Mis Padres Eran Científicos Cristianos y me llevaron a la Escuela Dominical desde que yo tenía tres años. Muy pronto empecé a confiar en Dios. Aprendí a orar; de veras, aprendí que Dios es el único bien, que está siempre presente con el hombre, y es todopoderoso. El no conoce la enfermedad.
A menudo recuerdo una curación que tuve cuando era niño. Me supuraba el oído medio, lo cual era muy doloroso y desagradable. Mi abuela, con la que estaba pasando mis vacaciones, me llevó a lo de un especialista del oído. El médico dijo delante de mí que era absolutamente necesaria una operación, pues también el hueso del oído había comenzado a infectarse.
Cuando mis padres se enteraron de esto, no tuve necesidad de operarme porque quisimos confiar solamente en Dios para que me sanara. Por lo tanto, le pedimos a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí. Hubo una mejoría, pero en ese momento no se produjo la curación completa.
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