Cuando Mary Baker Eddy tenía doce años, en las iglesias de los Estados Unidos prevalecía la creencia teológica de la predestinación. Esta creencia calvinista de una "determinación inmutable o predestinación" dice que algunos se "salvan" y otros están condenados a estar separados para siempre de Dios. Esto preocupaba profundamente a Mary, la cual no compartía tal doctrina. Ella comenta esta experiencia en su autobiografía Retrospección e Introspección. Véase Ret., págs. 13-15.
Pensaba hacerse miembro de la iglesia de sus padres pero no quería estar de acuerdo con esta doctrina. Dijo: "Tan perturbada estaba yo por los pensamientos despertados por esta errónea doctrina, que fue llamado el doctor de la familia, quien me declaró afiebrada". Su madre le insistió que se apoyara en el amor de Dios y recurriera a Él en oración. Oró y la fiebre cesó. Dijo: "El médico se maravilló; y el 'horrible decreto' de la predestinación como Juan Calvino llamó correctamente a su propio artículo de fe perdió para siempre su poder sobre mí". Finalmente, el ministro la aceptó como miembro y, como ella dice: "y me recibió en su congregación, y conmigo mi protesta".
¡Qué terrible creencia: que algunos estén predestinados a tener una felicidad eterna y otros una interminable vida de sufrimiento! Lo que podríamos llamar "calvinismo biológico está muy difundido en el pensamiento de hoy. Pensar que los genes determinan una herencia buena o mala es como creer en la predestinación en los días modernos. Pero Dios es el único creador verdadero. Él determina la identidad, delinea Sus propias ideas, dando a cada una un propósito, y confiere solo el bien. Dios, que es Espíritu, crea una descendencia puramente espiritual que expresa Su naturaleza.
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