En La Biblia abundan los relatos sobre ángeles que se han comunicado con aquellas personas que eran receptivas a sus mensajes. Si bien las características de estos mensajeros celestiales difieren entre sí, a cada uno de ellos se le atribuye el poder de abrigar y proteger.
Por ejemplo, la Biblia nos cuenta que cuando Daniel sobrevivió después de haber sido arrojado al foso de los leones, dijo: “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones”. Dan. 6:22.
Dios envió al ángel Gabriel para anunciar el nacimiento de Cristo Jesús. Después de la tentación, vinieron ángeles que sirvieron a Jesús. En Getsemaní, antes de la crucifixión, “se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle”. Lucas 22:43.
Es un hecho que la necesidad de abrigo, fortaleza y protección no ha disminuido desde la época de la Biblia. La Ciencia Cristiana muestra cómo una mejor comprensión de la naturaleza y presencia de los ángeles de Dios puede realmente guiarnos y protegernos hoy en día. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice que los ángeles son: “Pensamientos de Dios que vienen al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, de la pureza y de la inmortalidad, que contrarresta todo mal, toda sensualidad y toda mortalidad”.Ciencia y Salud, p. 581.
Lo que nos protege es un fundamento espiritual, una vida consagrada a hacer el bien de acuerdo con Cristo. Es sabio no solo escuchar sino también hacer lo que nos enseña Cristo Jesús en el Sermón del Monte. Esto es construir nuestra vida sobre la roca, la Verdad, la más segura protección contra los vientos de un mundo turbulento.
Durante los tiempos de guerra, mi confianza en las intuiciones espirituales que Dios me daba, me protegió constantemente. Recuerdo cómo fue protegida nuestra casa cuando cayó en el patio una bomba que no explotó. En otra ocasión, cuando fuimos sorprendidos por un ataque aéreo, busqué abrigo en un refugio subterráneo. Pero a la entrada me encontré con una mujer embarazada que me suplicó que la acompañara a otro refugio más alejado. Le dije que no lograríamos llegar, porque ya podíamos oír los aviones. Pero ella insistió. Entonces sentí compasión por ella y obedecí.
Cuando el bombardeo terminó y dejé la colina, no pude ni reconocer el sector del cual había venido. Las casas, los edificios altos, el refugio, todo había desaparecido en llamas, ruinas y escombros. Sentí que comprendía lo que quiso decir el Salmista cuando escribió: “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”. Salmo 91:9—11. Mi morada era realmente segura porque estaba con el Espíritu, Dios.
La compasión y la obediencia son cualidades que protegen y guardan porque abren nuestro pensamiento a la dirección de Dios y a Sus mensajes angelicales. Esas cualidades espirituales son los mensajes de Su presencia. Encontramos seguridad, fortaleza y libertad al confiar en la totalidad de la bondad de Dios.
Con sabiduría se edificará la casa,
y con prudencia se afirmará;
y con ciencia se llenarán
las cámaras de todo bien
preciado y agradable.
Proverbios 24:3, 4