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A Principios De 1990,...

Del número de noviembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Principios De 1990, me enteré de la Ciencia Cristiana a través de la madre de una amiga de mi hija. Invité a esta señora a mi casa para que me enseñara un punto de tejido para hacer un suéter y ella me habló acerca de la Ciencia Cristiana.

Arrojó unas piedras pequeñas sin sentir ningún dolor o molestia.

Me interesó mucho lo que ella dijo y le pedí que me llevara a alguna parte donde pudiera aprender más acerca de su religión. Esperé con impaciencia una entrevista que ella había hecho para mí con una practicista de la Ciencia Cristiana. Mientras conversaba con la practicista pude apreciar lo que ella decía; los conceptos lógicos espirituales y su promesa de una vida humana mejor me dieron esperanza y aliento.

Empecé a concurrir a los servicios religiosos de la Ciencia Cristiana. Para poder asistir, tenía que ir a escondidas de mi esposo y del resto de la familia porque no podía imaginar la reacción que tendrían.

Después de dos meses de estar asistiendo a la iglesia, mi esposo se sintió mal con un dolor muy fuerte en el riñón. Él no pudo comunicarse con un médico para que lo ayudara, y yo no pude comunicarme con la practicista porque estaba de viaje. Llamé a la señora que me había presentado la Ciencia Cristiana y ella me sugirió que le diera a mi esposo algunos ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana para que los leyera. Terminé dándole Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Él prestó atención y comenzó a leer aunque al principio tuvo que hacer un gran esfuerzo porque el dolor que sentía era muy intenso. Leyó desde el principio del libro hasta que llegó al capítulo de “La oración”. Unas dos horas más tarde el dolor había disminuido y me pidió algo de comer. Al día siguiente arrojó unas piedras pequeñas sin sentir ningún dolor o molestia.

Me sentí profundamente agradecida por tener la capacidad de probar la omnipresencia de Dios, el Amor divino, y le pregunté a mi esposo si le gustaría dar gracias a Dios en público en el servicio de la iglesia del miércoles de la siguiente semana. Él estuvo de acuerdo. Desde entonces nuestra familia ha estado estudiando la Lección Sermón que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, tratando de aprender más acerca de esta maravilla que nos llegó del cielo como un regalo muy precioso. Sé que mis hijos encontrarán la “perla de gran precio”, ya que todos tenemos el derecho de encontrarla a través del entendimiento espiritual.



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