Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo —“El poder reformador de las Escrituras”— trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres. Esta es una serie.
Alrededor De 500 años después de Abraham, un activo líder llamado Moisés emergió de los hijos de Israel en Egipto. El alentó a su gente a rebelarse en contra del faraón-dios de los Egipcios y guió a los descendientes de Abraham a atravesar el Mar Rojo, al desierto de Arabia y hacia Canaán. Pero en el camino, Yahvé le reveló a Moisés en tablas de piedra, la primera escritura del pueblo hebreo, los Diez Mandamientos.
Estos Mandamientos dieron a la gente una ley por la cual vivir. Los mismos requerían en términos bien claros que los hijos de Israel debían adorar sólo a Yahvé, orar a El, y descansar en Su día santo. Pero los Mandamientos también decían a los hebreos cómo tratarse mutuamente: obedecer a sus padres y abstenerse de matar, hurtar, mentir o cometer adulterio. Los Mandamientos decían claramente que Yahvé era un dios completamente espiritual; no se debía comparar con cosa material alguna ni en el cielo ni en la tierra. Ninguna imagen, ni animal ni ser humano podían representar Su majestad y poder. Y Yahvé no conocía límites y no estaba ligado a un lugar específico; El se trasladaba con Su gente cuando erraban de un oasis a otro, de un lugar a otro, en sus laboriosas jornadas de vuelta a Canaán.
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