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Niéguese a ser alérgico

Del número de abril de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Para Alguien Que sufre de las llamadas condiciones que causan alergia, el título de este artículo puede parecer incomprensible, quizás aun absurdo.

Si por el contrario el título fuera “Niéguese a reaccionar”, ¿sería menos misterioso e invitaría más a investigar? Después de todo, tenemos la habilidad de negarnos a reaccionar ante un comentario injusto o una sugerencia con la cual simplemente no estamos de acuerdo o que sabemos que no se justifica. Del mismo modo, también podemos negarnos a ser alérgicos, y así beneficiarnos no meramente a través de la voluntad humana sino a través del poder de la ley divina.

Durante la primavera y el verano, en el área donde vivo, todas las tardes los noticieros de la televisión mencionan el “índice del polen”. Más tarde en el año, cuando las chimeneas están en uso, oímos sobre el “índice de la contaminación ambiental”. Parecería que podemos ser víctimas perpetuas de la atmósfera.

Sin embargo, un Dios amoroso nunca castigaría con tal injusticia a Sus hijos. Quizás lo que necesitamos es un sentido más claro de que la creación de Dios, incluso nosotros mismos, es realmente espiritual y expresa Su naturaleza perfecta y pura como Espíritu divino. En la creación de Dios no hay ni villanos ni víctimas. Ni tampoco comparte Su poder con ninguna forma material, grande o pequeña, visible o invisible. Aunque lo opuesto mismo parezca verdad, nuestra decisión de negarnos a reaccionar a los supuestos poderes materiales, teniendo como base lo que conocemos como la creación verdadera y la justicia divina, puede ser una ayuda tangible.

El polen tiene que tomar prestado su poder del pensamiento mortal. Si no le prestamos el poder, no tiene ninguno. Es mucho mejor asegurarnos la buena salud manteniendo en el pensamiento estos hechos verdaderos del ser.

¿No es esto hacer castillos en el aire? Por el contrario. Su base es la enseñanza y la curación que hizo el Salvador, Cristo Jesús. El constantemente se apartaba de la materia y alentaba a sus seguidores a que se volvieran a Dios, la Mente divina, para encontrar su vida, provisión, salud, dirección y protección. Como dice la Sra. Eddy en su obra Escritos Misceláneos, cuando habla de Jesús: “Su misión terrenal fue traducir la sustancia a su significado original, la Mente”.Esc. Mis., pág. 74.

El negarnos a reaccionar a todo aquello que cause sufrimiento puede parecer como una idea interesante, pero nuestra razón para hacer esto debe estar basada en una comprensión de Dios. No es suficiente leer palabras bonitas. Se necesita una base, un Principio que se pueda demostrar. Ese Principio es Dios. El es la fuente y la sustancia de todo lo que es verdadero y real.

Al esforzarnos por tener dominio sobre cualquier cosa que pretenda tener poder independientemente de Dios, es importante que empecemos a ver que es una creencia, no la realidad. Una experiencia que tuve puede aclarar el punto.

Había invitado a una joven amiga para que pasara la tarde conmigo, y estábamos sentadas debajo de algunos manzanos que estaban florecidos. Las abejas estaban libando las flores. Mientras hablábamos, yo remendaba una colcha que tenía sobre la falda. Al tomar uno de los dobleces, toqué una abeja y ésta me picó. Saqué el aguijón y continué con la interesante plática que estábamos teniendo. No hubo reacción ni hinchazón.

Mi amiga me dijo: —¿No te has dado cuenta de que te han picado? — Sí — contesté—, pero solamente me apena que fue más difícil para la abeja que para mí. Ella murió, y ¡yo estoy aún aquí! Ciertamente no me quiso hacer daño, ni yo tampoco a ella.

Mi amiga no lo podía creer. De modo que para aclarar las cosas, le conté el incidente de la Biblia sobre Daniel en el foso de los leones. Su inocencia de no haber hecho mal alguno lo protegió. Se podría decir también que fue su defensa en contra de la opinión general, la creencia de que los leones hambrientos se comerían automáticamente a cualquiera que se les pusiera al frente. Yo simplemente no iba a permitir ser devorada o aceptar la sugestión de que hubiera un ataque o veneno. Me negué a reaccionar.

Las opiniones en estos días sobre lo que es dañino y lo que es bueno, lo que causa esto y aquello, están continuamente reclamando nuestra atención (y ¡vendiendo todo tipo de productos!). Pero el depender de teorías materiales para obtener respuestas confiables puede ser frustrante; ¡es como tratar de clavar jalea en una pared!

En el libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice al lector lo siguiente: “Domináis la situación si entendéis que la existencia mortal es un estado de autoengaño y no la verdad del ser. La mente mortal está produciendo constantemente en el cuerpo mortal los resultados de opiniones falsas; y continuará haciéndolo, hasta que el error mortal sea privado de sus poderes imaginarios por la Verdad, la cual barre la telaraña de ilusión mortal”.Ciencia y Salud, pág. 403.

¿Cuándo y cómo podemos empezar a liberarnos de estas falsas opiniones que nos esclavizan? Podemos volvernos a Dios como la única causa genuina. Cuando nos enfrentamos con un problema físico, lo primero que a veces viene al pensamiento es: “¿Qué estará causando esto?” La Biblia, en el libro del Génesis, nos dice que Dios es el creador del hombre y el universo y que todo lo que El ha hecho es bueno en gran manera. Entonces, la verdad de todo el ser debe estar en Dios, el Espíritu, no en la materia, y debe expresar Su naturaleza perfecta. Esto no deja nada que irrite, nada que interrumpa la armonía, nada que sea nocivo.

Puesto que el Espíritu es la única causa verdadera, el único poder, la materia no tiene poder verdadero ni autoridad divina. La materia necesita valerse de una opinión y de la supuesta autoridad de las leyes físicas. Estas pretenden parecer válidas. Pueden estar fundadas en una evidencia aparentemente concreta. Sin embargo, la única verdad de nuestro ser estriba en el hecho de que el hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios y que Dios mantiene la perfección de lo que El crea.

Diariamente aceptamos y rechazamos las opiniones sobre una serie de temas. ¿No deberíamos hacer esto basándonos en lo que es de Dios — por lo tanto, verdadero— y lo que no es de Dios, en otras palabras, lo fraudulento?

Puesto que Dios es Amor, todo el bien, Su creación no tiene nada que cause desasosiego o invada la armonía del ser del hombre. Tenemos pruebas de que este estado celestial del ser puede ser obvio aquí en la tierra en las curaciones que hizo Jesús y en la curación espiritual que se lleva a cabo hoy en día. La curación a través de la oración en la Ciencia Cristiana revela la naturaleza verdadera del hombre como linaje espiritual de Dios. Esto demuestra que el hombre está exento de todo lo que es desemejante o lo que no ha sido creado por Dios.

Si sufrimos de una alergia o cualquier condición que nos robaría nuestra paz o gozo, es importante mantener a través de la oración la consciencia de nuestra identidad espiritual. Entonces nada contrario a nuestro verdadero ser puede encontrar entrada en el pensamiento. Tenemos el derecho divino de negarnos a reaccionar a las falsas opiniones y creencias que la mente humana llama “ley” y responder a la efusión beneficiosa y constante del bien, de la verdad, que proviene de Dios. Este es el camino para obtener curación.

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