Un amigo mío estaba en el equipo de fútbol de la escuela secundaria. Un fin de semana el equipo tuvo que viajar para competir en un torneo. El torneo se celebró en un gran centro de deportes. Entre los partidos, él y otro jugador se fueron a un negocio de artículos de deportes que había cerca. Cuando salieron de allí, el otro jugador se levantó la camiseta y le mostró a mi amigo un par de guantes de guardameta que había sacado del negocio. Cuando regresaban en el autobús, ese jugador mostró con orgullo a los demás lo que había robado.
Mi amigo asiste a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde había aprendido los Diez Mandamientos, y sabía que tomar algo sin pagarlo iba en contra del mandamiento "No hurtarás". Éx. 20:15. El sabía lo que esto significaba en lo que respecta a su propio comportamiento, pero no estaba seguro de lo que tenía que hacer en esta situación. Este muchacho era el mejor jugador del equipo, y mi amigo no quería arruinar la reputación de todo el equipo al meterlo en problemas, ni tampoco quería que sus compañeros del equipo o los entrenadores lo consideraran un chismoso. Considerara la situación como la considerara, era para él un gran dilema sin una clara respuesta.
Cuando regresó del torneo, habló con su mamá y le preguntó qué debía hacer. Ella le dijo que cuando una persona se siente infeliz o incómoda por algo, debe orar. La oración que nos ayuda a ver más claramente lo que es verdad y a actuar de una manera que manifieste la naturaleza divina de cada uno de nosotros, destruye la confusión y brinda genuina paz y alegría. Nos asegura que Dios está siempre presente, siempre nos da consuelo y todo lo que necesitan Sus hijos. Su norma, ser el Amor y la Verdad, es una guía con la que podemos contar y una fuente de soluciones prácticas para cualquier desafío que estemos enfrentando.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!