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Conoci La Ciencia Cristiana...

Del número de mayo de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conoci La Ciencia Cristiana hace muchos años, cuando mi madre estaba gravemente enferma de cáncer. Ella ya había tenido una operación y estaba aterrorizada cuando le dijeron que a menos que tuviera otra operación, se moriría. Recuerdo que ella llamó a su hermano, que había sido Científico Cristiano por muchos años, y le preguntó si su religión la podía ayudar. El le contestó que sí podía y que estaba muy contento de que le hubiera preguntado. El la puso en contacto con un practicista de la Ciencia Cristiana. Ella también compró Ciencia y Salud y empezó a leerlo, juntamente con la Biblia, y comenzó a asistir a la iglesia. Con la ayuda del practicista, sanó completamente en cerca de tres meses. Ella dijo que no recordaba haberse sentido tan bien antes, y vivió por otros veinte años después de esto.

Fui por primera vez a una iglesia de la Ciencia Cristiana simplemente porque mi madre no quería ir sola. Era una reunión de testimonios, y me pareció maravillosa. Me sentí como si hubiera llegado a mi propia casa; el pensar que Dios es Amor y que El no creó el mal de ninguna clase, me impresionó muchísimo. Sin embargo, recuerdo haberme preguntado una vez: “¿Cómo sé que esto es verdad? ¿Por qué he de creer en algo escrito por una mujer estadounidense de la que nunca antes había oído hablar?” Entonces pensé en la curación de mi madre, y en los testimonios de curaciones que yo había oído. Me di cuenta de que si yo lo comprobaba, mi respuesta sería evidente de por sí.

La primera curación que se produjo por mis propias oraciones fue de un severo catarro y dolor de garganta. Me dijeron que debía irme a la cama a causa de ello. En vez de hacer eso, tomé un Christian Science Sentinel y lo leí de tapa a tapa, tratando de comprender y de practicar lo que estaba leyendo. Dejé de leerlo con disgusto porque no me sentía mejor. Entonces pensé en las curaciones que había oído y leído. Me aparté de la evidencia de la enfermedad mentalmente, y traté de ver que Dios llenaba todo el espacio. Súbitamente lo percibí, y fue como una luz. Me di cuenta de que nada que no fuera bueno podía existir si Dios era Todo. Entonces todos los síntomas desaparecieron inmediatamente. Seguí aspirando el aire y diciéndome a mí misma: “¡Se ha ido, se ha ido!” Sané perfectamente y me sentí muy bien.

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