Una Noche Muy tarde, un estudiante universitario estaba preparándose para un importante examen. Estaba rodeado de pilas de libros y papeles desparramados por todas partes. Parecía que estaba haciendo todo lo que un estudiante hace para repasar para un examen. Pero al pasar las horas, todo se detuvo. Simplemente llegó a un punto muy difícil y estancó. Cada esfuerzo que hacía para seguir adelante lo llevaba a un callejón sin salida, y sólo faltaban unas pocas horas para la salida del sol.
Entonces algo inusual sucedió. Quizás algo inusual para aquellos que no están acostumbrados a buscar una solución espiritual. Hizo a un lado todos los libros y papeles y se acomodó mejor en su silla, tal vez con un sentimiento de desesperación, y comenzó a pensar en Dios. No había nada de mágico ni complicado en la manera en que él se volvió a Dios. Se trató simplemente de un corazón abierto que sentía el profundo deseo de conocer a Dios. De sentir Su presencia. De confiar en El por completo.
No hubo relámpagos que iluminaran esa noche, nada que pareciera tan dramático. Sin embargo, hubo un claro y simple mensaje que salió a la superficie en su pensamiento. Sintió la profunda certeza de que Dios es Mente. En cierto sentido, esto no era ninguna sorpresa para él. Había sido criado en la Ciencia Cristiana y una de las enseñanzas básicas que expone Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, es que la Biblia nos ayuda a comprender que Dios es Mente, la verdadera fuente de toda consciencia, inteligencia y conocimiento verdaderos.
Algo respecto a la simple verdad de que Dios es Mente, tocó profundamente el pensamiento del estudiante. El reconocimiento de esta verdad mostró la salida del callejón, de los bloqueos, de los impedimentos, de todo lo que parecía oponerse a su habilidad de seguir adelante aquella noche. De hecho, descubrió muchas cosas que tuvieron un poderoso y positivo impacto en sus estudios y en su vida en la universidad.
Más tarde llegó a comprender mejor aquello que le había permitido abrirse paso esa noche en que se sintió tan inspirado por el hecho de que Dios es Mente. Esta declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, lo explica: “La Mente es la fuente de todo movimiento y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa”.Ciencia y Salud, pág. 283.
La mayoría de las personas se han tenido que enfrentar a situaciones en las que parecen estar estancadas. Quizás un atleta esté luchando con una vieja lesión muscular. Quizás un hombre de negocios se encuentre enfrentando la quiebra. Un matrimonio esté frente a una dificultad insuperable. Alguien que se esté enfrentando a un diagnóstico médico que dice que un órgano está perdiendo su habilidad funcional. La actividad de una iglesia que ha encontrado oposición.
La existencia mortal definiría de diversas formas que nuestra vida es vulnerable a una serie de impedimentos. Diría que no hay forma de seguir adelante. Debido a los músculos. El dinero. Otra persona. Un órgano. El temor.
No es que nosotros no tratemos de enfrentarnos con ímpetu contra todas las formas en que la materialidad se opone a nuestros esfuerzos por progresar. Tal vez tratemos de enfrentarlas con valentía. Pero si nosotros no reflexionamos acerca de la naturaleza de la Mente divina, estaremos chocando continuamente contra una pared de ladrillos.
Para algunos, podría ser inusual considerar que la Mente es “la fuente de todo movimiento”. Podría ser el movimiento de algunas cosas. Pero ¿de todo movimiento? Para entender algo que puede parecer un concepto generalizado, es útil considerar la insistencia de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud cuando afirma: “La Ciencia Cristiana declara que la Mente es sustancia, también declara que la materia no siente ni sufre ni goza”.Ibid., pág. 414. Esto contradice en gran medida lo que todos “conocen”: que la materia es sustancia. Sin embargo, el enseñar que la Mente y no la materia es la sustancia fundamental, real e inmutable, abre las puertas para que superemos, a través de la oración, aquellas cosas que impedirían nuestro progreso.
La visión de la Sra. Eddy sobre la realidad divina tiene como una de sus piedras fundamentales el hecho de que la materia no tiene la clase de sustancia que aparenta tener. Si bien esta teoría no sorprende a los físicos modernos, la Sra. Eddy pensaba que no era cuestión de que era difícil imputársela a la materia. Ella enseña que la Mente, y no la materia, es la base de todo lo que es eterno y auténtico. Desde este punto de vista, el universo de las creaciones de Dios se mueve en armonía, con inteligencia, en forma sabia y sin impedimentos.
El Científico Cristiano considera que esta descripción es un precepto que se fundamenta en la Biblia. Y piensa que este precepto es sumamente práctico. El joven que estaba estudiando para el examen sintió el impacto de este precepto divino, o ley. Cuando vislumbró la naturaleza de la Mente infinita, se sintió libre en cierto grado de su creencia en una mentalidad personal y finita que simplemente no podía enfrentar por más tiempo todas las cosas sobre las que tenía que pensar. A medida que comenzó a aceptar, aunque sea en cierta medida, el hecho de que Dios es Mente, dio un paso hacia adelante, comprendiendo que en vez de tener una mente personal, él expresaba a Dios, la Mente divina. Esta inspiración le permitió vislumbrar lo que era verdaderamente sustancia; comenzó por disolver aquello que no era en realidad sustancial, la creencia en una mente que se puede detener.
Cuando la Sra. Eddy escribió que la Mente divina es “acción perpetua y armoniosa”, también escribió acerca de los límites o impedimentos intrínsecos que nos imponemos al aceptar para nosotros mismos a una mente mortal que considera que la materia es sustancia. Ella lo expresa de esta manera en Ciencia y Salud: "La materia y sus efectos — el pecado, la enfermedad y la muerte— son estados de la mente mortal, los cuales operan, reaccionan y luego se acaban".Ibid., pág. 283.
La mortalidad es en realidad la manifestación del punto de vista limitado que tiene la mentalidad material. La inmortalidad es la realidad que contempla aquella consciencia que es la expresión ilimitada de Dios, la Mente divina.
Hay una conexión entre las cosas que nos detienen y el punto de vista de que nuestra mente es mortal. También hay una conexión entre la admiración inocente de que Dios es la Mente divina, siempre presente e ilimitada, y el eliminar la oposición, disolver el bloqueo, remover la obstrucción. Ya sea que el desafío se relacione con el cuerpo, los negocios o la iglesia, el movimiento correcto tiene que ver con la acción constante y eterna de la Mente divina. Nuestro creciente amor por esta verdad puede tener como resultado un acontecimiento muy liberador.
La necesidad más profunda es vivir cada vez más nuestra vida de acuerdo con la realidad espiritual. Podemos tomar más en serio la promesa de la Biblia: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28. El verdadero movimiento tiene su fundamento en Dios, en la Mente. El retraso, cualquiera sea la forma que asuma en nuestra vida, es un concepto que tiene sus raíces en la creencia de que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en la materia.
La Mente es la sustancia de nuestra vida, de cada función de nuestro ser espiritual y semejante a Dios, y de toda actividad de la buena creación de Dios, hecha a la imagen de la Mente, no de la materia. La humildad que nos permite comenzar la genuina y simple admisión de la verdad espiritual, también nos brinda libertad, una habilidad para seguir adelante, no sólo humanamente sino también en nuestra expresión y entendimiento de la realidad divina.
Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
Jehová guardará tu salida y tu entrada
desde ahora y para siempre.
Salmo 121:7, 8