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Las curaciones de los niños y el lenguaje del Cristo

Del número de julio de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Mujer Caminaba por la playa al mismo tiempo que oraba por diferentes cosas. Mientras caminaba, divisó a un niño pequeño sentado, esperando a su madre. Le pareció extraño ver a un niño sentado en la playa tan quieto, pues a la mayoría de los niños les gusta correr, reír y jugar en las playas.

Después de que ella se acercó al niño y habló con él por un momento, supo la razón por la cual estaba tan quieto. Tenía los pies defectuosos, y por ello no sólo no podía correr sobre la arena, ni siquiera podía caminar. Pero lo que aconteció después cambió todo.

El poder de Dios, y la manera espiritual y perfecta en que El creó a este niño — aunque no era obvio a los mortales — debió de ser tan tangible en ese preciso momento que el niño sanó. La mujer ayudó al niño a ponerse de pie y luego caminaron juntos sobre la tibia arena hacia el agua. Su madre, atónita por lo que veía, se regocijó y lloró un poco junto con la mujer, mientras ambas agradecían a Dios con todo su corazón. Esos primeros pasos fueron pronto seguidos por la total libertad del niño.

¿Cómo se habría sentido usted, si hubiera estado allí en ese momento? ¿Cómo se habría sentido acerca de Dios? ¿Qué habría pensado del poder que tiene Dios para sanar? En la playa de Lynn en el Estado de Massachusetts, la mujer a la que me refiero — Mary Baker Eddy — había sanado a un niño de siete años de pies deformes. Véase Mary Baker Eddy, The Years of Discovery, por Robert Peel, pág. 201. Posteriormente, ella fundó la Iglesia de Cristo, Científico. No podemos retroceder en el tiempo y saber exactamente cómo se sintió o que pensó ese día, pero una cosa es cierta: la Sra. Eddy debió de sentir una gratitud por el poder absoluto del amor sanador de Dios, que las palabras no pueden describir adecuadamente.

También Pablo indudablemente sintió esa clase de gratitud. “¡Gracias a Dios por su don inefable!”, 2 Cor. 9:15. le escribió a sus amigos cierta vez. ¿Y cómo no habría de sentir esa gratitud? El fue testigo innumerables veces del poder de Dios para sanar. De hecho, vio a un hombre defectuoso de los pies de nacimiento que había sanado completamente. “Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo”. Hechos 14:8–10. ¿Cómo pudieron sentir ese hombre, y el pequeño niño en la playa, la influencia de Dios y haberse sanado sin explicaciones prolongadas de las leyes sanadoras de Dios o de la realidad divina?

¿No es acaso que el poder sanador de Dios en realidad no es transmitido por medio del lenguaje humano, ya sea griego, inglés, o cualquier otro idioma? El mensaje sanador de Dios — el Cristo, la Verdad — está disponible, así como lo está el amor de Dios, ya sea que la persona tenga conocimiento de él o no. Un bebé siente el amor de su madre, y puede sentir el amor sanador de Dios, mucho antes de que pueda pronunciar palabra. Los bebés, niños y jóvenes responden de forma natural a Dios y a la oración, aunque tal vez no sepan hablar de ello como lo haría un adulto. De hecho, a menudo los niños son los mejores modelos de receptividad. En cierta ocasión Cristo Jesús dijo: “De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía”. Marcos 10:15. ¿Acaso eso significa que debemos olvidar el lenguaje, deshacernos de los libros, dejar de leer y de educarnos? Por supuesto que no. No obstante, cuando no es posible valernos del lenguaje humano — o quizás no sea necesario — el mensaje sanador de Dios está siempre presente y comunicándose.

¿Cómo sana la Ciencia Cristiana? La respuesta completa se halla en la Biblia en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Pero esta frase que se encuentra al comienzo del libro de texto nos dice algo fundamental acerca de ello: “La curación física en la Ciencia Cristiana resulta ahora, como en tiempos de Jesús, de la operación del Principio divino, ante la cual el pecado y la enfermedad pierden su realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural y tan inevitablemente como las tinieblas ceden lugar a la luz y el pecado a la reforma”.Ciencia y Salud, pág. xi.

Es útil observar dónde y cómo opera la influencia de Dios, el Principio divino: en la consciencia humana, destruyendo la creencia en la realidad de la enfermedad o la deformidad física. La creencia es destruida porque Dios es absolutamente Todo, el único creador. La forma, la apariencia o aspecto, la sustancia, son ideas de la Mente, que Dios, el Espíritu, mantiene en toda su perfección. Nada puede cambiar esta verdad.

Puesto que Dios es Todo-en-todo, la enfermedad o la deformidad no tiene realidad, sino que aparece solamente en la creencia mortal. Nunca es verdaderamente real; jamás pertenece a la creación de Dios, ni es creación alguna. Ninguna enfermedad, impedimento o traba puede ser real en la totalidad de Dios. Por supuesto, los sentidos mortales no dan testimonio de la creación de Dios; no obstante, está presente. Todo temor, creencia falsa y pretensión mortal que pueda presentarse — y, por lo tanto, toda limitación física — jamás puede tocar la creación espiritual de Dios.

Dios no conoce la incapacidad, y en eso reside la curación y la seguridad. Una vez que el temor a la enfermedad o la debilidad no tiene apoyo en el pensamiento — tanto en el pensamiento del niño como en el de sus padres — la discordancia no tiene base. Se percibe claramente que es nada, y esto abre el pensamiento a la naturaleza de la obra de Dios y produce la curación. Por medio de la oración profunda, sincera y humilde, será evidente que podemos percibir lo que Dios sabe del hombre. Aquello que Dios no sabe no puede dañarnos y no es realmente parte de nuestra consciencia. Nuestros pensamientos espirituales expresan la realidad de Dios.

A veces las dudas e incredulidad de la sociedad someten al cristianismo sanador y práctico al menosprecio y la burla. Pero el sanador cristiano sigue humildemente el ejemplo de Jesús, buscando la guía, mediante la oración, del verdadero Padre del niño: el Padre-Madre Dios. Así como el poder de Dios y Su ley de curación estaban presentes en la época de Cristo Jesús, así están presentes y disponibles hoy en día. Aunque tal vez a menudo hayamos leído acerca de esta verdad en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, este hecho no puede repetirse lo suficientemente a menudo. Es lógico que una ley matemática que fue verdadera hace dos mil años, también se pueda aplicar hoy día. Cuánto más podemos aplicar la ley de curación de Dios.

¿Acaso es lógico que las leyes matemáticas o, más importante aún, la ley de la curación divina se aplicaran solamente a la gente de determinado período en la historia o a determinada época medida con años humanos? No, la verdad del ser es verdadera para todos, y el amor de Dios es infinito e imparcial. Por lo tanto, nadie está excluido de los beneficios de Su poder y afecto sanadores.

Las verdades y leyes sanadoras de Dios son eternas. Son universales. Trascienden la edad y la experiencia. Son una ayuda presente, no sólo para los adultos sino para todo niño. A través de la práctica dedicada de estas leyes, presenciamos la influencia cristiana y sanadora de Dios que habla directamente a los bebés, a los niños, a los jóvenes — a todos— en el lenguaje que cada uno puede comprender mejor.

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