Cuando Me Internaron en un hospital por un problema en los riñones, mi médico me dijo que nunca recuperaría totalmente la salud, que debería tomar medicina por el resto de mi vida, y que no iba a poder tener hijos. Además, debería seguir una dieta estricta. No quería vivir una vida tan desdichada.
Mi hermana mayor estaba estudiando Ciencia Cristiana y me sugirió que buscara curación en la Ciencia. Al comienzo, pensé que si debía implorar a Dios cada vez que tenía problemas, mi vida seguiría siendo desdichada. Pero un Científico Cristiano me dijo que Dios no es alguien a quien se debe implorar, sino que a medida que yo comprendiera a Dios, podría ver mi verdadero ser, tal como lo indica la Biblia, hecho a imagen y semejanza de Dios (véase Gén. 1:26). Pude aceptar que esto era verdad, y aprendí a rechazar el falso concepto respecto a la enfermedad.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Estad de portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que queráis que se realicen en resultados corporales, os gobernaréis armoniosamente” (pág. 392). Aprendí a ser receptiva a los mandatos de Dios. Me di cuenta de que también me era posible aceptar que debido a que Dios es Todo en todo, mis verdaderos pensamientos provienen de la Mente divina.
Sin embargo, no fue tan fácil abandonar el temor a la enfermedad. Le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí. Aunque tardó varios meses, tuve una curación completa del problema en los riñones. Me casé y ahora tengo dos hijos. Durante los partos oré a Dios con todo mi corazón y los nacimientos se produjeron sin ningún problema.
Tiempo después tuve mastitis y sané con la ayuda de un practicista.
Siempre oro cuando surge la necesidad de sanar. A pesar de que no me resulta fácil disciplinar mi pensamiento cuando oro, me dan aliento las amables palabras de un practicista que me aseguró que yo escucho muy bien la voz de Dios. Siempre trato de hacer todo lo que está a mi alcance para escuchar Su voz.
Estoy profundamente agradecida a Dios y a los miembros de la Iglesia de la Ciencia Cristiana que me han ayudado.
Tokio, Japón
