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"Mete tu espada en la vaina"

Del número de julio de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Estudio De la Ciencia Cristiana nos enseña que todo problema físico, emocional o personal se puede corregir y sanar al ceder ante los hechos metafísicos. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras escrito por la Sra. Eddy, declara: "El efecto de esa Ciencia es incitar a la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda dar lugar a la armonía de la Mente divina".Ciencia y Salud, pág. 162. Cuando se produce una curación, no se destruye nada bueno. Más bien, lo que sucede es que la mente humana cede a la armonía de la Mente divina, y vemos individualmente que un poquito más del reino de Dios viene a la tierra.

Esta forma de ceder es esencial para sanar los desafíos que enfrenta tanto una iglesia como nuestra propia vida. A veces conviene preguntarnos: "¿Qué estoy viendo yo que Dios no está viendo?" Puesto que Dios es la única causa genuina y la creación es Su efecto espiritual y perfecto, lo que estoy viendo ¿es válido desde el punto de vista absoluto de la Ciencia Cristiana? Lo que más se necesita no es pasar por alto lo que puede ser necesario corregir, sino escuchar la verdad que Dios está impartiendo, cultivar un amor aún más profundo a Dios, estar dispuestos a entregarse a lo que sabe la Mente pura.

Me gustaría compartir una experiencia que tuve en la que obtuve una vislumbre de dónde realmente radica el problema y cómo sanarlo. Al igual que a otros miembros, me ha perturbado en los últimos años lo que he escuchado ocasionalmente sobre mi Iglesia. Sin embargo, sé que enredarse en peleas o entregarse al chisme no contribuye a la curación. Por eso, cada vez que me venían sugestiones perturbadoras, recurría Dios en oración e intentaba entender más completamente Su control infinito y perfecto. Pero seguía trastornada. Inconscientemente, estaba pensando en términos de culpa en lugar de fortalecer mi propia habilidad para ver cómo Dios estaba llevando a cabo Su propósito.

Todos los días oraba cuidadosamente en apoyo de la Iglesia y trataba los argumentos específicos que se presentaban a la puerta de mi pensamiento. Pero no reconocía que durante todo este tiempo estaba abrigando opiniones mortales sobre si ciertas decisiones eran correctas o equivocadas.

Por supuesto, lo que necesitaba hacer era no eludir mis obligaciones como miembro de una iglesia para pensar por mí misma. Nadie puede permitirse ser un seguidor a ciegas. Eso no es lo que estoy diciendo. Está bien aceptar nuestras intuiciones espirituales y después tratar los asuntos específicos que requieren nuestra atención mediante la oración científicamente cristiana. Ese tipo de oración conduce a que se lleven a cabo acciones sanadoras.

No estaba realmente contrariada por lo que otros estaban haciendo. Estaba contrariada porque no estaba viendo al hombre en la Ciencia, y a Dios en completo control de la idea de Iglesia.

Si bien no había estado discutiendo con nadie sobre una serie de opiniones humanas, mentalmente tampoco me estaba desprendiendo de esa controversia. Me enorgullecía de estar haciéndole frente por medio de la oración, y no obstante, todavía me aferraba al falso sentido de una iglesia llena de personalidades y de pequeñas mentes que tomaban distintos partidos sobre los asuntos. De pronto tuve agudos síntomas de gripe. Me apareció una tos muy fuerte que no cedía al tratamiento. La condición persistió por más de un mes. Un dedicado practicista de la Ciencia Cristiana me ayudaba, pero la tos se agudizaba. Realmente yo no había estado tratando científicamente mediante la oración los elementos negativos de pensamiento que había estado albergando. Como consecuencia, mi consciencia no se había estado regenerando mucho. La Sra. Eddy dice de la regeneración: "Es el advenimiento de la ley divina al entendimiento humano; la espiritualización que procede del sentido espiritual en contraste con el testimonio de los llamados sentidos materiales".Escritos Misceláneos, pág. 73.

Entonces una noche tuve un verdadero encuentro espiritual con la divina influencia sanadora, o Cristo, Cuando ahora reflexiono sobre ello, pienso en el encuentro que tuvo Pablo cuando iba camino a Damasco. Cuando se vio frente a frente con el Cristo, sus ojos fueron abiertos, y vio las cosas de una manera completamente distinta.

Me desperté alrededor de las dos de la madrugada. Estaba llena de gratitud, porque era la primera noche de sueño reparador en un mes. Yacía allí, libre de la tos incesante que tanto había atormentado mi cuerpo. Y entonces habló el Cristo, y las palabras: "Mete tu espada en la vaina..." Juan 18:11. penetraron mi pensamiento con autoridad decisiva.

A esa altura, algo me vino vívidamente. Me di cuenta de que en esa noche memorable en el jardín de Getsemaní, cuando los soldados vinieron a llevarse a Cristo Jesús, uno de sus discípulos había desenvainado su espada y cortado la oreja de un soldado. Pero la reprensión de Jesús fue instantánea. ¿Por qué? De pronto fue muy claro para mí que el discípulo estaba descendiendo a las formas mundanas para apoyar a su Maestro. Jesús sabía que sólo una forma traería la solución final a las profundas corrientes de pensamiento en pugna, y que esa forma era mediante el poder espiritual de Dios, dependiendo absolutamente del poder de la oración y de la unidad del hombre con el Padre. Y vi que yo había estado atrapada en la forma de proceder del mundo cuando ponía atención a la opinión humana.

¡He aquí una espada que no me había dado cuenta de que había desenvainado! Había permitido que mis pensamientos estuvieran en una posición conflictiva en vez de sanadora. Entonces la luz de la Verdad vino con tal poder que puso al descubierto una iglesia material llena de personalidades materiales con mentes distintas tomando decisiones prudentes o imprudentes o estando en conflicto con las mismas. A diferencia de ello, vi la bendita presencia y poder que tiene el Cristo para sanar.

Fue obvio para mí que si confiaba en el Manual de La Iglesia Madre, y de ese modo en la continua guía de la Sra. Eddy, debía confiar en el poder de Dios, expresado en mi propio tratamiento para la Iglesia en la Ciencia Cristiana, para ayudar a revelar cómo la Iglesia, en su pureza original como una idea en la Mente, es gobernada y controlada por la Mente. Además debía confiar en la forma de gobierno que estableció la Sra. Eddy siguiendo la guía de Dios. Una confianza tal es, por supuesto, activa, no pasiva. Requiere que oremos activa y continuamente sobre una base científica.

Como San Pablo, me sentí totalmente inundada por la brillantez de lo que fue, para mí, una verdadera revelación, y por haber visto directamente mi propia necesidad de crecer, de ser transformada. Y como Pablo, quien fue lavado de su pensamiento arrogante hasta quedar limpio, salí de este período de prueba purificada y bendecida. A medida que esta luz divina limpiaba aquellos rincones, el amor del Amor infinito inundó mi pensamiento, y vi a cada miembro de nuestra Iglesia seguro en las manos extendidas de Dios, cada miembro puro y perfecto. Vi un solo Ego, Dios expresándose a Sí Mismo como el único Ego en mi vida y en la vida de mis compañeros de la Iglesia.

Este desarrollo y purificación continuaron durante varios días, y emergí de toda la experiencia completamente en paz respecto a mi Iglesia. Comprendí que las respuestas que necesitaba respecto a sus actividades serían provistas al confiar en un Dios amoroso. No cambié meramente mis opiniones humanas; las entregué completamente a las directivas de la Mente. Fue una curación en la Ciencia Cristiana, en la que la mente humana cedió a la armonía de la Mente divina, y capté una vislumbre radiante del reino de Dios que está en la tierra.

La mejor forma de contribuir a la dirección de nuestra Iglesia es unirnos en oración, hacer nuestra parte diariamente orando concienzudamente para amar y apoyar esta Iglesia. Nuestras oraciones tendrán un poderoso efecto sanador a medida que miremos más allá de los ladrillos y la argamasa y discernamos la inmensidad de la idea espiritual de Iglesia en toda su pureza y perfección.

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