Conoci La Ciencia Cristiana hace muchos años, cuando mi madre estaba gravemente enferma de cáncer. Ella ya había tenido una operación y estaba aterrorizada cuando le dijeron que a menos que tuviera otra operación, se moriría. Recuerdo que ella llamó a su hermano, que había sido Científico Cristiano por muchos años, y le preguntó si su religión la podía ayudar. El le contestó que sí podía y que estaba muy contento de que le hubiera preguntado. El la puso en contacto con un practicista de la Ciencia Cristiana. Ella también compró Ciencia y Salud y empezó a leerlo, juntamente con la Biblia, y comenzó a asistir a la iglesia. Con la ayuda del practicista, sanó completamente en cerca de tres meses. Ella dijo que no recordaba haberse sentido tan bien antes, y vivió por otros veinte años después de esto.
Fui por primera vez a una iglesia de la Ciencia Cristiana simplemente porque mi madre no quería ir sola. Era una reunión de testimonios, y me pareció maravillosa. Me sentí como si hubiera llegado a mi propia casa; el pensar que Dios es Amor y que El no creó el mal de ninguna clase, me impresionó muchísimo. Sin embargo, recuerdo haberme preguntado una vez: “¿Cómo sé que esto es verdad? ¿Por qué he de creer en algo escrito por una mujer estadounidense de la que nunca antes había oído hablar?” Entonces pensé en la curación de mi madre, y en los testimonios de curaciones que yo había oído. Me di cuenta de que si yo lo comprobaba, mi respuesta sería evidente de por sí.
La primera curación que se produjo por mis propias oraciones fue de un severo catarro y dolor de garganta. Me dijeron que debía irme a la cama a causa de ello. En vez de hacer eso, tomé un Christian Science Sentinel y lo leí de tapa a tapa, tratando de comprender y de practicar lo que estaba leyendo. Dejé de leerlo con disgusto porque no me sentía mejor. Entonces pensé en las curaciones que había oído y leído. Me aparté de la evidencia de la enfermedad mentalmente, y traté de ver que Dios llenaba todo el espacio. Súbitamente lo percibí, y fue como una luz. Me di cuenta de que nada que no fuera bueno podía existir si Dios era Todo. Entonces todos los síntomas desaparecieron inmediatamente. Seguí aspirando el aire y diciéndome a mí misma: “¡Se ha ido, se ha ido!” Sané perfectamente y me sentí muy bien.
En años posteriores, después de que me casé, mi hijo de tres años tuvo una curación muy importante. El estaba jugando a mi alrededor mientras yo usaba una antigua máquina de exprimir para secar lo que había lavado. Oí un llanto y miré hacia abajo. Vi a mi hijo que estaba sujetando su mano seriamente lastimada. Tenía el dedo cortado a nivel de la primera falange. Lo tomé en brazos y agarré algo para envolver la herida. Lo senté en mis rodillas y empecé a cantar un himno que tiene las palabras de un poema de la Sra. Eddy, especialmente para llenar mi pensamiento con la verdad y calmar mi propio temor. Esto también me ayudó a afirmar que no es posible que haya accidentes en el universo espiritual de Dios, el único lugar donde puede estar el hombre. En alrededor de diez minutos, el niño dejó de llorar, y me sentí bastante calmada y con la certeza de que sanaría por medio de la oración.
Seguí orando por un tiempo con la comprensión de que este niño estaba al cuidado amoroso de Dios, perfecto e intacto. El estuvo contento y sin dolor después de este punto en la curación.
Cuando mi esposo llegó a casa y le conté lo sucedido, él me pidió ver la herida y me dijo que llamara a un médico o que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana. Sentí que debía apoyarme en la Ciencia Cristiana, y cuando llamé a una practicista, ella inmediatamente reiteró lo que yo había afirmado sobre la irrealidad de los accidentes. Ella me dijo que me aferrara firmemente al hecho de que el hombre es espiritual y no puede ser herido ni lesionado de ninguna forma.
Aunque mantuvimos el dedo vendado, no hicimos ningún intento por volver a poner en su lugar lo que se había cortado. Continué orando durante cinco semanas, durante las cuales el dedo volvió a crecer completamente, incluso la uña. Nuestro hijo nunca perdió el sueño. Jugaba cada día como de costumbre, y aparentemente no estaba consciente de la lesión. El muchacho es ahora un hombre joven, y este dedo parece igual que los otros.
Estoy muy contenta de que hoy que soy una persona mayor, puedo decir como Josué: “Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar” (Josué 14:11). (¡En realidad, no estoy pensando en ir a la guerra!) Puedo subir corriendo las escaleras, manejar un auto sin lentes y en general hacer las mismas cosas que he disfrutado hacer por muchos años. Le debo esto a mi comprensión de la Ciencia Cristiana, la verdad espiritual que la Sra. Eddy reveló a otros para que comprendieran y practicaran.
Manchester
Greater Manchester, Inglaterra
Nota de los Redactores: Actualmente, la ley en Inglaterra requiere que los padres llamen a un médico para atender a un menor de dieciséis años en casos similares.