¡Qué Importante fue para mí conocer la Ciencia Cristiana! Agradezco a Dios, a Cristo Jesús y a la persona que me acercó a este camino.
Cuando conocí la Ciencia Cristiana, yo era una persona muy creyente en Dios y estaba pasando por momentos difíciles en cuanto a mi salud. En el año 1980 se publicó mi testimonio referente a esa situación en El Heraldo de la Ciencia Cristiana, y hoy siento el deseo de compartir otra experiencia que tuvimos mi esposa y yo.
Vivíamos en Buenos Aires y concurríamos a una filial de la Ciencia Cristiana. Somos miembros activos que trabajan con gran amor por la Causa. Después de algunos años, sentimos la necesidad de trasladarnos a una ciudad distante cuatrocientos kilómetros; teníamos la seguridad de que íbamos a ser útiles en la filial en ese lugar, así que viajamos para comprar un departamento. Puesto que no pudimos concretar la compra, regresamos a Buenos Aires llevando con nosotros gran cantidad de dinero, además de algunas joyas y equipaje.
Al bajar del tren cerca de la medianoche, tomamos un taxi. A poco de andar nos dimos cuenta de que se había desviado del recorrido que nosotros conocíamos muy bien. Al preguntar porqué se apartaba del recorrido nos contestó con evasivas. Nos encontramos en una zona de depósitos muy solitaria, y nos dimos cuenta de que otro vehículo nos seguía. En ese momento el taxista se detuvo argumentando que tenía problemas en el motor.
Cuando comprendimos que íbamos a ser asaltados en combinación con los ocupantes del otro automóvil, me afirmé en las verdades que había aprendido mediante el estudio de la Ciencia Cristiana y no sentí ningún temor. Con la seguridad que me dio el saber que Dios estaba presente en ese mismo instante, enfrenté al taxista y le dije que reflexionara sobre lo que estaba haciendo, porque estaba actuando en forma incorrecta. Al mismo tiempo tranquilicé a mi esposa asegurándole que nada malo nos iba a suceder. En ese momento el taxista bajó nuestro equipaje y nosotros descendimos también del auto, y tanto él como los ocupantes del otro vehículo se alejaron velozmente. Estábamos en un lugar muy solitario, y eran las dos de la madrugada.
Mi esposa me preguntó: "¿Qué hacemos ahora?" Nuestro reconocimiento diario de la protección y bondad del Amor divino, así como el agradecimiento por cada una de las muchas bendiciones recibidas, se manifestó en ese momento al pasar otro taxi fuera de servicio. El conductor nos llevó hasta la puerta de nuestra casa sin sufrir daño alguno. Esa fue la respuesta a la inquietud de mi esposa. Al contarle lo ocurrido, el taxista nos dijo que diéramos gracias a Dios por la gran protección que habíamos tenido.
Por esta experiencia y muchas bendiciones más, doy gracias a Dios. Siempre me apoyo en Dios que es "nuestro pronto auxilio en las tribulaciones" (Salmo 46:1).
Mar del Plata, Argentina