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Lo que nos motiva a dedicarnos a la práctica:

La llamada de una amiga

Del número de julio de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace poco nuestro colaborador adjunto, Pedro Grieco, habló con una practicista de la Ciencia Cristiana de Uruguay. Ella relató una curación que tuvo lugar cuando empezaba la práctica pública. Pensamos que los alentaría leer su experiencia.

Recuerdo Un Caso de cuando comencé la práctica de la Ciencia Cristiana. Se trataba de un hebé de cinco o seis meses, cuyos padres no eran Científicos Cristianos. La madre había sido compañera de colegio de mi hija. Ella sabía que íbamos a una iglesia filial de la Ciencia Cristiana y que orábamos para sanarnos, pero no sabía mucho más que eso. Creo que fue la desesperación lo que la empujó a venir y pedir ayuda. La razón de su visita fue un diagnóstico médico de que niñita nunca caminaría normalmente porque la cadera no estaba bien formada. Le faltaba un huesito.

Los médicos consideraron que debían operarla, pero llegaron a la conclusión de que había poca esperanza de tener éxito. Se imaginan cómo se debió de haber sentido la madre de una niña tan pequeña al recibir esta noticia. Acepté el caso y le dije que oraríamos juntas. A esta altura ella decidió empezar a asistir a nuestra iglesia.

Recuerdo que me ayudó mucho una cita de la Biblia: "Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas." Salmo 139:16. Esto me ayudó a ver, o discernir, que cualquiera fuera su situación, Dios sabía que la niña era Su idea espiritual, perfecta, y no le faltaba cosa alguna en ese mismo momento.

Dado que el resto de la familia de la niña no se apoyaba en la Ciencia Cristiana, la madre continuó llevándola a los exámenes médicos donde todo lo que hacían era observar la condición de la pequeña. Durante uno de estos exámenes, los médicos se asombraron al ver que el hueso que faltaba en la cadera se empezaba a formar, y con los rayos X continuaron observando como iba progresando el proceso. Dejé de ver a la niña por algún tiempo, si bien la madre continuó llamándome por teléfono.

Un domingo, meses después, vi a los padres en la iglesia. Al finalizar el servicio, vinieron a saludarme y me pidieron que los acompañara al auto, pues tenían algo que querían mostrarme. ¿Saben qué tenían en el auto?, a la niñita, que, al colocarla en la vereda, ¡salió corriendo tan rápido que parecía que volaba! Sentí tanta gratitud al ver cómo se manifiesta la perfección cuando uno se mantiene firme en la comprensión de que el hombre es completo por ser el hijo de Dios.

Este curación debe de haberse llevado a cabo en el período de un año. Hoy en día la niña es una joven que tiene más de veinte años y que participa en todo tipo de deportes. Cuando la veo y recuerdo esa experiencia, siento una enorme gratitud, ya que ésta fue una de las curaciones que me llevaron a dedicarme tiempo completo a la práctica de la curación cristiana.

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