Cuando Era Niño aprendí rápidamente a pensar con claridad, a escribir correctamente y a hablar con fluidez. Sin embargo, en la escuela mis maestros me decían que cuando leía en voz alta lo hacía demasiado rápido y que hablaba demasiado. A causa de esta supuesta limitación de mi habilidad natural, comencé a sentir resentimiento, y entonces comencé a tartamudear en clase. Esto se transformó en un serio obstáculo para mi progreso académico, y mis calificaciones bajaron.
Pude encontrar la manera de aprobar mis cursos, pero cuando comencé a pensar en el futuro, vi en el horizonte la universidad y una carrera, y me pregunté cuán lejos podría llegar si no podía hablar bien.
Mi familia ofreció pagarme un tratamiento terapéutico en una escuela universitaria de oratoria. Me sometí a ese tratamiento, pero no funcionó, y cuando volví a clase aún tartamudeaba.
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