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SECCIÓN PARA DESPRENDER

Esta serie de entregas presenta los informes del Movimiento leídos por varios miembros de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en la Asamblea Anual celebrada el 2 de junio de 1997 en Boston, Massachusetts, E.U.A.

Informes del Movimiento

Tercera Parte

Del número de noviembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Fue Maravilloso haber sido criada en un hogar donde se practicaba la Ciencia Cristiana. Fue grandioso ir a la Escuela Dominical, tener muchos amigos Científicos Cristianos, tener a la oración como la norma para sanarnos, y tener siempre a mano Ciencia y Salud. Sin embargo, de adulta comencé a notar una diferencia en aquellos que descubrieron la Ciencia Cristiana más tarde en su vida. Tenían un fervor que nunca había visto antes, y pensé que era algo que un Científico Cristiano de toda la vida nunca podría sentir. Luego, hace unos tres años, recibí una llamada de la Oficina de la Editora de Ciencia y Salud preguntándome si me gustaría ser Coordinadora de una actividad que se centraría en Ciencia y Salud y que se realizaría en varias ciudades. No era muy claro de qué se trataría este trabajo, pero no podía imaginar decirle “no” a La Iglesia Madre, como no le diría “no” a mi mamá. Nunca imaginé cuánto cambiaría mi vida, mi concepto de todo lo que se relaciona con la iglesia, con la Sra. Eddy, con el libro de texto y el mundo.

Había dos situaciones que representaban un desafío para mí en ese entonces. Primero, y probablemente lo más urgente, era que pocos meses atrás había descubierto que tenía un bulto doloroso en un seno. A veces, el temor invadía mi pensamiento. Con la oración devota de mi marido, además del deseo de hacer frente a ciertos conceptos erróneos sobre mi identidad, el dolor cesó. Pero el temor y la evidencia permanecieron. También en esa época comencé a pensar en la práctica pública de la Ciencia Cristiana, pues la gente comenzó a pedirme tratamiento. Me di cuenta de que sólo me llamaban personas que habían tomado instrucción en clase, lo que me parecía muy bien porque no me sentía muy capaz de trabajar con gente que no estuviera familiarizada con la Ciencia Cristiana. No obstante, pensaba que el término “práctica pública” no significaba orar sólo por los Científicos Cristianos que me llamaban. Seguí batallando con esa idea, hasta que la dirección fue clara.

Cuando comencé a trabajar en esta actividad centrada en Ciencia y Salud pude comprender todo mucho mejor. Produjo grandes cambios en mi pensamiento. Por primera vez sentí que Dios tenía un plan y un propósito definidos para mí, y esto no incluía mi muerte. Antes quería vivir porque no concebía la idea de estar separada de este marido increíble e hija adorable que tenía. Ahora, estaba decidida a vivir para glorificar a Dios y llevar a cabo el plan que Él tenía para mí.

No sé cuándo se produjo la curación, pero sané. Y el cambio de pensamiento también fue importante. Al continuar con mi ocupación, comencé a sentir una profunda gratitud y amor por la Sra. Eddy y empecé a ver el libro de texto con otros ojos. En lugar de verlo como un libro que presentaba soluciones para los Científicos Cristianos, lo vi como la respuesta final a la búsqueda de espiritualidad y curación que tiene la humanidad. A través de esta actividad fui testigo de la gran cantidad de gente que está buscando paz y libertad en todo tipo de problemas. Sentí un gran amor por la Sra. Eddy y el libro de texto, una profunda convicción del poder sanador de la Ciencia divina, y una afinidad con los que están buscando sanarse, y me di cuenta de que no tenía otra alternativa sino dedicarme por completo al ministerio de la curación espiritual. ¡Y los que pidieron ayuda no solo eran Científicos Cristianos con experiencia!

Hace poco, el deseo de estar más con el público como practicista, me permitió mudar mi oficina fuera de casa, y pronto espero listarme en The Christian Science Journal. Desde que mudé mi oficina, he recibido llamadas de gente nueva en la Ciencia o que nunca han hablado con un practicista.

¡Y qué aventura ha sido! Especialmente para alguien como yo que ha conocido la Ciencia Cristiana toda su vida.

Una señora criada en la India por padres Misioneros Metodistas, me llamó pidiéndome ayuda. Había conocido la Ciencia Cristiana en su trabajo, donde produce un programa de televisión religioso. Me pidió que orara pues le preocupaba mucho su trabajo y le estaba afectando la salud. Cuando me llamó para decirme con alegría que se sentía libre, se interesó por saber cómo oran los Científicos Cristianos. Nos reunimos para hablar sobre la oración y en un momento dado me dijo: “¿Quieres decir que oras directamente a Dios? ¡Eso es mucho más poderoso!” Se marchó ese día sintiéndose una Metodista que ahora sabía mejor cómo orar.

Mi oficina está rodeada de establecimientos donde se practican métodos alternativos de medicina: un acupunturista chino, un psicoterapeuta, un psicólogo infantil. Dejo la puerta entreabierta para que el que pase por la oficina se sienta libre de entrar. Y entran. Un día, pasó un hombre camino de la oficina del psicoterapeuta y me preguntó cómo la Ciencia Cristiana trataría su problema. Otro día, entró a presentarse un arquitecto que está del otro lado del pasillo. Hablamos un poco sobre la curación espiritual y, al irse, comentó: “Parece que mi trabajo es el más aburrido de este piso”. Cuando se abre la puerta de la consciencia, los corazones receptivos la encuentran.

Yo pensaba que el fervor y entusiasmo estaban reservados para la gente nueva en la Ciencia Cristiana, y ahora colman mi vida. Para mí es claro que, a medida que Ciencia y Salud esté más al alcance del público, veremos que se presentan exigencias estupendas en nuestra práctica individual de la curación en la Ciencia Cristiana. Y esto será una bendición para nuestro movimiento y para el mundo.

Nuestro Ciclo de conferencias comenzó con un deseo profundo y humilde de servir a Dios. Nos dimos cuenta de que la medicina estaba predominando en el pensamiento de la comunidad, de modo que recurrimos a Ciencia y Salud y estudiamos la parte sobre Medicina en el capítulo “Ciencia, Teología y Medicina”.

Entonces comprendimos que era necesario tener una conferencia sobre la curación espiritual. A esto le siguió el deseo de ir directamente a los hospitales con este mensaje.

Justo en esos días llegó el Journal de Agosto de 1996, relatando cómo los miembros de una filial en los Estados Unidos habían orado y habían tenido una conferencia en un hospital. Para nosotros este fue un mensaje bien claro.

Pedimos a nuestros miembros que nos apoyaran estudiando la sección sobre Medicina de Ciencia y Salud.

Inspiraron nuestra oración los siguientes pensamientos:

• Que no puede haber oposición a la Verdad, y que todos somos receptivos a ella.

• Que el Cristo nos había hablado a nosotros y también les hablaba a ellos.

• Y que la medicina ofrece una curación parcial, mientras que la actividad del Cristo sana por completo.

Dimos conferencias en dos hospitales importantes. Una, con el nombre de “La curación espiritual puede ser científica”, y otra titulada “El poder de la oración científica en la curación de los niños”.

La primera conferencia se celebró en el auditorio principal del hospital y distribuimos invitaciones al personal de cada departamento y pabellón de este enorme hospital; también colocamos carteles en las pizarras de anuncios. Siempre fuimos recibidos con una cálida sonrisa, y nos pidieron que explicáramos algo sobre la Ciencia Cristiana, y todos expresaron el deseo de saber más.

Por lo general concurren de 10 a 15 personas a estas conferencias, de las cuales 4 ó 5 son miembros organizadores de la Sociedad. A esta conferencia asistieron 100 personas. Todos escucharon con sumo interés y realmente anhelaban conocer esta Verdad. Consideraron que la conferenciante, que antes había sido pediatra, era uno de ellos, de modo que se sintieron identificados con las curaciones que ella relató. Compartió las ideas de la Sra. Eddy sobre la anatomía, la fisiología y la medicina, lo que les trajo nuevos puntos de vista acerca de la naturaleza espiritual del hombre.

Vendimos 11 ejemplares de Ciencia y Salud, y prácticamente nos sacaban de las manos la variada literatura que distribuimos.

En preparación para la conferencia en el hospital de niños, visitamos varios hospitales en los suburbios de Bombay, para distribuir invitaciones personales y colocar carteles. Una vez más, fuimos recibidos con mucho afecto.

Fue maravilloso ver llegar las camionetas de varios hospitales con los jefes de departamento trayendo a otros médicos de sus departamentos con ellos. Como les habíamos dado personalmente las invitaciones, sentimos como que nos encontrábamos con viejos amigos. El auditorio, con capacidad para cerca de 225 personas, estaba colmado.

Se podía sentir la presencia apacible del Cristo. La conferenciante destacó que las verdades sanadoras de la Biblia y de Ciencia y Salud eran una ley, que cuando se aplicaban correctamente, siempre daban buenos resultados.

Luego un pediatra con mucha experiencia, pidió unos minutos para hablar. Dijo que ya era hora de que los médicos buscaran otros métodos de curación. Pidió a todos los presentes que mantuvieran un criterio amplio al leer Ciencia y Salud, y que conocía dos familias que estudiaban la Ciencia Cristiana y que no solo habían tenido curaciones físicas, sino que su carácter también había cambiado; ahora eran más compasivos, bondadosos y solícitos. Insistió en que leyeran el libro con un pensamiento abierto.

Allí vendimos 18 ejemplares de Ciencia y Salud, 7 ejemplares de Healing Spiritually (y hubiéramos podido vender más pero se nos acabaron). Compartimos Sentinels y Journals que trataban temas de interés, y copias de la presentación sobre Ciencia Cristiana que se dio en el Simposio de Harvard en 1995.

Nos es grato agregar que otros dos hospitales importantes expresaron gran interés en que presentemos allí nuestra conferencia. Ahora esperamos en Dios para ver qué más nos va a manifestar.

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