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¿Nuestro destino está determinado por los genes o por Dios, el bien?

Del número de agosto de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Mary Baker Eddy tenía doce años, en las iglesias de los Estados Unidos prevalecía la creencia teológica de la predestinación. Esta creencia calvinista de una "determinación inmutable o predestinación" dice que algunos se "salvan" y otros están condenados a estar separados para siempre de Dios. Esto preocupaba profundamente a Mary, la cual no compartía tal doctrina. Ella comenta esta experiencia en su autobiografía Retrospección e Introspección. Véase Ret., págs. 13-15.

Pensaba hacerse miembro de la iglesia de sus padres pero no quería estar de acuerdo con esta doctrina. Dijo: "Tan perturbada estaba yo por los pensamientos despertados por esta errónea doctrina, que fue llamado el doctor de la familia, quien me declaró afiebrada". Su madre le insistió que se apoyara en el amor de Dios y recurriera a Él en oración. Oró y la fiebre cesó. Dijo: "El médico se maravilló; y el 'horrible decreto' de la predestinación como Juan Calvino llamó correctamente a su propio artículo de fe perdió para siempre su poder sobre mí". Finalmente, el ministro la aceptó como miembro y, como ella dice: "y me recibió en su congregación, y conmigo mi protesta".

¡Qué terrible creencia: que algunos estén predestinados a tener una felicidad eterna y otros una interminable vida de sufrimiento! Lo que podríamos llamar "calvinismo biológico está muy difundido en el pensamiento de hoy. Pensar que los genes determinan una herencia buena o mala es como creer en la predestinación en los días modernos. Pero Dios es el único creador verdadero. Él determina la identidad, delinea Sus propias ideas, dando a cada una un propósito, y confiere solo el bien. Dios, que es Espíritu, crea una descendencia puramente espiritual que expresa Su naturaleza.

En un artículo de The New York Times, Dorothy Nelkin, una socióloga dice: "La idea de que existe una predisposición genética tal vez parezca ser una manera de tratar de explicar la condición humana y además predecir el futuro humano. Muchos artículos sobre biología molecular y genética del comportamiento, llegan a esta premisa determinista: la gente es de la manera que es porque 'nacieron así'". Además escribe: "Más allá, de la curiosa noción de que cada cualidad tiene un gen, hay una actitud de resignación cuando se dice que nuestra suerte está determinada por nuestros genes".The New York Times,

¿Acaso estamos programados para tener éxito o fracaso? ¿No hay manera de que nos liberemos de nuestro supuesto destino? Sí, hay una manera. La Ciencia Cristiana, al destacar las verdades de la Biblia, de que el origen del hombre es Dios, su identidad espiritual, su actividad buena y establecida por Dios, nos permite anular los resultados de las leyes falsas y materialistas.

Ciencia y Salud declara: "La experiencia humana en la vida mortal, que empieza con un óvulo, corresponde a la de Job cuando dice: 'El hombre nacido de mujer, corto [es] de días, y hastiado de sinsabores'. Los mortales tiene que emerger de esa noción de que la vida material es todo-en-todo". de febrero de 1994. Este es el punto crucial del asunto: el hombre no es material, no es nacido de la materia, no está sujeto a un arreglo especial de los genes; él es espiritual, nacido de Dios, sujeto a la ley divina.

La Sra. Eddy también dice en el libro de texto: "No hay más de un creador y una creación. Esa creación consiste en el desarrollo de ideas espirituales y sus identidades, las cuales están comprendidas en la Mente infinita y eternamente reflejadas. Esas ideas se extienden desde lo infinitesimal hasta lo infinito, y las ideas más elevadas son los hijos y las hijas de Dios".Ciencia y Salud, pág. 552. La idea más elevada, el hombre, es nuestro ser verdadero y perfecto, que Cristo Jesús vino a revelar y a demostrar. Cuando el Maestro se enfrentó con un tramposo, con una adúltera, con un hombre que había nacido ciego, él los sanó. Él no aceptó ningún defecto, genético o lo que fuera, como una condición inalterable. Él sólo veía la condición verdadera e impecable del hombre como reflejo espiritual de Dios.

Nadie debe sentirse indefenso ante las teorías de los genes.

Ni decir:

En su juventud nuestra Guía vio la injusticia de dividir a la humanidad en ganadores y perdedores. Hoy, debemos rechazar la noción de que cada uno de nosotros está programado como una computadora con un tipo de plan genético que guía nuestra experiencia en la tierra. Tal noción es tan injusta como la doctrina teológica de la predestinación. Podemos, rechazar este tipo de pensamiento limitativo de la misma manera que la Sra. Eddy lo hizo en su juventud, a través de la oración y confiando en el amor del Padre. Dios de ningún modo podría crear una descendencia que estuviera restringida, inclinada a pecar, o fuera víctima de alguna manera. Dios es Amor. Dios nos ama a cada uno de nosotros.

"No lo puedo evitar, son mis genes".

En la Biblia leemos relatos de gente que fue dirigida, redimida o sanada por Dios — pruebas de la gran misericordia y el amor del Padre. Jacob, por ejemplo, inducido por su madre, engañó a su hermano para quedarse con su herencia. Sin embargo, Jacob fue transformado al ceder a la presencia y al amor de Dios. No fue condenado a vivir una vida de deshonestidad y engaño. Se unió a su hermano en armonía. Se convirtió en una influencia para el bien.Ibid., págs. 502-503.

Nadie debe sentirse indefenso ante las teorías de los genes ni someterse a la actitud de justificación propia que diga "No lo puedo evitar, son mis genes". Cada uno de nosotros tiene el derecho de gobernarse a sí mismo bajo el gobierno de Dios, que es superior a las supuestas leyes de la materia.

Las Escrituras hablan de Dios como Espíritu, Amor, Verdad y Vida, y del hombre como Su imagen. Estos sinónimos nos permiten ver que el único Dios no puede producir ni permitir algo que sea opuesto a Su naturaleza pura y buena. Entonces, el hombre, es por siempre la semejanza indestructible del Espíritu, el reflejo puro del Amor, la expresión siempre activa de la Vida. No se le han impuesto rasgos predeterminados de carácter. ¿Predeterminados por quién? No por Dios. La Biblia nos enseña que no hay poder aparte de Dios. No hay otro creador.

Lo que hace que el hombre parezca ser mortal, limitado, pecaminoso y desposeído, es lo que Pablo llama "[la mente] carnal" de la cual dice "[es] enemistad contra Dios". Véase Gén., caps. 27, 32, 33, 35. No es una mente o inteligencia verdadera. Es una mentira, como Jesús la llamó, "y padre de mentira". Rom. 8:7. Véase Juan 8:44. La creencia en la predestinación proviene de esta falsa, tal llamada mente, y de ninguna otra parte. El hombre no existe en la mente carnal, sino en la Mente divina que lo ha creado. Es la Mente la que establece las condiciones del hombre, no la mente mortal o la materia, y todo lo que la Mente crea es bueno.

Este tema de la predestinación fue tratado por nuestra Guía en su libro La Unidad del Bien: "Para Dios, el conocimiento, es necesariamente presciencia; y la presciencia y la predestinación tienen que ser una misma cosa, en un Ser infinito. Aquello de lo cual la Deidad tiene presciencia, la Deidad tiene que predestinar; de lo contrario, Dios no es omnipotente, y, como nosotros, Él prevee sucesos que son opuestos a Su voluntad creadora, y que sin embargo no puede evitar".

"Si Dios conoce el mal en modo alguno, Él debe de haber tenido presciencia del mal; y si lo conoció previamente Él virtualmente debe de haberlo proyectado, u ordenado desde un principio, — predestinado; y si no, ¿cómo pudo el mal haber venido al mundo?"Unidad, pág. 19.

Hay una lógica divina para todo esto. Si aceptamos a Dios como bueno, como perfecto, como el Padre de todo, ¿cómo puede haber predestinación material? No puede haberla. Este es el fundamento con el que podemos superar la debilidad de carácter y del cuerpo, por la que la mente mortal dice que uno está predestinado por un arreglo de genes. Sobre el fundamento de que Dios es la única causa, podemos negar cualquier imposición, tal como la creencia en tendencias criminales, enfermedad, lujuria, deshonestidad. Podemos considerar que no son parte de nuestra verdadera naturaleza como hijos de Dios, la Mente divina.

No es válido culpar a otros o a los genes por nuestras dificultades

Se requiere estricta honestidad para asumir la responsabilidad de nuestros pensamientos y acciones y fundamentarlos en el Principio divino. Debemos orar cada día por nosotros mismos para establecer el claro reconocimiento de cuál es nuestro origen, cuál es nuestra verdadera naturaleza, y qué es lo real. Luego tenemos que mantener nuestro pensamiento de acuerdo con esas oraciones durante todo el día, para vivir con nuestro más elevado sentido de lo correcto. No es válido culpar a otros o a los genes por nuestras dificultades; tenemos que ver que la causa errónea es la mente mortal y reconocer que estamos permanentemente libres de las limitaciones de esa mente falsa. Es necesario disciplinar el pensamiento para vivir una vida basada en el bien, como nuestro verdadero origen. No obstante, podemos confiar en el entendimiento de que el Cristo salvador, la Verdad, está siempre presente brindándonos fortaleza para cumplir con las exigencias que se nos impongan.

El mal alegaría que estamos indefensos ante la materia y sus planes, ya sean genes o una organización enferma. Pero la materia no es en realidad sustancia ni inteligencia, y no tiene control sobre el hombre. Sólo la Mente divina crea y sostiene nuestro ser en perfecta armonía.

¿Acaso un gen tiene más poder que Dios? Si es así, entonces Dios, la Mente divina, no es todopoderosa. ¿En dónde yace el poder? Cristo Jesús nos demostró que el poder de Dios puede superar cualquier predisposición al pecado o la enfermedad. Ninguna combinación de ADN puede superar o vencer al Cristo. Las curaciones que hizo Jesús prueban ese hecho.

La biología considera que el hombre es un organismo material. La psiquiatría ve al hombre como un mortal con una mente personal. Pero en la Ciencia divina el hombre es la semejanza espiritual de Dios, y refleja la Mente divina. Esta verdad maravillosa no es algo exclusivo de algunos. Es algo que está disponible para todos, y es demostrable ahora aquí y en este momento. Cada vez que nos rebelamos contra las limitadas y destructivas, así llamadas leyes de la genética, y afirmamos la verdad de nuestro ser, ayudamos a destruir la creencia de que la materia, con sus limitaciones, es nuestra identidad.

Los planes de la materia no nos salvan ni sentencian, sino que siempre estamos destinados por Dios a ser Su reflejo espiritual, Su hijo armonioso y libre. Ninguna teoría fatalista podría inmiscuirse en Su creación. Dios, el Principio divino, no puede ser desafiado por las así llamadas leyes de la genética. Dios es supremo, y no hay ningún otro poder.

Cada día podemos regocijarnos de ser la creación de Dios, que Le pertenecemos a Él, que estamos gobernados y controlados solamente por Él. La Ciencia del Cristo es demostrable y práctica y está aquí para liberarnos de la esclavitud de las creencias inventadas por el ser humano.

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