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El poder de Dios

Del número de mayo de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cada Dia Nos brinda nuevas oportunidades para descubrir más sobre el poder de Dios y Su Cristo. Para los que están ocupados en la curación cristiana, es esencial obtener un sentido cada vez más amplio del poder divino. La apreciación limitada que tiene el mundo de la magnitud del poder de Dios, somete a la humanidad a dificultades que nunca ocurrirían si la gente supiera que Dios es en realidad todopoderoso, el único poder y la única causa que por siempre ha existido o existirá.

Hay muchos que creen que Dios es todopoderoso, pero también tienden a creer que Su poder obra en beneficio del hombre muy raras veces. Una canción popular reciente afirma que “Dios nos observa desde cierta distancia”. Es este concepto de distancia lo que nos inquieta en vez de consolarnos. Produce inseguridad. ¿Acaso Dios nos observa insensiblemente mientras luchamos y sufrimos, esperando ver si tenemos éxito? ¿Está El dispuesto a ayudarnos? ¿Puede llegar a través de la distancia y acudir a nuestra ayuda? ¿Actúa Su poder aquí?

Asombrosamente la Biblia brinda respuestas directas a tales preguntas. Cuando la entendemos en su significado espiritual, nos da una idea bastante diferente de Dios. Nos revela y destaca que El es infinito y está siempre presente. Nos muestra que la creación está imbuida del poder supremo del Espíritu. Nos ayuda a ver que en realidad el hombre existe en la Mente divina, que es Dios, consciente de Su poder y autoridad. Verdaderamente, no podemos estar fuera del reino de este poder, porque Dios es Todo. No somos inferiores, ni podemos estar fuera de Su alcance. En el reino de Dios nada está excluido, y no existe lugar donde la actividad y el poder de Dios no se expresen totalmente.

La gente ignora que la autoridad de Dios es una realidad vigente y esa ignorancia que surge de la falsa creencia de que Dios está ausente o no es de Su interés ejercer Su poder en favor de la humanidad, los hace propensos al sufrimiento. Esta creencia es una cepa mutante que produce una creencia falsa tras otra, que se traduce en los nombres de cada enfermedad y pecado conocidos o por conocerse. Pero al destruir la creencia, la enfermedad y el pecado desaparecen. Esta frase merece leerse otra vez. Cuando se destruye la creencia de que Dios está ausente o carece de poder o no está dispuesto a ayudarnos, o que el hombre tiene una naturaleza o condición que no es semejante al Divino, se destruyen los efectos de la creencia, o sea, la enfermedad, el pecado y la muerte. La Biblia nos enseña que Dios creó al hombre a Su semejanza. Si no podemos creer en un Dios enfermo, no podemos creer en un hombre enfermo. A medida que entendamos lo que significa ser creados a semejanza de Dios, comprenderemos que somos inseparables de Dios, del poder de Su presencia y de la jurisdicción de Su ley.

El Evangelio según Juan habla de un hombre que nació ciego. Veáse Juan 9:1–7. “¿Quién pecó?”, preguntaron los discípulos de Jesús, “... para que haya nacido ciego?” Las creencias teológicas y fisiológicas aunaron fuerzas para concebir lo que Dios nunca podría haber creado: un hombre ciego. Cuando Cristo Jesús rechazó estas creencias —“No es que pecó éste, ni sus padres,”— la ceguera fue destruida. El hombre fue sanado. El podía ver. En un breve artículo titulado “El Espíritu y la ley”, la Sra. Eddy escribe: “Cuando por medio de la Mente, le devolvió la vista al ciego, escupió, figurada y literalmente, sobre la materia; y, untando al herido espíritu con la gran verdad de que Dios es Todo, demostró el poder sanador y la supremacía de la ley de la Vida y el Amor”.Escritos Misceláneos, pág. 258. La obra de Jesús demostró la falta de poder de la creencia para esclavizar al hombre a la ceguera y el poder verdadero de Dios para mantener la perfección del hombre.

Quizás alguien crea que la enfermedad realmente se ha apoderado de su cuerpo. ¿Es demasiado tarde para acudir a Dios? ¿Puede el poder salvador del Cristo, la Verdad, llegar a esa persona a tiempo? Nunca es demasiado tarde para comenzar a comprender la verdad de la afirmación bíblica: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1. Se cree que la enfermedad es un poder que actúa independiente de Dios. Al destruir la creencia se destruye el proceso de la enfermedad. Dios sostiene al hombre perpetuamente bajo el control de la Vida divina, que imparte la energía y el poder de la salud, jamás males o enfermedades. La enfermedad no tiene poder; es la creencia de que el poder de Dios para mantener la salud y la vida está ausente. Pero Dios no está distante; El está a nuestro alcance. Dios no es pasivo; El es todopoderoso, siempre activo. Tampoco vive el hombre apartado de Dios. El hombre no es independiente de su Hacedor. El hombre es la expresión misma de la Vida divina. El coexiste con Dios. Ahora y eternamente.

Jesús dijo a quienes escuchaban sus enseñanzas que si sus palabras eran difíciles de creer o entender, deberían considerar sus obras. Sus obras eran testimonio del poder de Dios; atestiguaban que Dios está cerca del hombre y que Su ley se aplica a toda necesidad humana. La magnitud del poder divino está extensamente ilustrada en las obras sanadoras de Jesús. La Ciencia Cristiana revela que la historia terrenal de Jesús está indeleblemente grabada en la consciencia de la humanidad para que podamos reconocer que el poder de Dios está siempre presente para ayudarnos y sanarnos. Nos enseña, además, cómo beneficiarnos con este poder y demostrar la autoridad ilimitada del Cristo.


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