Por Un Tiempo viví en un pueblo cerca de un río que se jactaba de tener una calle principal sin semáforo, una panadería sin igual y dos iglesias cristianas que no eran rivales. Se encontraban una enfrente de la otra, una Iglesia de la Ciencia Cristiana y una iglesia protestante cuya denominación ya no recuerdo. Sin embargo, sí recuerdo al ministro. Estaba tan bendecido por la sencillez del Cristo que era fácil imaginar que venía de una época más sencilla.
Después de haberme mudado al pueblo y hacerme miembro de la Iglesia de la Ciencia Cristiana, encontré una genuina cordialidad entre las dos instituciones y me sentía en libertad de asistir a la otra iglesia, cuando lo deseaba. Los miembros de la otra iglesia también eran bienvenidos en nuestros servicios religiosos.
Un domingo, cuando fui a escuchar al ministro predicar, dio una oración de gratitud a Dios por las dádivas que Dios les había otorgado. El ministro le agradeció a Dios la belleza del pueblo, el afecto de la gente y, finalmente, por la otra iglesia cristiana del pueblo. Esa oración brilló como un rayito de luz en mí que desde entonces se propagó iluminando mi pensamiento con un sentido más amplio y completo de Iglesia.
A menudo yo había sentido gratitud por mi iglesia. Era como un recordatorio de la presencia del Todopoderoso, una vía para contribuir a la comunidad, y a veces me ha servido para levantarme el ánimo. Pero siempre había supuesto que la iglesia estaba en esta comunidad porque hace muchos años algunas personas que amaban la Ciencia Cristiana se habían reunido y querían compartir las buenas nuevas. Por un lado, esa era una forma aceptable de considerar la idea de iglesia. Pero, ¿había yo considerado que a un nivel más profundo la iglesia estaba allí no tanto porque un grupo de individuos la había organizado, sino porque Dios mismo nos la había dado como una expresión de Su amor?
La dádiva que Dios nos dio al enviar a Su Hijo procede del amor puro que siente el Padre por nosotros.
Continué pensando una y otra vez en esa oración de agradecimiento a Dios por habernos dado la Iglesia, y en particular por esa iglesia filial de la Ciencia Cristiana. Sabía que Pablo se había referido a la iglesia como "el cuerpo de Cristo". Véase, por ejemplo, 1 Cor. 12:27. Y sabía que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna". Juan 3:16. Al considerar juntos estos dos conceptos bíblicos, comprendí que también podemos agradecerle a Dios el habernos amado tanto que nos dio la Iglesia. De modo que es lógico agradecer a Dios por la Iglesia. Él nos la dio a todos nosotros. Y si El nos la dio, pensé que la queremos tener. Es más, la necesitamos.
La dádiva que Dios nos dio al enviar a Su Hijo procede del amor puro que siente el Padre por nosotros. ¿Cómo podríamos comprender la naturaleza de Dios y del hombre que él creó sin las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús? Sin embargo, Dios no solo nos dio el ejemplo individual más elevado de lo que significaba expresar la naturaleza del Amor, sino que nos dio la Iglesia, la estructura propia del Amor mismo. La definición de Iglesia en Ciencia y Salud, empieza así: "La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él".Ciencia y Salud, pág. 583. Ésta es la idea pura y espiritual, la verdadera naturaleza de la Iglesia. La definición continúa describiendo la manifestación humana, la institución por la cual podemos seguramente perfeccionar nuestra expresión del Amor y aprender a manifestar más la semejanza al Cristo en nuestra vida.
No sería sensato creer que uno podría de alguna manera progresar sin que se necesite la provisión espiritual de Dios, o que la complejidad de esta época podría hacer obsoleta la Iglesia, que es una idea de Dios. O que la manifestación humana de esta idea no sería adecuada para mantenerse al tanto de las necesidades de la humanidad. Las dádivas de Dios son permanentes, porque son completamente espirituales y, por lo tanto, siempre apropiadas.
Qué tal si cada vez que viéramos una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, pensáramos: "Esta es una prueba del amor que Dios siente por esta comunidad. Lo que está pasando aquí está dando evidencia de Dios y Su Cristo. Esta comunidad no puede menos que sentir el abrazo afectuoso del Cristo que viene de Dios y se manifiesta en esta iglesia filial. Esta es Su dádiva". Tal reconocimiento ayudaría a afirmar la misión sanadora de cada iglesia filial.
La Sra. Eddy vinculó su Iglesia explícita y completamente al ejemplo de Cristo Jesús. El Manual de La Iglesia Madre escrito por la Sra. Eddy nos dice: "En una reunión de la Asociación de Científicos Cristianos celebrada el 12 de abril de 1879, Científicos Cristianos celebrada el 12 de abril de 1879, a moción de la Sra. Eddy, se acordó: — Organizar una iglesia destinada a conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación".Manual, pág. 17. Esta fue la decisión de una denominación religiosa, pero tuvo implicaciones que han ido más allá de su propio ámbito. Quizás el hecho de que muchas iglesias cristianas ahora tienen servicios de curación implica que el ejemplo que dio la Sra. Eddy se está siguiendo ampliamente, aunque no se haya reconocido.
Hay muchas maneras de ver al Todopoderoso, pero hay un solo Dios. Hay muchos cristianos, pero un solo Cristo.
Al estudiar sus escritos, note que el termino Ciencia Cristiana se usa en formas diferentes. Por ejemplo, en ciertos lugares se usa para referirse a la denominación religiosa misma. Pero a un nivel más profundo, y con mayor frecuencia, se usa para definir la verdad universal, o ley de Dios. Declaraciones que podrían parecer un poco atrevidas para una denominación religiosa, adquirieron un viso auténtico cuando me di cuenta de que se referían a la ley de Dios. La verdad de la Ciencia Cristiana como la ley misma de Dios, sirvió de base para todos los hechos genuinos de esta denominación religiosa. En el aspecto práctico, esto significaba que la Iglesia no era simplemente un pequeño grupo de audaces tratando de edificar una plataforma espiritual sobre un desierto de materialismo. Al contrario, era la evidencia de la ley de Dios en acción y Su amor que nos incluye a todos. Y nadie en ningún lugar podría estar por debajo ni por encima ni más allá de la estructura del Amor sin límites.
Mirándolo desde ese punto de vista correcto, lo que cada iglesia filial tiene para dar a la comunidad es la expresión de que la Iglesia misma es la dádiva de Dios para todos nosotros. La verdad acerca de la Iglesia, debidamente comprendida, le da un ímpetu espiritual a los esfuerzos sinceros. También tiende a hacer que desaparezca el desaliento o la frialdad entre los miembros, trayéndoles el afecto y la unidad del espíritu del Amor.
Hay muchas casas de adoración, pero hay una sola Iglesia: la idea espiritual.
Hay muchas maneras de ver al Todopoderoso, pero hay un solo Dios. Hay muchos cristianos, pero un solo Cristo. Hay muchas casas de adoración, pero hay una sola Iglesia: la idea espiritual. Un Dios, un Cristo, una Iglesia. Es la idea, Iglesia, la que Dios ha preparado para todos Sus hijos. El poder ver esto no es simplemente pasar por alto las diferencias religiosas. Hay que empezar nuestro razonamiento con Dios y vislumbrar la totalidad e integridad de todo lo que Él ha hecho. De tal manera Dios ha amado al mundo que Él nos ha dado el ejemplo perfecto de Cristo Jesús y la estructura santa llamada Iglesia. A medida que aceptemos la Iglesia como una dádiva de Dios, la valoremos y nos esforcemos por imitar el ejemplo del Maestro, la curación que traeremos al mundo será mayor de lo que fuera posible.