Todos Anhelamos sentirnos completos, sentir la paz y serenidad que nos embarga cuando tenemos todo lo que necesitamos. No tener que buscar ni tener que ansiar lo que no tenemos, sino simplemente estar conscientes de que somos armoniosos y completos.
Llegar a sentirnos completos es algo que nunca vamos a encontrar en un mundo material, donde todo incluso el hombre es temporal y parcial. Como Pablo declaró hace unos dos mil años: "Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido". 1 Cor. 13:12. Esto indica que el conocimiento parcial será reemplazado por un conocimiento total. Un conocimiento completo. Pero, ¿qué sabe Dios de nosotros? La Biblia nos revela que el hombre es el hijo amado de Dios, Su imagen perfecta, la semejanza de la Vida divina. El hombre no existe fuera de su Hacedor, porque su Hacedor es la única Mente infinita, la única inteligencia suprema, la fuente de todo lo que vive y es bueno. El hombre es una idea en Dios, la Mente divina.
Si bien la Mente es la única causa, la Mente nunca tuvo un comienzo. En el libro de Eclesiastés leemos: "Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya". Ecl. 3:15. Es realmente interesante que el versículo anterior diga: "He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá". Ecl. 3:14. Esta no es tan solo una bella imagen poética, sino un reconocimiento del poder y la perfección divina, la que tiene un efecto muy importante en nuestra vida diaria cuando profundizamos nuestro entendimiento de lo que significa.
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