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Los precursores espirituales alrededor del mundo

Seminario

La Iglesia que merece llamarse “cristiana”

(Primera parte)

Del número de febrero de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Pionero Considera que no hay que mirar hacia atrás. Por lo menos, ¡no por mucho tiempo! Este es un lujo que no se puede permitir; empaña la visión interior, debilita la determinación, acorta el andar.

Pablo, Pedro, Timoteo, Juan, esos primeros arquitectos fueron pioneros. Nos mostraron el tipo de iglesia que merece llamarse “cristiana”. Y ellos hicieron todo esto dentro de una cultura que se oponía activamente a sus esfuerzos espirituales, a lo que Dios los estaba impulsando a hacer.

Aquellos que hoy día son devotos a la iglesia que sana — que tiene un efecto inequívoco y mucha relevancia para la condición humana— pronto encuentran que los días de los pioneros no han terminado. De hecho, la vida cristiana y la responsabilidad de ser pionero son inseparables. El vigor que se apoya en Dios y sobrevive la tormenta, la vigilancia, la humildad y la admiración ante las vastas perspectivas de la Mente — el anhelo de morar allí y llamarla hogar, no simplemente pasar por allí como un visitante ocasional— ésta es la fortaleza de los pioneros que construyen y establecen las iglesias que bendicen y sanan.

Si Cristo Jesús fuera a visitar nuestra iglesia hoy en día, ¿podría reconocer que es su iglesia?

¿Está viva con el poder sanador de la Verdad divina? ¿Está la congregación alerta a la imperiosa insistencia de amarnos los unos a los otros, el amor por el cual Jesús dijo a sus discípulos que los reconocerían? ¿Están los miembros ocupados en “hacer buenas obras”?

Los siguientes relatos son de algunos de los pioneros de la época moderna. En este artículo nos enteraremos acerca de una trabajadora de una iglesia en Europa Oriental que en dos oportunidades fue testigo de los esfuerzos que se hicieron por arrasar el cristianismo científico en su ciudad. Nos enteraremos de un pequeño grupo en América del Sur que oró para que finalizara la guerra en la cual su nación estaba envuelta, y al perseverar formó una filial después de tener que cambiar dos veces el lugar de reunión. Nos enteraremos de un pequeño grupo en San Petersburgo, Rusia, que celebra servicios de la Ciencia Cristiana por primera vez.

Relatos como estos nos muestran la absoluta falsedad de suponer que la iglesia es lo que la mente carnal dice: una alternativa poco satisfactoria, y a veces aburrida, para el materialismo de esta época. Los siguientes relatos nos pueden hacer comprender la enorme diferencia que hace la oración científica. Estos relatos deberían hacernos comprender todo lo que está en juego, no solo para los Científicos Cristianos sino para toda la humanidad. Esos relatos nos pueden recordar que los días de los pioneros no son cosa del pasado; pertenecen al presente.

“Aunque separados por gruesos muros, sentíamos que éramos todos una gran familia”

Recibimos el relato de una Científica Cristiana de Europa Oriental, en el que nos cuenta algunos sucesos que ocurrieron recientemente en su ciudad. Cuenta acerca de “la más grande bendición y gozo” que significa celebrar servicios en la iglesia. Su carta, escrita en alemán, estaba llena de signos de exclamación, que expresaban un gozo verdadero que no se puede reprimir, ni bajo la más dura y represiva de las circunstancias humanas. Aquí está lo que ella escribió.

En dos oportunidades en este siglo, se intentó que la Verdad fuese totalmente destruida en esta parte del mundo.

Bajo el régimen de Hitler, la Ciencia Cristiana estaba prohibida. Toda la literatura fue confiscada, así como otras propiedades. Las casas fueron inspeccionadas, hubo interrogatorios, y algunas personas hasta fueron encarceladas por un corto tiempo. El edificio de la iglesia fue confiscado, y al terminar la Segunda Guerra Mundial, fue arrasado por las bombas. Pero, a pesar de los delatores y el hostigamiento, no pudieron extinguir la voz de la Verdad.

Después de la Segunda Guerra Mundial, nuestra bombardeada y devastada ciudad presenció el establecimiento de dos iglesias de la Ciencia Cristiana.

Luego en 1951, la Ciencia Cristiana fue otra vez proscrita, en esta ocasión por el régimen marxista. No permitían que celebráramos servicios, las Salas de Lectura fueron clausuradas, los practicistas fueron interrogados, la propiedad de la iglesia fue expropiada sin compensación, y los libros de las cuentas de ahorro fueron destruidos.

Durante cerca de cuatro décadas oramos intensamente por el hecho de que la Verdad no puede ser destruida. Y estuvimos muy agradecidos a los “distribuidores” de la Ciencia Cristiana por la literatura gratuita que nos enviaron por muchos años a nuestra ciudad y a las áreas vecinas.

Aunque estábamos separados por gruesos muros de la parte oeste de nuestra tierra natal, sentíamos que éramos todos una gran familia, debido a que las filiales del lado oeste nos brindaban todo tipo imaginable de apoyo piadoso y práctico.

Entonces, después de treinta y ocho años, ¡estamos libres otra vez! Los muros sin sentido fueron derribados, los gobiernos fueron derrocados, y las proscripciones levantadas. ¡Qué gozo, qué fuente de gratitud fue para nosotros escuchar en noviembre de 1989 que se permitía otra vez la práctica de la Ciencia Cristiana! Bien pueden ustedes imaginarse cuánto agradecimos a Dios. ¿Acaso no es una maravillosa prueba de la eficacia de la oración?

Rebosamos de alegría al saber que el mensaje del Cristo había encontrado nuevos seguidores durante la proscripción. Aquellos que habían asistido a la Escuela Dominical, junto con otros que eran nuevos a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, se reunían en pequeños grupos en los hogares los domingos a la tarde para una así llamada Kaffeeklatsch [tertulia] con café y pasteles, usándolo como pretexto para poder leer el libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, escrito por la Sra. Eddy, dar gracias a Dios y distribuir la literatura “de contrabando”.

¿Cómo hicimos para formar nuestra nueva Sociedad de la Ciencia Cristiana? Debido a que nuestra ciudad es muy grande, solo algunos de nosotros nos conocíamos. Sin embargo, trabajamos juntos para crear una organización de acuerdo con el Manual de La Iglesia Madre escrito por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. En cada cosa que hubo que hacer, nuestra primera prioridad fue la oración, individual y colectiva.

Cada vez que necesitábamos dar un paso humanamente, sabíamos que el Amor divino nos guiaba, que había estado allí antes que nosotros, que se expresaba a través de nosotros y a través de todo aquel con quien debíamos tratar. Tuvimos que aprender a expresar mucha paciencia y amor hasta que pudimos inscribirla en el Registro de Asociaciones de la ciudad, hasta que tuvimos todos los papeles juntos para confirmar que éramos el heredero correcto de la propiedad que pertenecía a las iglesias anteriores.

Oramos mucho sobre la definición de Iglesia que hace la Sra. Eddy en la página 583 de Ciencia y Salud. Sabíamos que si queríamos que nuestra iglesia expresara “la estructura de la Verdad y el Amor”, tenía que empezar con cada uno de nosotros dando prueba de la utilidad de la Verdad, a través de las acciones, a través de cada curación. Necesitábamos ser “hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (véase Santiago 1:22).

Es muy fácil leer en el libro de texto: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero. ..” Pero cuánta vigilancia esto demanda en nuestras actividades diarias, especialmente porque parecemos estar rodeados de desempleo y un incremento en el crimen. Las exigencias que la Ciencia Cristiana nos impone comienzan en nuestro corazón, en nuestros pensamientos, en nuestras acciones.

El 11 de marzo de 1990, fue un día inolvidable para nosotros. Aquel día pudimos celebrar nuestro primer servicio en una pequeña iglesia protestante. Asistieron amigos de todas partes, y tuvimos el privilegio de escuchar la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, cantar y orar. ¡Que día maravilloso!

Además, Dios cuidó de nosotros constantemente cuando nos mudamos de ese lugar a uno más amplio, uno más representativo.

¿Pueden imaginar nuestra alegría cuando leímos el reconocimiento oficial como filial de La Iglesia Madre en la lista de iglesias en el Journal y en El Heraldo de la Ciencia Cristiana? Amigos desde todas partes, ¡aun desde Texas, E.U.A.!, nos felicitaron.

Las cosas se han venido desarrollando sin tropiezos, y así continúan. En junio pasado, un Científico Cristiano nos preguntó por qué no teníamos una Escuela Dominical. Sugirió que oráramos al respecto y los niños asistirían. La Comisión Directiva me nombró maestra de la Escuela Dominical. Al principio, no me sentí muy feliz con el nombramiento. Después de todo, yo había esperado treinta y nueve años para tener un servicio religioso, y ¿ahora no podía asistir a ninguno de ellos? Sin embargo, estos pensamientos se disiparon rápidamente. ¡Qué bendición es la Escuela Dominical! Ahora tenemos cuatro maestros, y es un verdadero gozo para mí trabajar con jóvenes de dieciséis a dieciocho años, que no estaban familiarizados con la Biblia, no sabían prácticamente nada sobre Dios, debido a su educación marxista, ¡y poder presentarles la Verdad!

El empezar con Dios siempre nos hace salir triunfantes. Y eso fue lo que pasó con nuestra Sala de Lectura. ¡Estamos muy ocupados! Dos bibliotecarios hacen este trabajo.

De vez en cuando hacemos una reunión metafísica. Para esta ocasión los miembros preparan un tema en particular, por ejemplo, “El efecto que produce nuestra iglesia en la comunidad“ o “¿Cómo podemos ayudar a extirpar el crecimiento del crimen en donde vivimos?” Encontramos que es muy beneficioso compilar pensamientos de la Biblia, del libro de texto, Ciencia y Salud, y de otras obras de la Sra. Eddy.

Cuando comprendimos que una conferencia podía ayudarnos a ser más eficaces en la comunidad en su conjunto, rechazamos todos los pensamientos respecto a las dificultades financieras, reconociendo que la bendición de Dios nos da todo lo que necesitamos. Se pidió a cada miembro que contribuyera con su oración. Y como resultado, fue una conferencia muy bien concurrida, y más tarde pudimos dar la bienvenida a nuevos amigos en nuestros servicios.

El diario más importante anuncia nuestros servicios religiosos cada fin de semana bajo el título “Noticias de las iglesias”.

Hemos crecido juntos y llegamos a ser una familia. A través del conocimiento de la omnipotencia de Dios, no hemos dejado que nada nos desaliente. Los nuevos obstáculos que parecían levantarse a través de la reestructuración de la sociedad, se redujeron a su nada original. Con la ayuda de Dios podemos confirmar que nuestra religión es práctica, demostrable y que es una fuerza sanadora.


“CADA CURACION ES COMO UN LADRILLO CON EL CUAL SE PUEDE CONSTRUIR”

A comienzos de la década de los ochenta, muchos estudiantes de la Ciencia Cristiana se reunieron a orar para enfrentar un conflicto armado en el cual estaba involucrado nuestro país en América del Sur. Sentimos que era importante que oráramos, no solo para resolver nuestros propios problemas sino para ayudar también a la gran familia de la humanidad.

Algunos de nosotros éramos miembros activos de iglesias filiales que se encontraban alejadas unas de otras; otros no pertenecían a ninguna iglesia. La conversación fue espontánea, y no puedo afirmar en qué momento surgió la idea de formar una iglesia de la Ciencia Cristiana en nuestra localidad.

Al comenzar a explorar esta posibilidad, nos preguntamos: ¿Cómo y dónde empezar?

Uno de nosotros mencionó que ya teníamos a nuestro pastor: la Biblia y Ciencia y Salud. Decidimos seguir adelante, y allí votamos para elegir una comisión directiva y a los Lectores. Nombramos a un superintendente de la Escuela Dominical y a los maestros, a ujieres, también a la solista y a la organista. Dos de nosotros éramos practicistas listados en el Journal.

Al principio celebramos servicios los domingos por la tarde en una casa particular, debido a que muchos de nosotros aún asistíamos a iglesias que estaban alejadas. Nos apoyábamos mutuamente. Un miembro del grupo con mucho amor construyó atriles para los Lectores. Durante cada servicio, el piso superior de la casa se transformaba en guardería infantil.

La Escuela Dominical se reunía en el garaje, ahora convertido en una feliz y colorida sala debido al infatigable trabajo de la superintendente que hizo carteles de bienvenida. Los niños del vecindario fueron invitados y su canto se escuchaba en la calle como si estuvieran declarando: “Algo está sucediendo aquí”.

Algo maravilloso estaba sucediendo. Se estaban colocando los cimientos de una iglesia filial de La Iglesia Madre. Se estaba viviendo la Verdad; se estaba demostrando el Amor.

Había mucho trabajo por hacer, pero se llevó a cabo con alegría y esfuerzo compartido. Cada miembro del grupo estaba reflejando la Mente divina en cada acción, en cada decisión. Cada uno trabajó continuamente en unidad.

Sentíamos que para ser una iglesia, teníamos que expresar la verdadera iglesia de todas las maneras posibles. Algo que recuerdo con emoción es el pensamiento que uno de los miembros repetía con frecuencia: “La curación, la curación a través del Cristo, cada curación en la Ciencia Cristiana es como un ladrillo con el cual se puede construir”.

Al poco tiempo, comenzamos a celebrar reuniones de testimonio una vez al mes y, gradualmente, se hicieron más frecuentes.

Después de un año, a pesar de tener un lugar de reunión muy placentero, nos vimos en la necesidad de buscar un sitio más público en el cual celebrar los servicios. Encontramos un lugar muy grande para alquilar, bien ubicado y, aunque su apariencia no era del todo agradable, reconocimos que éste era un paso hacia adelante para tener nuestra propia iglesia.

Recuerdo un servicio de Comunión en particular, muy inspirador, en aquel lugar, en el cual nos sentimos profundamente unidos a la única Mente, aquella Mente “que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses).

Nos manteníamos en estrecho contacto con La Iglesia Madre, y habíamos tenido la bendición de poder ofrecer a la comunidad una conferencia de la Ciencia Cristiana.

Continuamos corrigiendo y trabajando, orando y afirmando que nuestro lugar como iglesia de la Ciencia Cristiana ya estaba establecido.

Un domingo nos informaron que ya no podíamos alquilar el edificio por más tiempo. Las opciones eran: buscar otro lugar o volver a la casa particular. Un miembro se mostró firme en su convicción de que no necesitábamos retroceder. Sintió que la pérdida del lugar de reunión, este “sacudimiento”, tenía el propósito de que hiciéramos un trabajo de oración más devoto. Esta oración nos guió a alquilar una casa que se encontraba en malas condiciones, pero estaba completamente a nuestra disposición para llevar a cabo las actividades de la iglesia.

En aquel momento, estaba preparando mi propia mudanza y no podía asistir con regularidad, pero cuando fui a ver esa casa otra vez, lágrimas brotaron suavemente de mis ojos. Cuánto trabajo, cuánto amor. Los miembros antiguos junto con los nuevos que se habían unido al grupo, tuvieron que dejar de lado el descanso, trabajando arduamente, plantando flores, limpiando, construyendo bancos.

Redactaron los estatutos y no mucho después fueron reconocidos como filial de La Iglesia Madre.

Me mudé bastante lejos, pero en el séptimo aniversario de la primera reunión, regresé al lugar donde habíamos dado nuestros primeros pasos. Para entonces, se habían mudado otra vez; compraron un nuevo edificio, otro paso de progreso. Esto también había requerido de una mayor abnegación, devoción y consagración al ideal de Iglesia.

Atesoro con gratitud aquellas felices horas en las cuales nuestros corazones estaban impregnados de fe y confianza en el hecho de que el Amor divino estaba en verdad trabajando con nosotros, revelando la más plena manifestación de la verdadera Iglesia. Recuerdo las palabras de la Sra. Eddy en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany: “El encomiable y digno éxito de esta iglesia, y sus esfuerzos unidos para erigir un edificio en el cual venerar al infinito, surgió de los templos edificados primero en los corazones de sus miembros — el amor desinteresado que edifica sin manos, eterno en el cielo del Espítitu”.


“UN APARTAMENTO EN LENINGRADO”

En el otoño de 1990, en un apartamento que estaba entonces en Leningrado, (hoy San Petersburgo), algunas personas interesadas en la Ciencia Cristiana empezaron a celebrar servicios religiosos todos los domingos por la mañana.

Cada cita de la Lección Bíblica semanal, que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, se lee primero en inglés y luego en ruso. (El libro de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud, fue traducido al ruso en los años cincuentas por inmigrados rusos que estaban viviendo en Francia y trabajando con La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana en Boston.) El Padre Nuestro está en ruso. Los himnos pueden estar en inglés o en ruso.

¿Cómo conocieron estas personas la Ciencia Cristiana? Un joven recuerda que un conocido, que después emigró a Suecia, en una oportunidad le dio un ejemplar de Ciencia y Salud. Otro hombre dijo que conoció a una brasileña en una fiesta, y que le interesó lo que ella le comentó sobre las Lecciones Bíblicas.

A una joven le dieron Ciencia y Salud justo antes de que viajara por primera vez al exterior hace dos años. Leyó algo. Cuando cruzó el Canal de la Mancha, se enfermó. De sus lecturas había comprendido que el hombre es la idea de Dios. Recordaba que había leído que una idea de Dios no puede estar enferma; y razonó que ella misma era esa idea. Pensó sobre esto, tratando de entenderlo, preguntándose a sí misma: “Pero ¿por qué no puede una idea estar enferma?” Entonces pensó: “Si estuviera pensando en los preciosos copos de nieve que caen en una noche de invierno, y estuviera en un sauna con este pensamiento, ¿se derretiría la nieve?” Dijo que se rió y se dio cuenta de que se encontraba bien. Más tarde, recordó que ésta había sido la primera vez que estuvo consciente de un “ángel, un pensamiento de Dios, de la Verdad divina” que en “sus alas [trae] salvación”.

Tres jóvenes en Leningrado estaban interesados en asistir a la Reunión de Jóvenes en Hamburgo, Alemania, pero pensaban que sería imposible obtener un permiso de viaje a tiempo. Como dijeron más tarde, “a través de la oración” les concedieron el permiso, y pudieron reunirse con muchos otros jóvenes estudiantes de la Ciencia Cristiana.

En el servicio de Acción de Gracias de aquel año en el apartamento de Leningrado, asistieron veinticuatro personas. Un turista que estaba allí describió la escena así: “Algunos no hablaban ruso; otros no hablaban inglés; algunos habían sido invitados por amigos o parientes y no sabían casi nada de la Ciencia Cristiana. El servicio fue bilingüe y se tradujeron los testimonios. Hubo un sentido de unidad, de que hay un solo Espíritu en el cual todos ‘vivimos, y nos movemos, y somos’ ”.

Desde entonces, varias familias nuevas han comenzado a estudiar la Ciencia Cristiana y a asistir a los servicios. El grupo se ha mudado a otro apartamento. Sus cartas a La Iglesia Madre hablan de los efectos que está produciendo el estudio de la Ciencia Cristiana en su vida diaria. Por ejemplo, un estudiante escribió recientemente: “Tuve algunos problemas en la universidad el último otoño. Reprobé en un examen sobre electrónica en el verano, y corría el riesgo de que me expulsaran. Lo reprobé dos veces más en septiembre, y me sentí muy enojado conmigo mismo y con el profesor. Continué estudiando la materia, pero parecía que no comprendía nada. Después de reprobar el examen por tercera vez, empecé a orar, y se me ocurrió que no era cuestión de que mi profesor fuera exigente o que yo no tuviera conocimiento, sino de reconocer que ambos expresamos a Dios, la inteligencia divina. Esa fue la manera en que pensé cuando iba de camino a dar el examen. En esa ocasión pude encontrar mis propios errores, corregirlos, y de este modo demostrar que entendía la materia”.

Otro joven escribió: “Es un verdadero placer leer en el servicio y también preparar en casa la Lección Bíblica y pensar acerca de nuestra vida... Ciencia y Salud produce una verdadera revolución en mi vida”.

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