La Mayoría De La Gente piensa que está preparada para cualquier cambio, hasta que sucede. Una oportunidad de trabajo surge en otra parte del país, y al principio la idea parece ser maravillosa. Luego, se perciben los cambios que se van a producir: trabajar solo unos días más en un empleo con el cual ya estamos familiarizados, decir adiós a viejos amigos, dejar una comunidad a la cual llamamos “hogar”. Pensándolo bien, un cambio de este tipo parece ser más bien un conjunto de cosas que se acaban. En vez de que la transición sea armoniosa y llena de esperanza — dejando rápidamente las cosas viejas atrás y adaptándonos a las nuevas — a veces nos sentimos tan confundidos y nos resistimos tanto al cambio, que dejamos escapar una oportunidad de progreso.
Una pregunta que debemos hacernos al hacer frente a cambios que son necesarios es: “¿qué puedo hacer para que esta transición, no afecte la vida de los demás y sea beneficiosa para todos?” La respuesta está en elevar nuestra visión más allá de lo que nos rodea y de las caras que no conocemos y que vemos con nuestros ojos, y ver: “las [cosas] que no se ven”, 2 Cor. 4:18. como dice la Biblia.
Estas cosas son espirituales — como el amor y propósito que Dios tiene para cada uno de Sus hijos, la perfección de todo lo que ha sido creado por Dios, la constante operación de la ley divina que mantiene perpetuamente la armonía y la bondad — y las discernimos espiritualmente a medida que oramos. Refiriéndose a las cosas “que Dios ha preparado para los que le aman”, Pablo dijo: “Dios nos las reveló a nosotros por el Espiritu”. 1 Cor. 2:9,10. Estos hechos espirituales no cambian, son tan reales y permanentes como su origen.
El creer que algo bueno esta llegando a su fin, puede sumir a las personas en la tristeza e incertidumbre cuando ocurre un cambio en la escena humana, ya sea que el cambio sea de trabajo o se trate de mudarse a otra parte del mundo. Si esto es lo que creemos, entonces hemos perdido de vista un punto fundamental: que el bien por su propio origen, Dios, no puede tener fin. El bien es lo que Dios es eternamente y esto caracteriza nuestra verdadera naturaleza como la imagen y semejanza de Dios. Es más, esta naturaleza es reflejada en todo el universo de Dios. Nosotros somos inseparables del bien.
Acaso ¿puede esta verdad espiritual producir un cambio significativo en un contexto tan cambiante como es la vida moderna? Sin duda, como lo demuestran las experiencias de estabilidad y curación publicadas en cada número de esta revista. En el momento mismo que parece que estamos a merced de los cambios del mundo material, la oración eleva el pensamiento humano fuera del sueño hacia el entendimiento de que el verdadero y único universo es espiritual; que el universo continúa siendo perfecto, manifiesta el bien y refleja al Amor divino. Cuando percibimos algo de la realidad de este universo y comprendemos que es creado y gobernado por Dios, quien es a la vez bueno y eterno, entonces vemos que iniciar un nuevo trabajo o dejar atrás amistades no puede afectar nuestra estabilidad ni quitarnos la felicidad. Podemos encontrar consuelo en la verdad infalible de que el amor y dirección de Dios siempre están presentes cuando los necesitamos. Esto elimina vacíos e incertidumbres. Ésta es la Ciencia del cristianismo en acción.
Entonces, ¿por qué no tratar de evadir los cambios, especialmente si siempre hemos pensado que son procesos llenos de dificultades? Porque un cambio a menudo abre la puerta a ideas inspiradoras y oportunidades para progresar. El progreso espiritual se produce, cuando dejamos de aferrarnos a los productos y rutinas de un ambiente material y en vez de eso damos prioridad a los asuntos espirituales. Ciencia y Salud nos habla de la necesidad de mantener una visión más elevada. Nos dice: “Los mortales tienen que mirar más allá de las formas finitas y perecederas, si quieren obtener el concepto verdadero de las cosas”.Ciencia y Salud, pág. 264.
La verdad es que nunca podemos estar realmente cómodos con ninguna forma de materialismo, porque el bien genuino viene sólo del Espíritu. Nuestro ser es en realidad espiritual. No nos sentimos ni nunca nos sentiremos cómodos, cuando pensamos que vivimos en un mundo material y rígido. Los cambios que traen crecimiento espiritual y nos guían a dejar de lado el sentido material de la existencia, son cambios para bien. El bien nunca se puede perder. La verdad es que abren la puerta para recibir más y más bendiciones. Estos cambios presentan muchas oportunidades para dejar de creer que el hombre y su habitat natural son materiales, creencia que tenemos muy arraigada. En vez de esto, recibimos una comprensión de nuestro ser espiritual y de la permanencia y armonía que esto entraña.
El consuelo que deriva de la verdad eterna de que el hombre no cambia y es eterno, es el resultado de la omnipresencia del Cristo. Como Jesús aseguró a sus discípulos después de su resurrección: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. La constante verdad y amor de Dios, el bien, que Jesús reflejaba, son tan actuales y reales hoy como cuando las pronunció por primera vez. Esto nunca cambiará.
En un mundo en constante cambio, ahora es el momento de reconocer las realidades no vistas de la existencia y reconocer que vivimos constantemente en la verdad y el amor de Dios, y esto no cambiará.