafiaban mis creencias profundamente arraigadas. A la mañana siguiente, revitalizado y prácticamente sin ninguna sensación de cansancio, fui a trabajar y terminé mi trabajo diario en el hospital, ansioso de encontrar a alguien con quien comentar sobre lo que me había ocurrido. Encontré a esa persona, un practicista de la Ciencia Cristiana que pasó largo tiempo respondiendo a mis preguntas acerca de esta Ciencia.
La Ciencia Cristiana me reveló la eterna presencia de Dios, la realidad de la existencia espiritual y la irrealidad de la creencia de vida en la materia. La primera curación que tuve, por medio de las oraciones de un practicista maravilloso, fue de adicción al tabaco, un hábito fuertemente arraigado. La curación ha sido permanente y mi gratitud por esta liberación es inmensa. Años después sané también del hábito de beber en reuniones sociales.
Debido a compromisos financieros contraídos, después de la guerra continué trabajando en la profesión médica. No obstante, presenté mi renuncia como integrante del cuerpo médico del hospital y me dediqué sólo a la medicina preventiva y terapia nutritiva. Durante estos años concurría con regularidad a los servicios religiosos de una iglesia de la Ciencia Cristiana, estudiaba la Lección Bíblica (que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana), e intentaba mantener mi equilibrio espiritual como estudiante de la Ciencia Cristiana. Pero esto era muy difícil y después de unos años cerré el consultorio y me alejé totalmente de la medicina, devolví el permiso para ejercer la profesión y renuncié a todas las sociedades y asociaciones médicas.
Desde entonces he sido miembro activo de La Iglesia Madre y de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Gradualmente he superado las dificultades financieras. Mi entendimiento de que la abundancia es espiritual continúa acrecentándose a través del estudio constante y profundo de la Biblia y del libro de texto y de la obediencia estricta al Manual de La Iglesia Madre escrito por la Sra. Eddy.
Años después de la guerra me casé con una joven que fue criada en la Ciencia Cristiana y tuvimos dos hijos (quienes hoy a su vez tienen sus propios hijos). Mientras ellos crecían, tuvieron muchas curaciones, entre ellas una curación muy rápida de tos convulsa. Hace unos años sané en pocos días de un doloroso cuadro de zoster. Varios miembros de mi familia sanaron de gripe y dolor de garganta y todos hemos experimentado notable protección en accidentes.
Mi gratitud por la Ciencia Cristiana y mi amor por la Sra. Eddy no tienen límites. Mi vida se ve resumida en las palabras de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana, “De la materia al Alma es mi sendero ... canto: ‘¡He hallado la Verdad!’”.
Enumclaw, Washington, E.U.A.