Fui Criada En la Ciencia Cristiana y mi infancia fue feliz y saludable. Pero cuando nuestra hija mayor estaba en el jardín de infantes, nos enfrentamos con un gran desafío: ella se enfermó y no mejoraba. Su padre, que no era Científico Cristiano, me pidió que la llevara al médico para que le hiciera un diagnóstico.
El médico la examinó minuciosamente una y otra vez, y parecía muy angustiado. Inmediatamente oré para reconocer la perfección espiritual de la niña, hecha a semejanza de Dios, y para poder “proteger mi pensamiento” y no aceptar ningún veredicto de enfermedad como algo real. Cuando el doctor dejó salir a la niña, muy suavemente me dijo que él creía que tenía leucemia y que era necesario internarla para hacerle análisis más exhaustivos. A pedido mío acordamos hacerle esos análisis como paciente externa. La llevé dos veces para que le hicieran análisis. Más adelante él llamó para informarme que los análisis habían confirmado sus más temidas sospechas.
Como el médico no nos daba ninguna esperanza, el padre de la niña permitió que recibiera ayuda por medio de la oración en la Ciencia Cristiana. Dijo que su deseo era que volviéramos al médico, pero que podíamos hacerlo después que yo me sintiera en paz.
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