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Fue Muy Difícil para mí...

Del número de agosto de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Fue Muy Difícil para mí encontrar el camino hacia Dios, hacia el entendimiento de lo que Él realmente es, y del hombre como Su hijo.

En mi país hay varias denominaciones religiosas importantes con muy diferentes interpretaciones de la Biblia; sin embargo, todas ven al hombre como un pecador mortal. Pero esto no es lo que uno aprende en la Ciencia Cristiana, donde se considera que el hombre es la idea espiritual y perfecta de Dios.

Debido a que mis padres pertenecían a una religión donde se hablaba de la Biblia, desde la niñez sentí el amor que Dios tenía por mí, y crecí con esa idea. Pero me enseñaron a interpretar la Biblia literalmente, y como no podía entender algunos pasajes, empecé a estudiarla a mi manera. Aun más, en mi colegio me enseñaron otra religión, pero yo nunca estuve de acuerdo con sus estatutos, ni los cumplía en mi casa porque tenía mucho ritualismo. Ahora veo que el Amor divino me estaba llevando al encuentro de la Ciencia Cristiana.

En primer año de secundaria tuve un profesor que se llevaba muy bien con todos los alumnos. Las primeras palabras que le escuché decir fueron sobre el Primer Mandamiento, que dice: "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Éx. 20:3). Estuve de acuerdo con este Mandamiento, ya que está escrito en la Biblia.

Fue mucho más fácil para mí estar de acuerdo con las ideas de la religión de mi profesor que con las que yo había conocido a través del tiempo. Así que, cuando le pregunté si era de otra denominación religiosa él respondió afirmativamente, y me dio unos ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Empecé a leerlos y el primer resultado fue que dejé de usar medicamentos. Desde muy niño, mi familia se había preocupado por mi salud. A medida que leía y practicaba lo que leía, sané no sólo de los problemas respiratorios crónicos que había tenido, sino también de la discordancia que había entre mi hermana y yo.

Cuando estaba en mi tercer año de secundaria, mi profesor se retiró. Decidí que trataría de encontrarlo. Una noche me sentí muy mal moralmente, y oré con mucho fervor de esta manera: "Padre mío, hoy estoy muy confundido. Quiero encontrar la verdad y ser Tu hijo perfecto. Con este fin me entrego completamente a Ti. Iré a donde Tu quieras que vaya, de acuerdo con Tu quieras que vaya, de acuerdo con Tu voluntad, porque yo ya no dependo de mí mismo; más bien, estaré a Tus órdenes y a tu servicio". Así fue mi oración en esos momentos, y esa noche sentí mucha alegría de poder confiar totalmente en el Padre eterno.

Me vino un deseo muy grande de investigar la Ciencia Cristiana, sintiendo que me guiaría al Dios verdadero. Recordé lo que dice la Biblia: "Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Mateo.7:8). Con la dirección que encontré en el Heraldo, localicé la Sociedad de la Ciencia Cristiana en Arequipa. Mi antiguo profesor estaba parado en la puerta, y aprovechó la oportunidad para invitarme a la Escuela Dominical.

Cuando me fui, estaba lleno de alegría, ya que nunca antes nadie me había hablado de Dios como Amor infinito. Desde ese día empecé a asistir a la iglesia y a la Escuela Dominical. Visité la Sala de Lectura, donde aumentó mi comprensión de la Ciencia Cristiana. Comencé a estudiar la Lección Bíblica. Me volví a la Mente divina para saber cómo obtener los marcadores para la Biblia y Ciencia y Salud, y tuve la idea de hacerlos yo mismo porque tenía el material necesario, y quedaron muy bien. Más tarde pude adquirir los verdaderos marcadores.

En una ocasión, cuando iba de la Escuela Dominical hacia mi casa, me subí a un ómnibus que llevaba exceso de pasajeros. Sentí que algo salía de mi bolsillo trasero. Yo estaba seguro de que nada se había perdido, pero mi intuición espiritual me llevó a revisar mi bolsillo. Cuando lo hice, me sorprendí al descubrir que mis documentos habían desaparecido.

Pero me dije a mí mismo: "¿Cómo pueden desaparecer si Dios está conmigo? Además, Dios no creó rateros". Pasaron unos segundos, y todo temor desapareció. Había una persona de quien yo más sospechaba, y lo vi como el hijo de Dios. Como si estuviéramos jugando, le pedí mis documentos, y él los sacó de su bolsillo trasero y me los dio. Muy pronto tuve que bajarme del ómnibus, y me di cuenta de que había practicado lo que estaba aprendiendo acerca de Dios.

La Ciencia Cristiana me brinda seguridad en todo momento y en cualquier situación desfavorable. Nunca más volví a utilizar remedios, ni a creer en un dios que castiga o que responde a lo justo injustamente; ahora sé que Él es todo Amor.

Agradezco a Mary Baker Eddy por encontrar el camino a la verdad y por haber sido guiada por el Cristo. Estoy muy satisfecho con ello.


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