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El uso y el mal uso de la gratitud

Del número de noviembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Gratitud Reconoce el bien recibido. Confirma nuestra receptividad al bien. Mantiene la puerta abierta a todo aquello que enriquece nuestra vida y nos permite contribuir a que el mundo sea un mejor lugar.

Pero la gratitud, así como la oración, puede ser mal utilizada. La Biblia afirma: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Sant. 4:3. Estar agradecido meramente por lo que se puede consumir, por lo que no es eterno y espiritual, se puede considerar como un agradecimiento impropio.

La Sra. Eddy invita a sus lectores a expresar gratitud más espiritualmente cuando dice: “Si no sentimos gratitud por la Vida, la Verdad y el Amor, y no obstante damos gracias a Dios por toda bendición, somos insinceros e incurrimos en la censura severa que nuestro Maestro dirige a los hipócritas”.Ciencia y Salud, pág. 3. Si permitimos que nuestra gratitud por la Vida, la Verdad y el Amor nos eleve por encima de la trampa convencional de expresar gratitud por las cosas materiales, podemos llegar a apreciar realmente todo aquello que es bueno y que proviene de Dios. Es obvio que esta clase de bien puede manifestarse de una manera tangible, como ser, en forma de la casa que uno buscaba, o en ropa o en un automóvil, y así sucesivamente. La gratitud genuina puede penetrar de tal manera en nuestro corazón durante las fiestas, que nuestro gozo continúa.

Todos los años, en la Lección del Día de Acción de Gracias del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, aparecen pasajes de las Escrituras con alegres revelaciones cuyo eco resuena a través de los siglos. Estas Lecciones están llenas de alabanza a Dios y relatan las bendiciones que Dios otorga.

El servicio religioso del Día de Acción de Gracias, tal como lo ha dispuesto la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre, incluye “Testimonios ofrecidos por Científicos Cristianos, apropiados para la ocasión”.Manual, pág. 124. Recuerdo el testimonio de un padre que, con lágrimas en los ojos, daba gracias por el retorno de un hijo que había abandonado el hogar, y otro testimonio donde se mencionaba un tumor que aparentemente amenazaba la vida de una persona y que había estado creciendo de un modo muy visible durante las semanas anteriores, y que finalmente se disolvió por medio de la oración. La gratitud era mucho mayor de lo que las palabras podían expresar.

El servicio religioso del Día de Acción de Gracias es un momento no sólo para expresar gratitud a Dios, sino también para sanar. En nuestra familia tuvimos una pequeña pero muy significativa curación durante un servicio de Acción de Gracias. Nos había acompañado al servicio religioso un familiar que concurría por primera vez a la iglesia y admiraba de cierta manera a la Ciencia Cristiana, pero no estaba de acuerdo con nuestra total adhesión a las normas de la Ciencia Cristiana. Esa oposición provenía de su temor de que no se les prestara el cuidado que consideraba adecuado a nuestros hijos, en caso de enfermedad. Durante el servicio religioso nuestro hijo menor se sintió mal. Mi esposo y él se retiraron del servicio para orar juntos con la debida tranquilidad y de este modo percibir más claramente que la armonía del ser verdadero no se puede interrumpir y que el hijo de Dios es sano y completo. Volvieron cuando estábamos cantando el último himno y poco tiempo después de llegar a casa, nuestro hijo jugaba con una amiga de su hermana para ver quién robaba más trozos del pavo que estaban cortando. El familiar que nos visitaba tomó muy en cuenta la curación y no recuerdo que haya vuelto a expresar preocupación por la salud de los niños. Lo que sí recuerdo es que ese día en especial estuvo muy contenta.

La gratitud proporciona una atmósfera de calma y esperanza. La Sra. Eddy habla en Ciencia y Salud del “perfume de gratitud”. Véase Ciencia y Salud, pág. 367. En otra parte de sus escritos, ella describe a la ingratitud como “más [detestable]” que ollas “hediondas”. Véase La unidad del bien, pág. 56–57. La gratitud permanente y la percepción del origen del bien mejoran la atmósfera mental, tanto para nosotros como para los demás.

Nuestro Maestro, Cristo Jesús, exhalaba una atmósfera muy elevada. Fue esa atmósfera que impulsó a las multitudes a dejar de lado sus temores y ser sanadas. En una ocasión, “Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado”. Juan 11:41, 42.

Jesús estaba permanentemente agradecido al Padre y en comunión con Él. El amor que sentía por sus seguidores hacía que reconociera exteriormente la eterna presencia del Padre de todos para que la gente pudiera entender la base de sus obras sanadoras.

El reconocer y expresar el bien, el amar el bien y confiar en él, constituye la consciencia natural de la creación de Dios. La percepción del bien y la confianza en el bien pueden formar parte de nuestro pensamiento diariamente y en todo momento. La expresión de gratitud reconoce la eterna presencia de Dios del todo bueno.

Hubo una época en que me parecía que estaba utilizando mal la gratitud. De vez en cuando le daba gracias a Dios por alguna cosa específica, pero generalmente mis pensamientos estaban muy lejos de expresar gratitud. Tenía la sensación de que estaba llevando a cabo una tarea muy poco grata y sin mayores expectativas. Si bien es cristiano agradecer a Dios por Su cuidado, no es lógico pensar que Dios es omnipresente pero que está presente solamente en circunstancias especiales.

Obviamente había llegado para mí el momento de alcanzar un entendimiento más científico y sabio de Dios y de Su bondad. De acuerdo con la definición del bien que figura en el Glosario de Ciencia y Salud, es bueno todo aquello que es verdadero. La definición dice: “EL BIEN. Dios; Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omnipresencia; omniacción”.Ciencia y Salud, pág. 587. Comprendí que del mismo modo que no podía haber “espacios” en esa presencia total y esa acción completa del bien mencionados en la definición, tampoco había necesidad alguna de que hubiera espacios en nuestra receptividad del bien. Mi corazón se llenó de afecto hasta desbordar por los profetas y apóstoles de todos los tiempos y por cada persona que ha entendido la base tan profunda de su alabanza a Dios y la ha mantenido bajo toda circunstancia. Percibí que esta actitud constituía mi verdadera forma de pensar y de sentir, y aunque continúo dando gracias a Dios por cosas específicas, soy más consecuente para expresar alegría y confianza.

Debemos comprender que las buenas circunstancias humanas son tan solo símbolos del bien recibido. Pensar que esos símbolos son el verdadero objetivo de nuestra oración y de nuestra gratitud, desmerece las bendiciones y curaciones que recibimos. “Me alegro de que ya pasó”, es una actitud que a menudo pone a la enfermedad o a alguna situación desagradable en una posición más destacada, mientras que la verdad sanadora es alejada de la consciencia.

El uso apropiado de la gratitud se basa en la lección que se ha aprendido. Parte de una de las disposiciones para dar testimonio del Manual de La Iglesia dice: “Más que un mero relato de bendiciones, escala el pináculo de la alabanza e ilustra la demostración del Cristo ’que sana todas tus dolencias’ (Salmo 103:3)”.Manual, Art.VIII, Sec. 24. El pensamiento pleno de bondad, cercanía y realidad del Amor divino, sin duda alguna, “escala el pináculo de la alabanza”. Borrar hasta el recuerdo del sufrimiento, nos deja con un hermoso cuadro mental y, además, con las lecciones divinas que hemos aprendido.

El valorar cada experiencia buena, sea mundana o grandiosa, nos ayuda a comprender mejor la bondad de Dios, nos deja recuerdos felices y crea en nosotros confianza para el futuro. El reconocimiento de Samuel de que “Hasta aquí nos ayudó Jehová”, 1 Sam. 7:12. puede ser para nosotros la suma de experiencias anteriores y hacernos sentir deseosos de enfrentar futuros desafíos.

La utilidad que la gratitud presta a nuestra vida nunca se puede ponderar lo suficiente. En cierta medida, produce en nosotros lo que el autor del Salmo 23 vio para sí mismo: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”. Salmo 23:6. Y la interpretación de la Sra. Eddy de este Salmo, concluye diciendo que moramos “en la casa (la consciencia) del [AMOR]... por largos días”. Véase Ciencia y Salud, pág. 578. Cuando la jornada que iniciamos está acompañada por reminiscencias de bondad y de misericordia, entonces de verdad vivimos, permanecemos y descansamos en la consciencia del Amor.

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