Daniel y Gerardo eran hermanos. Detrás de su casa había un parque en donde jugaban todos los días. Gerardo era el hermano mayor y cuando iban al parque cuidaba de su hermanito.
En el parque había mesas para merendar, trapecios, toboganes y columpios. Los muchachos siempre encontraban algo con que jugar. Durante el verano había un programa que organizaba juegos, y también había equipos para deportes. Gerardo le estaba enseñando a Daniel a jugar béisbol para que pudieran jugar en el mismo equipo.
Pero lo que más les gustaba era el bosque. Les encantaba jugar a que estaban en la selva, y el espeso follaje de ese lugar lo hacía un sitio ideal para jugar y explorar.
Un día, después de jugar en el bosque cerca de una hiedra venenosa, Daniel tuvo una erupción. Era la misma clase de erupción que acostumbraba a afectarlo todas las primaveras cuando jugaba en ese lugar. Corrió llorando en busca de su mamá y le dijo que sentía una fuerte comezón.
La madre lo puso en sus rodillas y comenzó a hablarle de Dios. Tanto Gerardo como Daniel asistían a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y era natural para ellos volverse a Dios cuando se enfrentaban a algún problema. Sabían que Dios siempre estaba con ellos. En la Escuela Dominical estaban estudiando los Mandamientos y las Bienaventuranzas. La madre le dijo a Daniel que era muy importante orar a Dios cuando sucedía algo malo, porque la oración nos ayuda a estar en silencio para que podamos oír los pensamientos que Dios nos manda.
La Biblia nos dice: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1. La madre le explicó que amparar es lo mismo que ayudar o proteger del peligro. El amor siempre presente de Dios es nuestro refugio en donde encontramos consuelo y curación.
La madre y el niño se sentaron juntos, orando en silencio. Luego la madre recordó un pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy que dice: “Toda la naturaleza enseña el amor de Dios hacia el hombre, pero el hombre no puede amar a Dios supremamente y poner todo su afecto en cosas espirituales mientras ame lo material o confíe en ello más que en lo espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 326.
Podemos confiar completamente en Dios. La Biblia nos dice que todo lo que Dios hizo es muy bueno, porque la creación de Dios es espiritual, y nada de lo que hay en ella puede herir a los hijos de Dios. Dios hizo a Sus hijos a Su imagen y por consiguiente, ellos son espirituales y buenos también. Daniel pensó en esto y dejó de sentir dolor, por lo cual volvió a salir para jugar con Gerardo.
Siguió sintiéndose bien y al poco tiempo la erupción desapareció por completo. La libertad y el gusto de jugar en el bosque nunca volvió a ser interrumpida y Daniel nunca volvió a sufrir de erupciones. Toda la familia sintió la maravillosa protección y amor de Dios.