Un amigo mío estaba en el equipo de fútbol de la escuela secundaria. Un fin de semana el equipo tuvo que viajar para competir en un torneo. El torneo se celebró en un gran centro de deportes. Entre los partidos, él y otro jugador se fueron a un negocio de artículos de deportes que había cerca. Cuando salieron de allí, el otro jugador se levantó la camiseta y le mostró a mi amigo un par de guantes de guardameta que había sacado del negocio. Cuando regresaban en el autobús, ese jugador mostró con orgullo a los demás lo que había robado.
Mi amigo asiste a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde había aprendido los Diez Mandamientos, y sabía que tomar algo sin pagarlo iba en contra del mandamiento "No hurtarás". Éx. 20:15. El sabía lo que esto significaba en lo que respecta a su propio comportamiento, pero no estaba seguro de lo que tenía que hacer en esta situación. Este muchacho era el mejor jugador del equipo, y mi amigo no quería arruinar la reputación de todo el equipo al meterlo en problemas, ni tampoco quería que sus compañeros del equipo o los entrenadores lo consideraran un chismoso. Considerara la situación como la considerara, era para él un gran dilema sin una clara respuesta.
Cuando regresó del torneo, habló con su mamá y le preguntó qué debía hacer. Ella le dijo que cuando una persona se siente infeliz o incómoda por algo, debe orar. La oración que nos ayuda a ver más claramente lo que es verdad y a actuar de una manera que manifieste la naturaleza divina de cada uno de nosotros, destruye la confusión y brinda genuina paz y alegría. Nos asegura que Dios está siempre presente, siempre nos da consuelo y todo lo que necesitan Sus hijos. Su norma, ser el Amor y la Verdad, es una guía con la que podemos contar y una fuente de soluciones prácticas para cualquier desafío que estemos enfrentando.
La Biblia nos dice que "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". Salmo 46:1. Nunca estamos solos, nunca estamos librados a salir del paso a duras penas, sino que Dios cuida de nosotros constantemente. En lugar de estar preocupados por un dilema, podemos recurrir a Dios en busca de la verdad para poder descubrir cómo resolver el problema.
¿Cómo hacemos esto? Comenzando con la verdad de Dios, y luego continuar en oración con la verdad acerca de Su creación, el hombre. Encontrar la salida de un dilema es como trabajar con un rompecabezas. En lugar de comenzar con una mezcla confusa de piezas, por lo general, es mucho mejor cuando vemos la ilustración del rompecabezas completo. Con este modelo en la mente, podemos trabajar más rápido y resolverlo fácilmente.
En esta situación, ¿qué te parece que es más útil saber acerca de Dios? Dios es un Padre amoroso, generoso que cuida de Sus hijos, y les da todo lo que necesitan. Eso incluye todo el amor y la atención que necesitan, así como la habilidad para tomar decisiones buenas y llenas de sabiduría. El hijo de Dios naturalmente responde y está consciente del cuidado de Dios. La idea espiritual de Dios, el hombre, nunca duda de Su bondad y disposición de dar, porque sabe que Dios es perfecto y nunca le falta nada. Y el hijo de Dios nunca carece de aceptación, satisfacción, seguridad, honestidad ni valor, sino que ya incluye todo el bien.
Mi amigo comprendió que estas verdades acerca de Dios y el hombre no sólo se aplicaban a su amigo sino a él mismo también. Percibió que el hombre de Dios nunca puede tener miedo de hacer el bien, sino que hace lo que es correcto y mejor para todos.
Cuando Dios le dijo a Moisés que debía sacar a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, Moisés al principio dudó de su habilidad para hacerlo, y le preocupaba lo que dirían o pensaran los demás acerca de él. Pero cuando escuchó a Dios con humildad, se volvió más obediente y por lo tanto más capaz de seguir la voluntad de Dios. Se transformó en un mejor líder del pueblo a medida que fue un mejor seguidor de Dios. Véase Éx. caps. 3 y 4. Ciertamente los Mandamientos que Dios le dio a Moisés en el Monte, son prueba del amor que Dios tiene por todos Sus hijos amados. Un padre amoroso que cuida de sus hijos no los deja sin instrucción. Un padre diligente vigila, guía, protege. Y los Mandamientos son las instrucciones que Dios nos dio. En lugar de verlos, entonces, como reglas restrictivas y limitantes, podemos comprender que ellas en realidad nos liberan para que seamos los hijos de la creación de Dios, buenos, puros y honestos. Nos permiten ser lo que realmente somos.
Ciertamente ayudó a mi amigo a saber que su propia obediencia y amor por el bien ayudaría a su compañero de equipo también. Nadie puede estar fuera del cuidado de Dios, tampoco el dueño de ese negocio de deportes. Estas verdades espirituales lo consolaron, y disiparon el temor. Mi amigo decidió llamar al entrenador de fútbol y contarle en términos generales lo que había sucedido. Al entrenador se le ocurrió una idea de cómo ayudar a todos los involucrados, y le dijo a mi amigo que lo respetaba mucho por hacer lo que era correcto aunque no le hubiera sido fácil. Devolvieron los guantes al negocio, y el jugador fue disciplinado de una manera constructiva.
No hay dilema en que Dios no nos pueda ayudar. Mi amigo aprendió que podía recurrir directamente a Dios en oración para encontrar soluciones prácticas. Aprendió que aun aquellas cosas que uno querría que simplemente no sucedieran, son en realidad oportunidades para crecer espiritualmente, para apoyarse más en Dios y ver el cuidado que brinda a todos.