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La venida del Cristo

Del número de mayo de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Suponga Que Usted está tratando de explicar la venida del Cristo a alguien que conoce poco o nada del cristianismo. ¿Cómo empezaría a explicar el significado de esta Verdad eterna y salvadora que brilló con tanto fulgor en la vida de Jesús?

Aun antes de empezar a describir la esencia del Cristo, usted podría utilizar algunas imágenes. Quizás imágenes de la naturaleza. Tal vez la venida del Cristo — un despertar de nuestro pensamiento a su poderosa presencia — sea comparable al amanecer de un nuevo día. Hay cierta belleza a medida que la luz comienza a avivar con colores las nubes. Hay un sentido de inevitabilidad sobre el creciente brillo de la luz.

O tal vez la venida del Cristo es como la llegada de la primavera después de un duro y frío invierno. El hielo en el arroyo empieza a derretirse. Pequeñas flores empiezan a aparecer donde la nieve está desapareciendo. Las ramas despuntan hojas. Surge a la vida una especie de ineludible renovación.

Hay gran variedad de cosas que pueden ayudarnos a sentir algo de la influencia del Cristo que comienza a tocar nuestra vida. Pero aun cuando las ilustraciones sean útiles, solo pueden dar un indicio de la magnitud de lo que significa empezar a comprender la venida del Cristo.

Desde los tiempos de los primeros relatos de la Biblia, la gente ha estado experimentando la venida del Cristo, a veces susurrado al pensamiento, a veces en poderosos acontecimientos. De un modo general, el Cristo podría considerarse como la evidencia irrefutable del amor de Dios por el hombre. El Cristo confirma gráficamente la verdad eterna de que el hombre es realmente perfecto, el linaje espiritual y bienamado de Dios.

Tarde o temprano, cada individuo siente y reconoce al Cristo de un modo vital. El Cristo es el mensaje divino que surge en la consciencia revelando a cada uno de nosotros que nuestra verdadera identidad tiene su fuente en el Espíritu en vez de la materia. Desde los primeros tiempos de la Biblia la gente ha sentido que un mensaje de salvación llegaría a la humanidad de una manera muy práctica y específica, en la forma de una persona. El advenimiento de Jesús cumplió de modo contundente la anticipada aparición del Mesías, o Cristo.

Ni la predicción del poder salvador de Dios ni su cumplimiento en la vida de Jesús pudieron ser contenidos. Aquellos de inclinación espiritual que escuchaban, simplemente sintieron la certeza de que el amor de Dios por el hombre se encaminaba de modo irreversible hacia una expresión que podía ser captada y apreciada por un mayor porcentaje de la humanidad. Hubo aquellos de pensamiento lo suficientemente puro como para reconocer que el Cristo iba a venir; ellos vislumbraron esto siglos antes de que Jesús estuviese aquí. Y durante los tres años de su ministerio, hubo quienes vieron en él esta gloria del Cristo. Pero otros estaban dormidos. Ellos no estaban lo suficientemente despiertos como para ver que la vida de Jesús cumplía la profecía de la venida del Cristo.

Aun los discípulos, después de su triste última cena con Jesús y su crucifixión, regresaron a sus soñolientos puntos de vista mortales, pescando y lidiando con la rutina de sus tareas diarias. Se habían vuelto a dormir. Cuando el Maestro apareció a la orilla del mar de Galilea y los llamó a desayunar, tuvieron una especie de despertar. Ese desayuno iluminador con Jesús fue un momento crucial. Los discípulos fueron tocados por las grandes consecuencias que tenía su resurrección. El mundo nunca ha sido el mismo desde que Jesús salió de la tumba. Su reaparición fue de inmenso consuelo para aquellos que fueron capaces de vislumbrar el significado de este transcendental suceso.

Este gran Maestro alarmaba una y otra vez al pensamiento humano. En cierto modo puede haber sido desconcertante, hasta sorprendente, cuando él prometió otro Consolador. El reconoció que tendría que haber una segunda venida — otra venida del Cristo de marcada definición y muy diferente — que toda la humanidad finalmente reconocería. El nos dijo que este Consolador se quedaría con nosotros para siempre. Su promesa es una que continúa emergiendo en las consciencias receptivas. El lo explicó así: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Juan 14:18.

El Maestro prometió que el Consolador nos guiaría a toda la verdad y nos enseñaría todas las cosas. Su promesa fue cumplida con la revelación que tuvo Mary Baker Eddy. La Ciencia divina que ella descubrió y transcribió cumple realmente la promesa de Jesús, de que nosotros seríamos guiados a toda la verdad y que se nos enseñaría todo lo necesario para suplir nuestras necesidades.

La mente carnal puede sugerir que algún aspecto de la verdad está ausente, es desconocido, o es incapaz de tratar la situación que enfrentamos, cualquiera sea ésta. Puede decirnos, sutilmente, que este Consolador en realidad no está demostrando que es capaz de tratar todas las cosas. Sin embargo, hay autoridad y verdad bíblica en la afirmación de que esta reaparición del Cristo nos dará exactamente lo que necesitamos para obtener curación y regeneración. Pero, por supuesto, nosotros también necesitamos estar despiertos.

Cuando abrimos nuestros ojos por la mañana, ese despertar es una transición entre un estado de pensamiento a otro estado claramente distinto. Ese proceso de despertar puede enseñarnos algo acerca del Cristo que viene a nuestra vida. La regeneración espiritual, que nos libera de las creencias de dolor o pecado y nos lleva a realizar una demostración más completa de salud e inocencia, es parte de un despertar espiritual. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras escrito por la Sra. Eddy, hace referencia a estas creencias ilusorias de enfermedad y pecado y nos exige que despertemos de tal ensueño mortal. El libro luego insiste: “Ese despertar es la eterna venida del Cristo, el aparecimiento avanzado de la Verdad, que echa fuera al error y sana a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 230. Cuando despertamos del sueño de la noche, estamos conscientes de nuestro entorno y somos capaces de actuar con inteligencia y consideración. ¿Acaso esto no alude a nuestro despertar espiritual?

A veces, al despertar en la mañana, puede que pensemos que es preferible volvernos a dormir. Es una sensación común que puede ser útil para simbolizar un punto importante: la resistencia de la mente humana a la venida del Cristo. La mente humana preferiría permanecer dormida. Preferiría no tener que reconocer lo que la venida del Cristo revela: la perfección eterna, y presente, del hombre.

Tal vez queramos darnos vuelta y dormitar un rato más. Pero por naturaleza el Cristo habla a nuestra consciencia acerca de la necesidad de que despertemos espiritualmente. Este mensaje debería estar resonando en nuestro pensamiento. Debería tocarnos profundamente. De hecho, tan profundamente que deberíamos comenzar a ver el poderoso significado del propósito transformador del Cristo. Un escritor del Nuevo Testamento describe el poder de esta renovación espiritual con estas palabras: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Col. 3:4. Usted puede estar seguro de su propia existencia personal. Pero es solo en la medida que el Cristo aparece que usted realmente aparece; es solo en la medida que usted le da la bienvenida en su consciencia al Cristo, con su efecto regenerador, que su verdadero ser se hace visible.

Este aparecimiento del Cristo está ocurriendo ahora mismo. Tal como lo ha estado haciendo en todos los tiempos. Nosotros podemos reconocer con mayor plenitud lo que esto significa. Es muy fácil ser atrapados por los acontecimientos diarios de nuestro propio y pequeño mundo. Pero si estamos recibiendo al Cristo, nos está sucediendo algo muy poderoso. A medida que aparece el Cristo, aparece el hombre. Nuestro verdadero ser — el hombre como la imagen y semejanza espiritual de Dios — está emergiendo de los fuegos purificadores de la experiencia mortal. La venida del Cristo está moldeando nuestra propia resurrección. Nos está guiando hacia nuestra propia ascensión. No necesitamos ver esto como algo que va a ocurrir en el futuro. Está ocurriendo ahora a medida que somos receptivos al Cristo en nuestra vida. Somos guiados paso a paso fuera de la mortalidad a medida que nuestro pensamiento percibe el mensaje de Dios de que el hombre es perfecto.

Nunca nos faltará esta seguridad del Cristo. Estará siempre con nosotros. Está siempre viniendo a nosotros. Usted puede estar lavando los platos a la noche; puede estar tratando de poner a punto el carburador de su motocicleta; quizás esté paleando nieve o escribiendo una carta. Hasta puede que esté estudiando la Lección Bíblica que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Sea lo que fuese que esté haciendo, el Cristo eterno está viniendo ahora. El mensaje divino le está hablando a usted ahora del mismo modo que le habló a Abraham, Moisés, Elías y a Jacob. De hecho, le está diciendo lo que les dijo a ellos.

Como a Abraham, el Cristo le está instando a usted a ser fiel, y como a Moisés, el Cristo le está revelando el hecho de que usted tiene un solo Dios. El Cristo le está revelando que no se rinda, así como le dijo a Elías que tenía que seguir adelante cuando él quería dejarse morir debajo del enebro. El Cristo le está pidiendo que se transforme, del mismo modo que le exigió a Jacob que luchara durante la noche hasta que el alba despuntó sobre él.

El Cristo, que resplandeció tan brillantemente en la vida de Jesús, que él vivió tan plenamente e insistió que vendría a usted, está con usted. No se puede resistir al Cristo. Este Cristo está dentro de usted, dentro mismo de su consciencia. En este mismo momento usted puede presenciar la revelación de la influencia divina.

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