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Como Me Crie estudiando la...

Del número de julio de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Como Me Crie estudiando la Ciencia Cristiana y siempre me sentí cerca de Dios, tuve la bendición de no enfermarme ni sufrir accidente alguno durante los primeros años de mi juventud. Aceptaba mi relación con Dios como algo natural; Su presencia me era muy grata. Estoy muy agradecida por una experiencia en particular en la que el amor de Dios y Su provisión quedaron demostrados de manera indiscutible: “La necesidad extrema del hombre es la oportunidad de Dios”.

Pocos años después de haberme casado, mi esposo, yo y nuestro pequeño hijo nos establecimos en el desierto de Nevada, a setenta y cinco millas y dos desfiladeros del pueblo más cercano. Habíamos hecho un gran esfuerzo para construir nuestra cabaña, así como cultivar y regar la tierra. Para mediados del invierno nuestro trabajo ya no nos producía ninguna renta y llegó el momento en que nuestros fondos se agotaron. No se conseguía trabajo en los alrededores y pronto apenas hubo para comer.

Recuerdo que orábamos día y noche, pero sin temor ni pánico; orábamos esperando serenamente en el bien que nos vendría de nuestro Padre-Madre Dios. Estudiamos Ciencia y Salud con mucha humildad y nos esforzamos por comprender que la provisión y la abundancia de Dios son permanentes e invariables. No puede haber fluctuación en nuestra infinita provisión del bien.

Fue un período apacible de estudio. Teníamos plena confianza en el amor y cuidado que Dios tiene por Sus hijos. No sentíamos preocupación ni ansiedad por las condiciones y responsabilidades materiales, sino que recurríamos a la realidad de nuestra existencia espiritual, convencidos de que podíamos confiar en Dios en esta emergencia y en cualquier otra que se presentara. Estos versículos inspirados de Proverbios nos dicen: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5, 6).

Días después recibimos por correo un cheque por cinco dólares en pago por un artículo sobre la tenencia de tierras que yo había enviado a un periódico meses atrás. Nuestra necesidad más urgente fue satisfecha (nosotros sabíamos que siempre había sido satisfecha). Sentíamos y estábamos conscientes de la omnipresencia de Dios.

De inmediato decidimos comprar gasolina con el dinero y viajar a la ciudad para asistir a la iglesia al día siguiente. Después del servicio, mientras yo conversaba con algunos miembros, escuché decir a una señora, que formaba parte de la comisión directiva de la escuela, que necesitaban una maestra de segundo grado con urgencia. (¡Se imaginarán con qué rapidez le hice saber que tenía título de maestra y cinco años de experiencia!) Después de entrevistarme esa misma tarde con la comisión directiva de la escuela, me ofrecieron el puesto.

Una practicista de la Ciencia Cristiana nos prestó dinero para comprar gasolina para regresar a casa a buscar los efectos personales que necesitábamos para mudarnos a la ciudad.

Al salir de la ciudad, nos detuvimos en una estación de servicio donde el dueño reconoció a mi esposo; habían sido compañeros de clase en la secundaria en otra parte de ese estado, y como necesitaba un empleado, le ofreció trabajo. ¡Cuántas lágrimas de gozo y gratitud!

Pasamos dos años muy felices y fructíferos en esa ciudad, trabajando y sirviendo en la iglesia. Después, regresamos a nuestro hogar en la montaña donde permanecimos quince años, que también fueron de mucha abundancia. Una manera de expresar nuestra gratitud fue asistir a los servicios dominicales todos los domingos durante esos años. También viajamos dos veces por semana durante tres años en que mi esposo fue Lector y yo organista.

¿Puede Dios suplir todas nuestras necesidades? ¿Hay un camino ya trazado para que podamos andar por él? ¿Nos guía Dios durante “todo el trayecto”? ¡Sin lugar a dudas! Nosotros hemos podido comprobar de forma manifiesta que Su amor está guiando cada paso.


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