Esta Usted Muy ocupado? Muchas veces sentimos que estamos llevando el peso del mundo entero sobre nuestros hombros o, al menos, peso de nuestra familia.
Cristo Jesús dijo compasivamente: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". Mateo 11:28,29. Jesús no nos estaba dando otra cosa para agregar a nuestro ya ocupado plan; él nos indicaba la forma de dejar las cargas y encontrar un sentido de realización en nuestra vida.
Jesús ejemplificó al Cristo, la divina influencia en la consciencia humana que revela que el hombre es el linaje espiritual de Dios. En verdad, la vida del hombre es la expresión de la Vida divina. El expresa la totalidad de la naturaleza de Dios. El construir cada día sobre la base de este entendimiento del Cristo nos capacita para comprometernos en el ministerio sanador de amar a Dios y a nuestro prójimo. Esto nos pone bajo el control de la ley divina de la Vida. Y quita nuestras cargas.
El Maestro ilustró maravillosamente esta misión y ministerio que Dios ordenó. A dondequiera que él iba, su espiritualidad pura bendecía a aquellos que encontraba. Le permitía sanar. Con su ejemplo Jesús nos enseñó a orar y a vivir desde la base de nuestra inseparabilidad de Dios.
Piense por un momento en el poder de curación de Jesús y en las cualidades que él demostraba tan extraordinariamente: paz, amor, fortaleza, misericordia, inteligencia. Todas tienen su origen en Dios. Cuando reconocía a Dios como el Padre de todo, ¿acaso no nos estaba enseñando que cada uno tiene una relación indestructible con Dios como Padre, como causa perfecta, y que esas mismas cualidades que él vivió son inherentes a nosotros también?
Nuestro verdadero ser se compone de características divinas. Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza espiritual y manifiesta constantemente la perfección de Su hijo. La identidad espiritual es completa y perfecta y no puede fragmentarse.
Hablándoles a sus discípulos, Jesús dijo en su Sermón del Monte: "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad". Mateo 5:5. ¿No podríamos decir que "recibir la tierra por heredad" es obtener en nuestra vida el dominio que proviene de Dios, probar nuestra identidad y habilidad espirituales, hacer que nuestra vida exprese paz y logros en lugar de presiones y frustraciones? La mansedumbre ayuda a otorgar el dominio espiritual que calma todo temor y tensión. Nos ayuda a comprender que la vida del hombre no se fragmenta sino que permanece unida porque se basa en el orden del Principio, la armonía del Alma, la gracia del Espíritu. En realidad, permanecemos en la unidad de Dios y el hombre, Padre e hijo.
Orando sobre esta base, nos inclinamos mentalmente ante Dios, nos dedicamos nuevamente a glorificarlo a El y descubrimos que las cargas desaparecen ante la demostración de la mansedumbre cristiana. De esta manera estamos cumpliendo con nuestra misión sanadora, haciendo que nuestra vida sea un ministerio que consiste en amar a Dios y bendecir a nuestro prójimo.
Hay un ejemplo del dominio que tuvo Jesús sobre una experiencia muy difícil que, a mi entender, es un maravilloso ejemplo de su mansedumbre y espiritualidad pura. El libro de Lucas dice que Jairo, un principal de la sinagoga, tenía una hija que agonizaba, y había pedido a Jesús que fuera y la sanara. Véase Lucas 8:41–56. Mientras Jesús iba de camino, una mujer que sufría de hemorragias le tocó, reclamando la misma autoridad sanadora que Jairo acababa de pedir para su hija. La mujer sanó inmediatamente.
Pero, mientras Jesús hablaba con la mujer, asegurándole: "Tu fe te ha salvado", alguien vino a decirle a Jairo que su hija había muerto. He aquí un ejemplo donde el Maestro aparentemente necesitaba estar en dos lugares diferentes a la vez. Mas Jesús tranquilamente siguió su camino a casa de Jairo y resucitó a su hija. Jesús fue el mayor ejemplo de consagración al ministerio de amar a Dios con todo nuestro corazón y amar la verdadera identidad de nuestro prójimo. Ciertamente mostró dominio en esta situación, no teniendo que elegir entre dos pacientes sino sanando a ambos.
Hoy en día, podemos cultivar la autoridad del Cristo que sana, a medida que somos fieles a nuestro ministerio de espiritualizar el pensamiento y expresar la bondad de Dios en todo lo que hacemos. Seguramente esto ilustra las palabras de Pablo: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Rom. 8:28.
Nuestro ministerio incluye el estar dispuestos a discernir la verdad acerca del hombre como semejanza de Dios. Esto requiere un amor puro por nuestra familia, por nuestro prójimo y el mundo. A medida que reconozcamos cada vez más que somos hijos de Dios, entenderemos y sentiremos la presencia del Amor divino, y esto nos ayudará a reconocer la identidad espiritual de todos. Nos capacita para sanar y bendecir a aquellos con quienes nos encontremos.
Hace poco tuve un gran conflicto entre mi vida profesional, mi vida personal y mis actividades en la iglesia, así como también con las responsabilidades de mi familia y del hogar. Una noche sentí un fuerte dolor de espalda; al día siguiente el dolor se había extendido al pecho, lo que me hacía difícil respirar. La segunda noche me fue imposible acostarme; era demasiado doloroso estar en posición horizontal. Sabía que debía orar más consagradamente para sanar esta situación.
Orando reconocí que la vida del hombre no está dividida en varias partes y que, por lo tanto, nuestra propia vida puede ser vista como un ministerio completo ordenado por Dios. Al estar establecido por la Vida divina, el ser del hombre es completo y perfecto, la expresión espiritual de la naturaleza de Dios. Puesto que las cualidades que manifiesta el hombre tienen un origen divino, no pueden ser perturbadas por conflictos, temores o presiones. El propósito de Dios envuelve la vida del hombre.
La revelación fue maravillosa; mis oraciones fueron inspiradas por una mayor percepción de la misión ordenada por Dios: expresar a Dios en cada cosa que hago y saber que esta actividad bendice todo lo que mi vida incluye. Continué orando así y entonces sentí el toque del Cristo sanador. Horas más tarde los síntomas del problema de la espalda y de la contracción de los músculos había desaparecido completamente.
La influencia del Cristo, la Verdad, establece nuestro ministerio más plenamente en el pensamiento. Nuestra percepción de las cosas cambia. Sea cual sea el lugar donde nos encontremos, somos capaces de verlo como un refugio contra el mal, y como un lugar de paz para todos. Nos damos cuenta de que nuestras relaciones se caracterizan por las más elevadas normas morales y éticas. Nos liberamos de la presión y la ansiedad, porque estamos recurriendo al Amor divino en el momento de tomar decisiones y lo percibimos como la fuente de toda acción y oportunidad. Comprendemos que nuestro reconocimiento de la omnipresencia de Dios es percibido por todos aquellos con quienes nos relacionamos, y aquellos que nuestra oración alcanza. Somos bendecidos con dominio.
Esta forma de ministerio era lo que Jesús esperaba de todos sus seguidores. Al hablar de ello, la Sra. Eddy hace esta poderosa pregunta en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: "¿Quién está dispuesto a seguir sus enseñanzas y su ejemplo?" Entonces, podríamos decir que ella define nuestro ministerio con estas palabras: "Todos tienen que plantarse tarde o temprano en Cristo, la idea verdadera de Dios".Ciencia y Salud, pág. 54. Al vivir hoy desde esta nueva profundidad del amor, podemos abrazar a todos en el ministerio sanador de nuestra vida, y hacerlo con dominio.
