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Probemos que el hombre es completo

Del número de mayo de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Comence A estudiar la Ciencia Cristiana acababa de iniciar un nuevo negocio y me vi enfrentado a algunas circunstancias difíciles y apremiantes. Me había mudado con mi familia a otra ciudad y literalmente tenía que empezar de nuevo. Los gastos se acumulaban más rápido que los ingresos que había esperado obtener. A medida que recibía las cuentas, las guardaba en un cajón de mi viejo escritorio con la intención de efectuar el pago cuando se vencieran. De alguna manera me las arreglaba para cumplir con los pagos, pero toda vez que hacía un cheque para cubrir algún gasto, mi firma parecía confirmar que continuamente disminuían mis escasos recursos. Muy pronto comprendí que tenía que revertir mi manera de pensar.

Había tenido muchas curaciones físicas en la Ciencia Cristiana, y confiaba en que podía solucionar los problemas financieros por medio de la oración y de un entendimiento más profundo de Dios. La Biblia y las obras de Mary Baker Eddy ya se habían transformado en mis guías básicas para orar correctamente, así que fue natural para mí consultar estos libros en esta situación.

El primer capítulo del Génesis me recordó que el hombre, a imagen de Dios, expresa el bien infinito. Luego encontré está declaración en Ciencia y Salud: “Pensad menos en las condiciones materiales y más en las espirituales”.Ciencia y Salud, pág. 419. No podía entender como este mensaje podía solucionar mis problemas económicos. Pero venía una y otra vez a mi mente, de manera que lo copié y lo pegué en el cajón que había destinado exclusivamente para las cuentas, donde no podía dejar de verlo.

A medida que continuaba estudiando y orando, fui atraído a abrir la página 591 de Ciencia y Salud, donde la Sra. Eddy describe al hombre como “la compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espiritual de Dios; la representación completa de la Mente”. Mi atención se centró en la palabra completa. Esta se menciona dos veces en esa página para describir la naturaleza espiritual y verdadera del hombre. Al tratar de entender el significado de esta palabra, busqué en el diccionario y encontré esta definición: “Pleno; que contiene lo máximo posible; perfecto; que ha alcanzado el más grande desarrollo o grado más elevado; pudiente, que tiene abundancia”.

Al meditar sobre las verdades espirituales de Dios, comencé a perder de vista las limitaciones y temores que se sienten al tener un concepto material de la existencia.

Pensé: “Si esto es verdad acerca del hombre de Dios, entonces debe ser verdad acerca de mí”. Me di cuenta de que había estado mesmerizado pensando más en las condiciones materiales falsas que en los hechos espirituales del ser. Las cosas temporales como las libretas de cheques, saldos de cuentas bancarias y cuentas por cobrar, no son las cosas que determinan la abundancia del hombre espiritual de Dios. No constituyen ni pueden medir la verdadera provisión que consiste en las ideas de Dios.

Entendí que mi verdadera misión en la vida consistía en manifestar la Mente omnipresente, omniactiva, en forma productiva y con un propósito claro. Afirmé que puesto que tenía abundancia de las ideas ilimitadas de la Mente, poseía lo que necesitaba específicamente en todo momento. Y puesto que Dios me había creado completo, podía demostrar esta abundancia en mi nuevo entorno.

Pero ¿qué debía hacer para probar que estas verdades eran prácticas? Recordé cómo funcionaba la bomba de agua en la pileta de la cocina de mi abuela cuando era niño. Toda vez que quería un vaso de agua, y la bomba no había sido usada por un rato, mi abuela decía: “Tendrás que cebarla — ponerle un poco de agua”. Y siempre funcionó según las instrucciones de la abuela.

Al recordar el pasado y lo que había ocasionado que el agua fluyera de la vieja bomba de agua, también pensé lo que Elías había dicho a la pobre mujer viuda. Ella sólo tenía un puñado de harina y un poco de aceite, e iba a preparar una torta para su hijo y para ella y luego esperaba morir. No obstante, Elías le dijo: “No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta”. 1 Reyes 17:13. Y por primera vez comprendí que Elías, al insistir que primeramente le diera de comer a él, la hizo “cebar”, o prepararse para recibir, la abundancia del bien de Dios que siempre fluiría directamente de Dios a ella, lo cual sucedió.

Nadie ha demostrado mejor que Cristo Jesús esta ley divina de la provisión abundante. Su consejo a toda la humanidad es: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. Lucas 6:38. A medida que reconocemos y expresamos la bondad de la creación de Dios, experimentaremos la misma bondad.

Esto me dio un concepto totalmente nuevo de lo que implicaba realmente cumplir con las obligaciones humanas. Tal como cada factura representa algún bien recibido, cada cheque para el pago de una cuenta debería ser un regalo de gratitud. Por ejemplo, mi factura de electricidad me recuerda el calor y la luz que mi familia entera disfrutó. Pero más importante que las comodidades materiales es el hecho de que el calor y la luz desde un punto de vista espiritual son atributos del Amor divino. Todo el bien tiene su origen en Dios.

Comencé a mirar mi firma en un cheque como la confirmación de mi gratitud, no solo por el bien humano recibido, sino como reconocimiento del incesante amor y cuidado que Dios brinda a Sus hijos. Y descubrí que a diferencia de dar con resentimiento, el dar con gratitud no empobrece. Estoy convencido de que toda vez que damos con gratitud, las ideas que fluyen de Dios se multiplican en la consciencia humana, y llenan la tierra con gracia sanadora y bondad, respondiendo a todas nuestras necesidades.

Se estaba produciendo una transformación mental en mí. Al meditar sobre las verdades espirituales de Dios, comencé a perder de vista las limitaciones y temores que se sienten al tener un concepto material de la existencia. No fue sorprendente, pues, que recibiera llamados de nuevos clientes.

Es muy significativo para mí que desde entonces, a través de la oración científica y el razonamiento espiritual, haya podido cumplir con todas las obligaciones financieras, sin la preocupación y frustración de antes. Pero estoy aun más agradecido por el entendimiento espiritual que obtuve, que permanece y me inspira cada día para conocer mejor a Dios.

El Espíritu y la materia son opuestos, y es muy valioso aprender que en la medida que reconocemos la totalidad del Espíritu, no podemos sufrir a causa de las falsas limitaciones de la materia.

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