Hace poco nuestro colaborador adjunto, Pedro Grieco, habló con una practicista de la Ciencia Cristiana de Uruguay. Ella relató una curación que tuvo lugar cuando empezaba la práctica pública. Pensamos que los alentaría leer su experiencia.
Recuerdo Un Caso de cuando comencé la práctica de la Ciencia Cristiana. Se trataba de un hebé de cinco o seis meses, cuyos padres no eran Científicos Cristianos. La madre había sido compañera de colegio de mi hija. Ella sabía que íbamos a una iglesia filial de la Ciencia Cristiana y que orábamos para sanarnos, pero no sabía mucho más que eso. Creo que fue la desesperación lo que la empujó a venir y pedir ayuda. La razón de su visita fue un diagnóstico médico de que niñita nunca caminaría normalmente porque la cadera no estaba bien formada. Le faltaba un huesito.
Los médicos consideraron que debían operarla, pero llegaron a la conclusión de que había poca esperanza de tener éxito. Se imaginan cómo se debió de haber sentido la madre de una niña tan pequeña al recibir esta noticia. Acepté el caso y le dije que oraríamos juntas. A esta altura ella decidió empezar a asistir a nuestra iglesia.
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