El Practicar La Ciencia Cristiana, el deseo de vencer la enfermedad y el pecado por medio de una creciente comprensión de la totalidad de Dios, el bien, surge naturalmente. Pero el poder sanarnos a nosotros mismos es solamente el comienzo de esta práctica.
Al progresar espiritualmente, un Científico Cristiano no solo ve la necesidad de extender el ministerio de la curación a un nivel mundial, sino que también descubre su capacidad para ampliar su propio trabajo sanador y desarrollar una práctica de la curación cristiana que abarque al mundo entero. También ve que esto está de acuerdo con lo que Cristo Jesús esperaba de Sus seguidores. El Maestro dijo: "Vosotros sois la luz del mundo". Mateo 5:14. Para los sanadores cristianos, la instrucción y el ejemplo de Jesús los alienta en gran manera a que hagan que el pensamiento espiritualmente iluminado se extienda cada vez más.
La capacidad para lograr una influencia sanadora de mayor alcance en todo el mundo no parece misteriosa ni antinatural cuando se comprende que el hombre no es lo que se nos ha educado a creer que es: una criatura con una mentalidad material. Su origen es el Espíritu, Dios, la Mente perfecta e infinita. Una inteligencia o amor limitados no pueden ser propios del hombre de Dios, quien refleja el poder y la naturaleza infinitas del Espíritu. Estas limitaciones presentan un sentido mortal y falso de las aptitudes del hombre. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Los mortales tienen un concepto muy imperfecto del hombre espiritual y del ámbito infinito de su pensamiento”.Ciencia y Salud, pág. 258. El cambiar el concepto de que no somos ni espirituales ni perfectos por la verdad de lo que somos realmente, nos enseña algo más sobre la capacidad sin límites que tenemos para hacer el bien en el mundo.
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