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Encontremos la guía de Dios

Del número de mayo de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Una Persona Que conozco me dijo el otro día que una amiga de ella y su novio se habían hecho adivinar la suerte por números, y además el horóscopo. Estaba muy contenta porque la mayor parte del pronóstico había sido bueno. Usted posiblemente conozca a gente que hace este tipo de cosas.

Sin embargo, he encontrado muy poca gente que admita que toma en serio la numerología, la astrología, el tarot o el “I Ching”. Dicen que lo hacen solo por diversión. Aun así, yendo a mi oficina en la Ciudad de Nueva York, a lo largo de diez cuadras alcancé a contar veinticuatro lugares en donde me podrían haber leído la palma de la mano o tirado las cartas del tarot.

Siendo tan popular, mucha gente se sorprende que un cristiano no tenga ningún interés en ese tipo de cosas. Lejos de ser inocentes entretenimientos, tales prácticas deshonran — en realidad tratan de suplantar — a Dios. Algunas personas sin duda dirán: “¡Usted toma esas cosas demasiado en serio!” Pero la verdad es que todo lo que trate de usurpar las prerrogativas de Dios o de derivar nuestra confianza en El hacia cualquier otra cosa tiene un impacto notable en nuestra salud y en nuestra vida espiritual.

En Exodo leemos que el Primer Mandamiento es: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Ex. 20:2. La obediencia a este Mandamiento trajo una gran disciplina espiritual a la vida de los hijos de Israel. Ellos no debían rendir culto ni al sol ni a la luna, ni a los planetas ni a las estrellas; no debían reconocer ninguna otra causa, fuerza o jurisdicción sobre sus vidas, que no partiese del Dios único, el gran Yo soy, el Espíritu infinito. El sol podía simbolizar la gloria de Dios, el número siete podía representar la totalidad; pero confundir los símbolos con los hechos espirituales que ellos representan era caer en la superstición. Otorgar poder a los símbolos deshonra a Dios y oculta los hechos espirituales que estos deberían revelar. Peor aún, nos priva de estar conscientes del poder y la guía que Dios tiene en nuestra vida diaria.

El profeta Isaías dijo: “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios?” Isa. 8:19. En su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, ofrece este punto de vista acerca de la naturaleza de la Deidad: “Dios. El gran Yo soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda sustancia; inteligencia”.Ciencia y Salud, pág. 587. ¿Acaso esta explicación de la fuente de toda guía e inteligencia, no hace que uno se sienta avergonzado de recurrir al numerologista del barrio?

No obstante, para mucha gente, cómo obtener la ayuda divina es un misterio. Nuestro primer paso para encontrar la ayuda de Dios es reconocer Su existencia, afirmar que El es la Mente infinita, que todo lo sabe y es todo sabiduría. Dios es nuestro Creador; nosotros somos Sus ideas y Su influencia actúa dentro de nosotros. Cuanto más recurrimos a El en oración, más sentimos la intuición espiritual que nos asegura que el paso que vamos a dar es correcto o equivocado. Discernimos que el Amor divino está operando en nuestra vida y en la vida de los demás. Mientras más demostramos nuestra fidelidad a Dios — volviéndonos solo a El en busca de ayuda y consejo, aceptando solo Su poder, sabiendo que el bien es omnipotente — más hallaremos el progreso, la armonía, el orden y la seguridad que naturalmente anhelamos.

Nuestro Maestro, Cristo Jesús, es el supremo ejemplo de lo que significa vivir de ese modo. La Biblia muestra que él oraba con regularidad y profundamente, con todo su corazón. El mantenía una estrecha comunión con Dios. Esto colmó su vida de la evidencia del poder de Dios. Sus obras ilustraban la voluntad de Dios, el amor inagotable de Dios. Para Jesús tanto el futuro como el presente estaban firmemente en manos de Dios. Y él se volvía a Dios en busca de seguridad y guía. Si creemos en el Cristo, nos volveremos a Dios tan inmediatamente como hacía Jesús en busca de su guía diaria.

El horóscopo o las cartas del tarot pueden proveer entretenimiento o esperanza pasajeros, pero nos separan del Cristo, la Verdad. Algunos males parecen inocentes en la superficie, pero nadie puede permitirse el lujo de separarse en lo más mínimo de la Ciencia del cristianismo, que revela que la voluntad y el poder de Dios actúan hoy en nuestra vida.

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