Un Dia, Un amigo y yo estábamos comentando que ahora que ya no existe el muro de Berlín, él puede satisfacer su entusiasmo por las cabalgatas, internándose en lo que antes era la República Democrática Alemana. Me dijo que durante uno de esos paseos había ido tan lejos que se perdió y ¡estaba preocupado por encontrar el camino de regreso! Mi amigo es un miembro activo de su iglesia y, como yo, a menudo se vuelve a Dios en oración. Por lo tanto, le pregunté: “¿Oraste para encontrar el camino?” Para mi sorpresa, me respondió: “Si hubiese estado solo, habría orado. Pero, como tú sabes, estaba con el caballo, y es bien sabido que los caballos siempre encuentran el camino de regreso a su establo. Así que simplemente confié en eso”.
Su respuesta nos hizo reír a ambos, pero más tarde me hizo reflexionar si había momentos en los cuales yo también confiaba en “el caballo” en lugar de orar.
Aun cuando estamos acostumbrados a volvernos a Dios en oración, a veces, consciente o inconscientemente, descubrimos que confiamos en una persona o en un objeto, en lugar de confiar en Dios. Un ejemplo de eso es la parábola de Jesús referente al hijo pródigo que cita la Biblia. Véase Lucas 15:11–32. Para mí, esa parábola contiene innumerables aspectos donde se advierte la diferencia entre confiar en “el caballo” y apoyarse en Dios.
Tal como lo relata el Evangelio según Lucas, la historia comienza cuando un joven le exige a su padre que le entregue su parte de la herencia a fin de irse a vivir por su cuenta. Su decisión de confiar en su herencia, sería como apoyarse en un “caballo” en lugar de confiar en Dios, su Padre, para que satisfaga todas sus necesidades. Al principio, su vida transcurre tal como él se la ha imaginado y deseado. Sin embargo, las extravagancias y circunstancias adversas lo llevan finalmente a la pobreza. Al llegar a este punto, podría haberse vuelto a Dios en busca de ayuda. ¡Pero no lo hizo!
En la parábola hay un pasaje que, después de la conversación que tuve con mi amigo, se me presentó bajo una luz diferente. Relata que el hijo pródigo “se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra”, como última esperanza de mejorar su mala suerte. O sea, en lugar de emprender el camino conocido de regreso a su hogar, a lo de su padre, el hijo elige un nuevo “caballo” en la forma de un “ciudadano”.
La Biblia simplemente dice que este “ciudadano” envió al hijo pródigo a sus tierras para que alimentara a los cerdos. No da la impresión de que haya asumido alguna responsabilidad respecto al joven, ni que haya percibido cual era su verdadera hambre, que, en realidad, era hambre espiritual.
Habiendo “tocado” fondo en lo que se considera la sociedad humana, el joven humildemente decide volver a lo de su padre para pedirle que lo contrate como jornalero. Al abandonar su enfoque meramente materialista de la vida, ahora puede dar este paso que lo lleva a expresar humildad.
La humildad es uno de los pasos esenciales que debemos dar cuando tratamos de liberarnos de la influencia de la mente mortal, o carnal, a fin de conocer nuestro verdadero ser espiritual. La Sra. Eddy escribe: “Uno jamás puede ascender hasta que no haya descendido en su propia estimación”.Escritos Misceláneos, pág. 356. Y para el hijo, el estar humildemente dispuesto a que su padre lo contrate como uno de sus jornaleros fue el primer paso en la solución de sus problemas.
Al continuar leyendo el Evangelio según Lucas, cada uno de nosotros puede sentir la alegría de ambos, del padre y del hijo, al descubrir cómo el padre recibe al hijo que regresa. El padre no sólo sale a su encuentro sino que evita que su hijo pronuncie las palabras “hazme como a uno de tus jornaleros” que era lo que el hijo había pensado decir.
Podemos aprender de esta parábola que el heredero del padre siempre continúa siendo el hijo, nunca se convierte en un jornalero. Esta percepción nos permite captar un poco de lo que somos verdaderamente como reflejo espiritual de Dios. Nuestro Padre-Madre Dios nunca ha conocido a sus hijos de otra manera que no sea como Sus amados hijos e hijas totalmente espirituales y buenos. Nuestra tarea consiste, en llegar a conocer a través de la humildad, al Padre y nuestra propia identidad espiritual.
No se nos pide que hagamos solos esta tarea. La Sra. Eddy, declara en su obra más importante, Ciencia y Salud: “ ‘Ocupaos en vuestra salvación’ es la exigencia de la Vida y el Amor, porque para este fin Dios obra con vosotros”.Ciencia y Salud, pág. 22. ¡Es fascinante pensar que Dios obra con nosotros! Destaca el hecho de que la Mente divina está siempre activa — expresando en el hombre su naturaleza perfecta e ilimitada — y debido a que el hombre es el reflejo de esta Mente podemos expresar en nuestra vida todas las aptitudes que necesitamos.
No obstante, esto no siempre es fácil, especialmente si nos hemos dejado manejar por el egoísmo y nos hemos apartado de Dios. Eso es algo que conozco muy bien, porque durante varios años mi vida fue como la del hijo pródigo.
Mientras era pequeña y durante la adolescencia, asistí con mucho entusiasmo a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Pero al comenzar mi vida profesional, tuve la impresión de que lo que yo pretendía de la vida no podía conciliarse con las verdades que había aprendido en la Escuela Dominical. Utilizando una tenaz obstinación para abrirme camino a través de mis deseos y esperanzas materiales, me estaba apoyando en “el caballo” y no en Dios. Las palabras que Dios dice a Su pueblo en el libro de Jeremías, iban dirigidas a mí también durante varios años: “Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”. Jer. 2:13.
En esa época todavía no veía con claridad que debía revestirme de la armadura del Espíritu y mantener esa defensa diaria, afirmando mi verdadera naturaleza espiritual y reconociendo también que esto era verdad respecto a los demás. Necesitaba espiritualizar mis pensamientos. Para esa tarea, nuestra ayuda son la oración, la Biblia, los escritos de la Sra. Eddy, las Lecciones Bíblicas semanales del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y una activa participación en los oficios de nuestra iglesia. Todo esto es de gran utilidad para profundizar nuestro conocimiento de Dios y de nuestro verdadero ser a Su semejanza.
En lugar de tratar de revestirme con mi “armadura”, dejé de leer la Lección Bíblica y de asistir a la iglesia. No reconocí que yo había aceptado la creencia de que cosas seguían yendo bien, aun sin Dios y Su guía. El punto de vista humano de que es posible que haya separación entre Dios y Su reflejo, entre Padre e hijo es una de las falsas sugestiones de la mente mortal. Trata de negar la realidad de la relación directa del hombre con su Padre o de representar a Dios solamente como una vaga visión que no puede ser conocida.
En realidad, a veces pensaba en los momentos en que me esforzaba por reconocer que Dios es mi Padre-Madre y por permitirme que El me guiara. Durante esos tiempos, yo había sido realmente mucho más feliz. Pero aún no deseaba, conscientemente, confiar otra vez en Dios.
Mientras tanto, por razones profesionales me había ausentado de mi ciudad natal y me había construido una vida propia en la que era entonces Alemania Occidental. Habían quedado muchas cosas mías en casa de mi madre, y a menudo ella me preguntaba de qué cosas mías podía desprenderse. Yo le permitía deshacerse de revistas viejas, diarios, cuadros, pero siempre insistía en que “esas viejas revistas grises” no se debían tocar. Esas eran las primeras ediciones de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, de la época en que yo asistía a la Escuela Dominical. Aunque aparentemente yo ya no tenía nada que ver con Dios y no quería escuchar nada acerca de El, no quería separarme de esas viejas ediciones del Heraldo.
Hoy, al meditar sobre este hecho, veo claramente que Dios nunca se separó de mí, aunque yo no era lo suficientemente receptiva a El en esa época. Mi veneración por Dios, aunque dormida, que me impulsaba a no permitir que se destruyeran los ejemplares viejos del Heraldo, resulta hoy en día para mí una clara señal de la existencia de Dios y de mi ininterrumpida relación con El, algo que los planes y teorías humanas no pudieron perturbar ni destruir.
Algunas dificultades que se presentaron en mi profesión y en mi vida personal, hicieron que me sintiera preocupada por mi familia, por mi manera de vivir y mi subsistencia. Siguiendo el consejo de algunos colegas, compré un libro que era muy popular y que ofrecía una determinada terapia que se suponía que lo ayudaba a uno a sentirse mejor y a relajarse. Una tarde lo comencé a leer. Nunca abandoné la lectura de un libro con la rapidez con que lo hice con éste. Al día siguiente lo tiré a la basura. Había aprendido lo suficiente sobre la espiritualidad para saber que ese libro, con sus enfoques y consejos psicológicos, no podía brindarme lo que yo verdaderamente ansiaba.
Además de mis dificultades profesionales que no podían eliminarse mediante pensamientos materiales, se presentaron en mi vida preocupaciones de índole personal respecto a un miembro de mi familia, lo que me hizo sentir además un sentimiento de culpa. Por esta razón, un conocido me aconsejó que consultara a un psicólogo. Así lo hice. No recuerdo la manera en que este especialista evaluó la situación. Lo que sí recuerdo de la conversación que tuvimos fue la mención casual que él hizo del término “mente”. La palabra Mente — tal como yo había aprendido en la Escuela Dominical — significa Dios cuando se escribe con mayúscula y ¡fue para mí como un repentino rayo de luz al final de un camino largo y sombrío!
Los pasos que yo debía dar a fin de solucionar mis problemas los veía ahora delante de mí, claros, abiertos y seguros. No iba a continuar apoyándome en “caballos”, sea cual fuere la forma que adoptaran: colegas, terapeutas, libros de autoayuda ni otras cosas que creemos que nos van a proporcionar felicidad y satisfacción. En lugar de todo eso, me volví por entero a Dios, el Espíritu, como la fuente de mi vida, como la Vida divina misma.
Como consecuencia de este despertar a mi verdadera naturaleza espiritual y a la realidad de que Dios es mi Vida, de inmediato comencé a asistir a los servicios religiosos de la iglesia filial de Cristo, Científico, de mi ciudad. Los problemas que me acechaban se solucionaron lentamente pero de una manera maravillosa, y las soluciones que se presentaron superaron en gran manera las expectativas que yo tenía anteriormente.
¡Cuánta liberación existe — y siempre está presente — en el pensamiento que nos recuerda que Dios es la fuente de nuestra vida, de todo el bien, y que lo único que debemos hacer es levantarnos e ir hacia nuestro Padre en oración para sentir Su amor en nuestra vida diaria! Podemos lograr un mejor entendimiento espiritual, en cualquier momento, no importa cuánto nos hayamos alejado aparentemente de Dios y en cuantos “caballos” hayamos depositado nuestra confianza.