Hace Unos Treinta años, sufrí un colapso nervioso. Los siguientes quince años los pasé entrando y saliendo de guardias psiquiátricas en hospitales, donde me daban drogas, electrochoque, y otras formas de terapia.
Finalmente, mi hijo me internó en un sanatorio privado cercano. Un día escuché hablar a dos enfermeras. Ellas decían: “¡No hay más remedio! La van a enviar a un hospital mental”. Al instante me senté derecha y dije con firmeza: “¡Oh, no, no a mí! Si ustedes no pueden sanarme, yo sé que Dios sí puede”. Después me enteré de que ellas no estaban hablando de mí, pero mi equivocación me arrancó una enérgica respuesta. En aquel momento decidí estudiar en serio la Ciencia Cristiana. Esta era la primera decisión verdadera que tomaba en muchos años.
Recordé que mi madre había sido estudiante de la Ciencia Cristiana en Inglaterra. Recordaba que en mi niñez, cuando estábamos enfermos, ella oraba por nosotros y sanábamos. En aquel tiempo, mi padre me llevaba con regularidad a una iglesia de otra denominación religiosa. Allí aprendí a amar las historias de la Biblia que hablan acerca de cómo Cristo Jesús sanaba a la gente, sin drogas o medicinas, hace unos dos mil años. Sin embargo, durante mi adolescencia me fui alejando de la iglesia.
Mientras estuve internada, me visitaron muchos amigos que eran Científicos Cristianos. Ellos me explicaron que las curaciones de Jesús se basaban en su comprensión de la relación espiritual que tiene el hombre con Dios. Sus comentarios me alentaron a perseverar en mi propia búsqueda de lo que Dios realmente es, y de lo que yo soy en realidad por ser Su hija amada.
Todos los días estudiaba las Lecciones Bíblicas semanales que aparecen en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Al principio esto fue una lucha, ya que me resultaba difícil concentrarme. Le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que me diera tratamiento a través de la oración. Todos los domingos, bien temprano, tomaba el ómnibus que me llevaba hasta la iglesia filial a la que asistían mis amigos. Allí encontré tal calidez y afecto que sentía que estaba otra vez en familia. Siempre alguien me llevaba de vuelta a casa.
Después de un año de concurrir a la iglesia con regularidad, solicité y fui aceptada como miembro en dicha iglesia filial. Se estaba operando un cambio muy importante en mi pensamiento. Había comenzado a estar serena, podía pensar con claridad, y era capaz de tomar decisiones por mí misma. ¡Qué gozo era sentir que formaba parte de un grupo de gente agradable y normal! Nunca terminaré de agradecer a todos aquellos que me alentaron y me dieron su ayuda en aquel momento. Ellos hicieron que yo estuviera muy consciente del Amor divino, el cual es ilimitado y siempre presente.
Durante varios meses de estudio profundo de la Ciencia Cristiana, pude emerger del oscuro túnel de confusión y desesperación y entrar en el resplandor de la Vida, la Verdad y el Amor. Aprendí que yo no tenía una mente mortal, enferma y confundida; eso era una mentira, algo que me habían impuesto. En mi verdadera identidad espiritual, yo era y soy un reflejo de la Mente única, Dios, que es el único creador y hace al hombre espiritual, perfecto y armonioso, a Su semejanza.
Unos dieciocho meses después de haber comenzado el estudio serio de la Ciencia Cristiana, encontré un departamento pequeño y agradable en un vecindario tranquilo. Hace más de diez años que vivo una vida normal y feliz. Hago escritos por encargo y trabajo por horas como niñera (hice un curso de niñera después de terminar la escuela secundaria en Inglaterra).
Un año después de hacerme miembro de nuestra iglesia filial, me afilié a La Iglesia Madre. También tomé instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. Recibir esta instrucción ha sido el acontecimiento más satisfactorio de mi vida. Cada año realizo el largo viaje aéreo hacia mi reunión de asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana. Ahora soy una persona mayor y estoy pensionada, pero el dinero extra necesario para el viaje siempre llega de manera inesperada en respuesta a mis oraciones.
Podría escribir un libro sobre las cosas maravillosas que me han ocurrido a lo largo de los años que he estudiado la Ciencia Cristiana. Es espléndido estar libre de toda medicación y vivir una vida armoniosa de acuerdo con las leyes de Dios. He viajado sola a Gran Bretaña muchas veces para visitar a mis familiares. Tengo muchos buenos amigos, y me gusta ayudar a mis vecinos cuando lo necesitan y realizar mi trabajo en los comités de la iglesia. Agradezco a Dios de todo corazón por haberle revelado la Ciencia Cristiana a la Sra. Eddy y por los dedicados trabajadores que ayudan a difundir esta verdad sanadora a toda la humanidad hoy en día.
Calgary, Alberta, Canadá