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Gratitud, aún en tiempos difíciles

Del número de noviembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si Nuestras Prioridades en la vida no están bien definidas, puede que el enfrentar situaciones difíciles nos haga tomar conciencia de lo que es verdaderamente importante. Quizás hemos llegado al punto en que tenemos muy pocas cosas materiales. O tal vez hemos alcanzado lo que la sociedad considera que es la tierra prometida de la prosperidad material, pero continuamos sintiendo que tenemos muy poco.

Cualquiera sea nuestra posición en la vida, si anhelamos sentir una mayor plenitud, realización o satisfacción — si sentimos un vacío en nuestra vida — tal vez sea el momento de buscar nuevas respuestas. Esto no significa que debemos desechar las respuestas que ya han demostrado ser eficaces y verdaderas. Por ejemplo, hay mucho que decir sobre el tan conocido concepto de sentirnos agradecidos por el bien que ya tenemos. La sincera y honesta gratitud por una ínfima parte del bien recibido — aunque realmente tengamos que escudriñar profunda y arduamente para reconocerlo — nos puede abrir las puertas para resolver algún dilema. Ciencia y Salud lo explica de esta manera: “¿Estamos realmente agradecidos por el bien ya recibido? Entonces aprovecharemos las bendiciones que tenemos, y eso nos capacitará para recibir más”.Ciencia y Salud, pág. 3.

Cristo Jesús ilustró gráficamente esto cuando se vio frente a miles de personas hambrientas. Unos pocos panes y peces era todo lo que había disponible. Entonces, ¿qué hizo? Exactamente lo opuesto a lo que la mayoría de nosotros haríamos. Algo que ni siquiera sus propios discípulos habían pensado hacer. Él dio gracias. Las multitudes fueron alimentadas, y hasta sobraron doce cestas llenas. Véase Mateo 14:15–21.

La gratitud que expresamos a Dios por Su infinita bondad, por más pequeña que sea, puede ayudarnos a llenar un vacío en nuestra vida. Y más importante aún, sentir esta verdadera gratitud puede ayudarnos a establecer mejor nuestras prioridades. Cuando sentimos el deseo de poner primero a Dios en nuestra actividad diaria, comienza en nosotros una verdadera transformación.

Pero, ¿cómo encontrar una nueva forma de enfrentar las angustias y adversidades? Quizás ya hayamos buscado extensamente, y encontrado un motivo insignificante por el cual debemos estar agradecidos, y hayamos expresado mucha gratitud. ¿Ha pensado alguna vez en expresar su gratitud desde un punto de vista radicalmente diferente, dando gracias por los desafíos mismos que se nos presentan? ¡Sí! Estar agradecidos por las contrariedades que nos afligen. Por alguna razón Pablo pudo decir que se gloriaba aun en los padecimientos que la mayoría de las personas considerarían como situaciones amenazantes. Véase 2 Cor. 11:24–30; 12:10.

Otros personajes de la Biblia salieron adelante en medio de las más devastadoras circunstancias. ¿Acaso obtuvieron sus victorias simplemente avanzando con los dientes apretados con la esperanza de que Dios resolviera la situación? ¿O existía una gratitud íntima que desafiaba los sentimientos convencionales de frustración, duda y derrota? He reflexionado sobre la disposición de Jesús para enfrentar la crucifixión, su valor, su humildad; su total confianza en cumplir el propósito de Dios. El terrible desafío que enfrentó en la cruz es simbolizado por la “copa” que bebió, y me he sentido desconcertado con su uso del término gracias. El Evangelio según Mateo registra sus palabras pronunciadas a los discípulos la noche antes de la crucifixión: “Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos”. Mateo 26:27.

¿Cuán a menudo hemos estado dispuestos a dar gracias por algunos de los más severos desafíos que se nos presentan? Tal vez un ejemplo ayudaría a ilustrar cuan natural puede ser esto. Consideremos a alguien que se ha graduado de la universidad. Durante sus años en la facultad, no sólo debe de haber vivido momentos buenos y felices, sino también crisis. Exámenes difíciles que fueron la causa de mucha tensión nerviosa. Una relación frustrante. Temibles obligaciones financieras. Y, sin embargo, cuando todo ha terminado, el egresado al pensar en los años en la universidad se siente lleno de agradecimiento por esos años.

Fueron ciertamente años de prueba, años que exigieron valor, años en que fue obligado a profundizar sus raíces espirituales, sus convicciones e ideales. Sólo porque esos años de esfuerzo incluyeron tribulaciones, cruces que llevar, hasta la agonía misma, no significa que hubiera preferido en lugar de ello, años llenos de alegría y gozo.

Tal vez hemos pasado por pruebas que nos han parecido no sólo adversas, sino verdaderamente devastadoras. ¿Cómo entonces podemos llegar a sentir gratitud por estas duras pruebas? Hay algo mucho más importante en todo esto que tratar de mostrar una felicidad artificial y pasajera o al menos cierta tolerancia en momentos difíciles. Quizás se trate de sentirnos agradecidos por tener la oportunidad de crecer espiritualmente. Dar gracias es una señal de que estamos dispuestos a elevarnos por encima de la satisfacción superficial que brinda la prosperidad material, y desafiar de frente la creencia errónea de que somos mortales en vez de inmortales. Tal vez tengamos que ocuparnos en actividades que nos acerquen más a la realidad de la perfección de Dios. Y quizás nos encontremos obligados a abandonar cada vez más esta creencia de tener una vida placentera en la materia, de lo que creímos fuera posible.

Al principio puede que sintamos que esta “copa es lo último que necesitaba”. Pero finalmente comenzamos a vislumbrar algo de la realidad espiritual en la que Dios nos dice que somos Su idea amada y pura, y que estamos seguros bajo Su cuidado, aun durante las pruebas más adversas. Vislumbrar esta realidad nos permite literalmente cambiar nuestro pensamiento, y sentir así una mayor gratitud espiritual. Dar gracias por la copa no significa que nos resignemos ante la injusticia o la angustia, sino que sentimos la alegría de saber que el poder de Dios nos impulsa a triunfar y a superar esos males.

La resurrección de Jesús nos dice algo sobre nuestra propia resurrección espiritual. Él sabía que su resurrección estaba cerca. No se podía evitar, al igual que no podía evitar la copa. Cuán acertado fue dar gracias cuando sabía que Dios estaba llevando a cabo Su propósito y ciertamente cuidaría de Su amado hijo.

La mayoría de nosotros ha enfrentado momentos difíciles. Es importante aprender a sentir auténtica gratitud por el propósito más profundo que Dios tiene para nosotros. Ese propósito tiene que ser bueno, y apresura la llegada del día en que veremos las riquezas de la perfección divina como la única realidad.

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