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CARTAS DE JÓVENES LECTORES

Del número de agosto de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mañana me desperté con un fuerte dolor de garganta. Cuando le conté a mi mamá me dijo qua la mejor manara de sanarse ere arar y confiar en Dios. Entonces comencé a pensar que ese dolor no provenía de Dios, porque Él es Amor y nos da sólo el bien. A medida que iba arando el dolor iba disminuyendo hasta que desapareció por completo. Desde ese día aprendí que el único remedio verdadero para sanarse es la oración. Le doy gracias a Dios por este curación, por tener el pan de cada día y por el amor que me expresan mi serse queridos. Doy gracias por ser hijo de Dios.

Cierto día me había levantado muy temprano para estudiar matemáticas porque me estaban por tomar una de las últimas pruebas del año. Yo me sentía un poco nerviosa a medida que se acercaba la hora del examen, pero mientras tanto le pedía a Dios que me diese inteligencia. Orando comprendí y supe que Él me ayudaría, porque está en todas partes y porque soy Su hija inteligente. Tuve muy buenos resultados en esa prueba y le estoy agradecida a Dios. También le agradezco a Él por tener una familia en la cual compartimos todo.

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