Las Naciones Unidas han designado a 1994 como el "Año Internacional de la Familia". Esta sección del Heraldo tratará sobre los recursos espirituales que están al alcance de las familias. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: "Con un mismo Padre, o sea Dios, todos en la familia humana serían hermanos; y con una Mente única, y siendo ésa Dios, o el bien, la hermandad del hombre consistiría de Amor y Verdad y tendría unidad de Principio y poder espiritual, que constituyen la Ciencia divina" (pág. 469). El Heraldo publicará más material sobre este tema en octubre.
Durante Años Habia estado fingiendo que todo andaba muy bien, cuando en realidad era ofendida todo el tiempo". Una mujer dijo estas palabras al referirse a su divorcio, pero hubieran podido ser las mías.
Hace varios años mi esposo aceptó una nueva posición en ventas que parecía ser un gran paso de progreso. Sin embargo, al pasar las semanas, su trabajo requería más y más de su tiempo. Finalmente pareció transformarse en lo más importante y en lo que ocupaba todo su tiempo. Le quedaba muy poco tiempo y energías para mí y para nuestra joven familia.
Esta situación continuó y nuestros intereses comunes fueron quedando atrás uno a uno; entonces empecé a sentir que estaba cada vez más alejada de él y eso me era muy difícil de superar. Finalmente, sentí que no había nada que mantuviera unido a nuestro matrimonio. Me venían pensamientos de divorcio con frecuencia. Cuando hablé con mi esposo sobre la situación, estaba insensible. Estaba tan agobiado con los problemas en su trabajo que no le quedaba lugar para nuestros problemas. Yo estaba muy herida, frustrada y resentida.
Empecé a orar desde lo más profundo de mi corazón en busca de consuelo y dirección y para obtener un mejor entendimiento de mi relación con Dios y del permanente lugar que tengo bajo Su cuidado. Leí consecutivamente todo el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy, buscando específicamente las verdades más importantes sobre nuestro matrimonio. Oré sinceramente para poder escuchar y obedecer las instrucciones de Dios, sin importar a donde me guiaran.
También empecé a leer el Sermón del Monte de Cristo Jesús cada domingo, prestando atención para ver qué cualidades necesitaban resplandecer más en mi propia vida. "No juzguéis, para que no seáis juzgados", Mateo 7:1. resaltaba de la página durante muchas semanas, y traté de obedecer esa orden más consecuentemente.
Traté de pensar en las cualidades divinas que veía expresadas en mi marido. Al principio me tomó mucho tiempo pensar en una sola cualidad buena debido a que me sentía muy herida y negativa. Finalmente pude admitir que era muy diligente en sus negocios. Con el uso de un diccionario y otro de sinónimos, encontré que la palabra diligente significa constancia, perseverancia y esfuerzo cuidadoso. Aprendí de Ciencia y Salud que: "en la transmisión figurada del pensamiento divino al humano, la diligencia... lleva el paso con los más altos propósitos".Ciencia y Salud, pág. 514. Aquí había una cualidad derivada directamente de Dios. ¡Estaba encantada! También razoné que si mi marido podía expresar esta cualidad en sus negocios, ella debería ser inherente y, por lo tanto, podría ser expresada en todos los aspectos de su vida, incluso en nuestra familia.
Al día siguiente descubrí muchas más cualidades espirituales que él reflejaba, y pronto no podía creer lo bendecida que era al conocer a un individuo con tantos atributos hermosos.
Durante este tiempo tuve la oportunidad de asistir a la Asamblea Anual de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston. Usé ese tiempo para estar más cerca de Dios, para orar, escuchar y crecer espiritualmente. Esta fue una experiencia que verdaderamente me hizo nacer de nuevo. Esto me conmovió y me tocó en lo más profundo.
Cuando volví a casa tenía un deseo tierno de incluir más a mi esposo en nuestra familia. Encontré muchas formas prácticas en que nuestra familia podía "ir hacia él" si él no podía estar con nosotros. Hacíamos pequeñas cositas para él y poníamos notas y bocadillos en su camioneta cada día.
Para el momento en que terminé de leer Ciencia y Salud y había consagrado bastante tiempo a estudiar la Biblia, mi concepto de mi esposo había cambiado totalmente. Ya no sentía que estaba separada de él ni del Amor divino. Ya no sentía que estaba amenazada por sus imposibles horas de trabajo. Nuevas actividades y dirección se abrieron en mi propia vida, y me sentí más fuerte y más completa. Me liberé de la tendencia a condenar y a juzgar y surgió un nuevo deseo de tratar de amar la individualidad de cada persona por ser la idea de Dios y dejar que la gente resuelva su propia salvación con el Padre.
En este momento comencé a ver progreso en mi matrimonio, un poco de ternura y un mejor sentido de equilibrio. Pensé que tal vez la curación era completa. Sin embargo, después de atravesar una muy difícil situación en nuestra familia, mi esposo se alejó de la religión y otra vez empezó a sumirse en su trabajo.
Me vi forzada a profundizar aún más para encontrar un sentido de plenitud y alegría que no dependía de una persona. A través de la oración finalmente alcancé el punto donde yo sabía que podía confiar en Dios completamente para mi vida y el bienestar de nuestros hijos.
Aprendí que la felicidad viene de Dios y que se expresa eternamente en cada uno de Sus hijos. Por lo tanto podía y debía exigir y vivir esa felicidad a cada momento. Aprendí que era responsable de mis propios pensamientos, y sentí que al estar preocupada cuidando de la pureza de mis propios pensamientos, estaba menos preocupada con, o dependía menos de, lo que otros hicieran.
Lentos cambios se produjeron en nuestro matrimonio. Empecé a encontrar en mi esposo a aquel que conocí y amé, y observé que él tenía más amor y cuidado para mí y para la familia. Sentí un nuevo compromiso de parte de mi esposo para nuestra unión. La siguiente Navidad me dio un anillo nuevo con la forma de una flor. Mi anillo de casada tenía la forma de un pequeño capullo. Y verdaderamente sentí que nuestro matrimonio se había abierto y florecido. En realidad sentí como si me hubiera casado otra vez.
Eso fue hace casi diez años, y continuamos aprendiendo y creciendo dentro de nuestro matrimonio. Hay más entendimiento, ternura y cuidado que nunca.
Sé que si la oración ha preservado y fortalecido nuestro matrimonio, puede hacer lo mismo por otros. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "La circunstancia misma que tu sentido sufriente considera enojosa y aflictiva, puede convertirla el Amor en un ángel que hospedas sin saberlo. Entonces susurra suavemente el pensamiento: '¡Ven acá!' Levántate de tu consciencia falsa al concepto verdadero del Amor y mira la esposa del Cordero — el Amor desposado con su propia idea espiritual".Ibid., págs. 574–575.
Fueron las verdades de este libro Ciencia y Salud y de la Biblia las que rescataron mi matrimonio. Estas verdades espirituales me consolaron, me fortalecieron, me alentaron, me censuraron y me reformaron. El deseo de entender y crecer con estas verdades puede restaurar, consolidar y endulzar los matrimonios. Esto no solo bendice a las personas afectadas, sino también a todo el mundo.
Un comentario del esposo de la autora
Queridos Redactores:
Deseo confirmar lo que mi esposa ha escrito con respecto a los desafíos que tuvimos que enfrentar a lo largo de los 21 años de nuestro matrimonio. El mundo de hoy constantemente presenta desafíos para la ternura, el entendimiento, el compromiso y el amor necesarios para hacer que un matrimonia florezca y crezca. Sé que el compromiso de mi esposa al orar por la situación ayudó al cambio y nos fusionó a ambos en una pareja mejor como matrimonio. Estoy verdaderamente agradecido por su dedicación al buscar respuestas a través de la oración y porque eso fortaleció nuestro matrimonio.
