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¿Qué constituye nuestra historia?

Del número de noviembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si Nuestra Historia Humana ya se hubiera escrito, ¿qué diría? Probablemente enumeraría una serie de acontecimientos buenos y algunos no tan buenos. Tal vez descubriríamos que pudimos aprovechar ciertas oportunidades, pero que otras fueron obstruidas por cosas que ocurrieron con anterioridad. Podríamos ser tentados a decir: "En fin, mis acciones me llevaron a esta situación; supongo que simplemente tengo que aceptarlo".

¿Acaso estos registros humanos son relatos fidedignos de la vida del hombre como el reflejo de la Vida divina, Dios? ¿Es una crónica terrenal el relato fiel de nuestra historia o la podemos considerar desde un punto de vista más elevado y espiritual?

Aprendemos en el primer capítulo de la Biblia que el hombre es creado "a imagen de Dios" en una creación en la que todo es "bueno en gran manera". Puede que estemos convencidos de que algo nos ha costado mucho, digamos por ejemplo, llevarnos bien con otras personas. Pero ¿es acaso eso lo que Dios sabe acerca del hombre? Claro que no. En Su amor omnímodo Él no conoce, y por tanto no permite que haya animosidad entre Sus hijos. Si consideramos nuestra historia desde este punto de vista más elevado — en términos de lo que Dios verdaderamente sabe o conoce y ha establecido — podemos encontrar curación y así vencer el falso sentido de nuestra historia. Aceptar que la discordia es inevitable sería burlarse del amor de Dios.

Como la imagen y semejanza de Dios, el hombre debe necesariamente reflejar la naturaleza de Dios. Esto significa que cada individuo, en verdad, es testigo constante de la naturaleza enteramente buena de Dios. Por lo tanto, todos tenemos el derecho y el privilegio de rechazar como inválido un registro humano de problemas o defectos y de ser sanados de tales tendencias. Podemos sentir cómo el poder de Dios, el Amor divino, elimina las limitaciones que nos impondría el registro mortal. Conviene recordar que la sucesión de acontecimientos humanos es, o bien, una insinuación gloriosa o una completa distorsión de la historia real.

Se nos enseña que para que haya historia es preciso el paso del tiempo. Pero considerada a la luz de nuestra relación con Dios, usted y yo tenemos una historia independiente del tiempo, en ella no pasa el tiempo. Nuestra vida como reflejos del único Dios, registra la eterna manifestación de cualidades espirituales, la demostración de que el hombre es completo, la expresión del bien. Cuando comprendemos esto, podemos demostrar con creciente eficacia que cada una de nuestras actividades se basa en la continuidad espiritual del hombre como expresión de Dios. Nuestra identidad es Su expresión, y por ser eterna no tiene relación con el tiempo, por lo tanto no hay una estela de acontecimientos que nos pertenezca. El hecho espiritual absoluto es que cada uno de nosotros refleja la continua manifestación de la naturaleza divina, que es completamente buena y ésa es toda la verdad acerca del hombre. Si, por el contrario, un suceso, característica o estado físico no da evidencia de la bondad divina, no pasa el examen histórico de la Ciencia Cristiana, y sus aparentes malos efectos pueden ser sanados.

El aferrarse a las equivocaciones del pasado puede desalentarnos como lo ilustró Cristo Jesús al sanar al hombre que yacía en el estanque de Betesda. Este hombre se sentía condenado, había sido paralítico por treinta y ocho años. No tenía confianza en que podría llegar al estanque primero cuando se agitara el agua, lo que, de acuerdo con la creencia, lo sanaría. Pero Jesús le dijo que se levantara y caminara. El poder del Cristo como lo demostraba Jesús sanó completamente al hombre. Después, en el Templo, el Maestro le dijo: "Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor". Juan 5:14.

Es obvio que Jesús le estaba diciendo que se arrepintiera de su concepto limitado y mortal acerca de sí mismo y que elevara su pensamiento. Entre otras cosas, este relato de la Biblia nos enseña que no podemos simplemente ignorar los acontecimientos o hábitos malos. Si hemos hecho algo equivocado, la tendencia a pecar debe ser sanada mediante la comprensión de que no es parte de nuestra verdadera identidad o historia.

Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud: "Las relaciones entre Dios y el hombre, el Principio divino y la idea divina, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ningún alejamiento de la armonía ni retorno a ella, sino mantiene que el orden divino o ley espiritual, en que Dios y todo lo que es creado por Él son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna".Ciencia y Salud, págs. 470–471. Esto lo dice todo sobre la historia del hombre. Como expresión individual de Dios, cada uno de nosotros tiene un historial de bienestar ininterrumpido, y ése es el único historial de nuestro ser. No hay dos historiales válidos, como tampoco hay dos versiones correctas de la creación.

La Biblia claramente presenta dos puntos de vista acerca de la creación. En el primer capítulo del Génesis, se describe que Dios crea los cielos y la tierra, incluso al hombre a Su imagen y semejanza. El segundo capítulo del Génesis, empezando en el versículo 4, presenta un punto de vista contrario, donde "Jehová Dios" crea al hombre del polvo de la tierra. En Génesis 1, se le da al hombre dominio en una creación enteramente buena, mientras que la versión que empieza en Génesis 2 describe al hombre como vulnerable al mal, carente de dominio. Refiriéndose a esta última versión, Ciencia y Salud declara: "Si la historia del error o la materia fuese verídica, anularía a la omnipotencia del Espíritu; pero es la historia falsa en contraste con la verdadera".lbid., págs. 521–522.

Al orar para sanar la enfermedad, la carencia, la soledad, un mal hábito o cualquier discordancia, precisamos rechazar el falso registro de nuestra vida y recurrir al verdadero. En nuestras oraciones podemos reconocer la naturaleza espiritual y actual del hombre, según se aplica a la situación. Podemos afirmar la verdad eterna de la perfección del hombre, la continuidad de su ser como reflejo de Dios, y reconocer esto como el relato completo de nuestra vida. La discordancia no puede cobrar ímpetu del pasado, porque es falsa. Cuando la consciencia humana comienza a percibir claramente la verdadera historia del hombre, expulsa el registro erróneo de la consciencia y produce como resultado la curación.

Vivir en los problemas del pasado mientras nos esforzamos por afirmar la presencia de Dios en nuestra vida, es como tratar de remar hacia adelante con un remo y hacia atrás con el otro. Tendemos a dar vueltas en círculos. Para ir hacia adelante, debemos remar firmemente con ambos remos, manteniendo la vista en un objetivo verdadero. Del mismo modo, cuando mantenemos nuestro pensamiento constantemente en la presencia divina, sentimos la certeza de que la manifestación del bien es lo único que está ocurriendo o ha ocurrido siempre. De igual manera reconoceremos bendiciones que no pudimos ver antes y con toda seguridad entenderemos que ninguna huella de discordia tiene poder para agregarse a nuestra historia verdadera. En las palabras de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana: "A veces vemos asomar por entre el mal, eterno bien" Y el versículo siguiente dice: "Pues que lo bueno del ayer el hoy también viene a alegrar".Himnario, N° 238.

En una ocasión me encontré remando en círculos. Trabajaba como profesor universitario y sentía que había llegado la hora de cambiar de empleo y de ubicación, pero mis esfuerzos de todo un año resultaron inútiles. Si bien parecía claro que el cambio era necesario, sólo había estancamiento. Había ocupado ese cargo por demasiado tiempo y carecía de la preparación de las personas que acababan de terminar sus estudios académicos, o por lo menos eso era lo que aparentaba. A medida que mi familia y yo continuamos orando para ser guiados por Dios, fue evidente que necesitaba valorar más el trabajo que tenía. El hecho inalterable era que Dios, que es tanto Mente divina como Amor infinito, mantiene al hombre exactamente en el lugar correcto haciendo lo correcto. Tomé la determinación de reconocer esto constantemente para mí y actuar de acuerdo con ello.

Hubo muchas oportunidades positivas y satisfactorias de prestar servicios en la ocupación que tenía, y me volqué a mi trabajo con renovado entusiasmo. Sólo mandé solicitudes de empleo a unas pocas universidades, igual que el año anterior. Durante el año lectivo me esforcé por concentrarme en las bendiciones de estar donde estaba. Tuve una entrevista que, más adelante ese año, me llevó a tener un nuevo empleo que ha demostrado ser un paso de progreso para cada integrante de nuestra familia. Al dejar mi empleo anterior honestamente pude decir que el último año había sido el más productivo y satisfactorio de todos los años que trabajé en esa universidad.

Esta experiencia me ayudó a reconocer que el hombre no es prisionero de un pasado mortal, sino que es libre para dar testimonio del continuo desarrollo de su naturaleza como amado hijo de Dios. Tenía muchísimas cosas por las que estar agradecido exactamente donde estaba, y esta gratitud me ayudó a liberarme de la creencia sostenida por muchos en mi profesión de que estaba atascado en un lugar y que tenía que resignarme a ello.

Usted puede que ya haya descubierto que no hay mejor momento para esforzarse por sentir gratitud que cuando nos sentimos deprimidos. Si está desalentado o siente conmiseración propia, es útil centrar el pensamiento en lo que es realmente verdadero sobre su historia, y dar crédito a cada experiencia en la que la sabiduría, el amor o el poder de Dios se ha evidenciado en su vida.

¡Qué bendición es recurrir a Dios, el Espíritu, para encontrar el registro de la existencia del hombre! Nos capacita para ver más allá de la discordia y percibir la armonía que siempre se está manifestando. Ésa es la única historia que realmente tendremos. El conocer esta verdad nos libera de la creencia de que debemos estar encadenados por el pasado. Apoya nuestro esfuerzo por ser testigos de la presencia divina que se manifiesta en cada fase de nuestra experiencia.

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