El Pionero Considera que no hay que mirar hacia atrás. Por lo menos, ¡no por mucho tiempo! Este es un lujo que no se puede permitir; empaña la visión interior, debilita la determinación, acorta el andar.
Pablo, Pedro, Timoteo, Juan, esos primeros arquitectos fueron pioneros. Nos mostraron el tipo de iglesia que merece llamarse “cristiana”. Y ellos hicieron todo esto dentro de una cultura que se oponía activamente a sus esfuerzos espirituales, a lo que Dios los estaba impulsando a hacer.
Aquellos que hoy día son devotos a la iglesia que sana — que tiene un efecto inequívoco y mucha relevancia para la condición humana— pronto encuentran que los días de los pioneros no han terminado. De hecho, la vida cristiana y la responsabilidad de ser pionero son inseparables. El vigor que se apoya en Dios y sobrevive la tormenta, la vigilancia, la humildad y la admiración ante las vastas perspectivas de la Mente — el anhelo de morar allí y llamarla hogar, no simplemente pasar por allí como un visitante ocasional— ésta es la fortaleza de los pioneros que construyen y establecen las iglesias que bendicen y sanan.
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