Años Atras Cuando nuestros hijos concurrían al jardín de infantes, los llevábamos en coche junto con cuatro o cinco niños más, y nosotros los padres nos turnábamos para llevarlos y traerlos. Un día una de las mamás me dijo: “Le pregunté a tu hijo algo que no tenía derecho a preguntar, y ¡deberías haber oído lo que me contestó!”
Me contó entonces que nuestro hijo hablaba tanto de que iba a la iglesia que ella no pudo resistir decirle: “Dime honestamente, ¿qué prefieres, ir a la iglesia o al jardín de infantes?” (Recuerdo que pensé que esta pregunta no era del todo justa ya que a él ¡le encantaba ir al jardín!)
La madre continuó: “Y ¿sabes qué me contestó? Que prefería ir a la iglesia”. Yo quedé casi tan sorprendida como ella, y a la vez muy contenta.
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