Un Dia, Un amigo y yo estábamos comentando que ahora que ya no existe el muro de Berlín, él puede satisfacer su entusiasmo por las cabalgatas, internándose en lo que antes era la República Democrática Alemana. Me dijo que durante uno de esos paseos había ido tan lejos que se perdió y ¡estaba preocupado por encontrar el camino de regreso! Mi amigo es un miembro activo de su iglesia y, como yo, a menudo se vuelve a Dios en oración. Por lo tanto, le pregunté: “¿Oraste para encontrar el camino?” Para mi sorpresa, me respondió: “Si hubiese estado solo, habría orado. Pero, como tú sabes, estaba con el caballo, y es bien sabido que los caballos siempre encuentran el camino de regreso a su establo. Así que simplemente confié en eso”.
Su respuesta nos hizo reír a ambos, pero más tarde me hizo reflexionar si había momentos en los cuales yo también confiaba en “el caballo” en lugar de orar.
Aun cuando estamos acostumbrados a volvernos a Dios en oración, a veces, consciente o inconscientemente, descubrimos que confiamos en una persona o en un objeto, en lugar de confiar en Dios. Un ejemplo de eso es la parábola de Jesús referente al hijo pródigo que cita la Biblia. Véase Lucas 15:11–32. Para mí, esa parábola contiene innumerables aspectos donde se advierte la diferencia entre confiar en “el caballo” y apoyarse en Dios.
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