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Uno De Mis Hijos,...

Del número de septiembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Uno De Mis Hijos, cuando tenía diez años, estaba sentado muy cerca de un hogar de leños encendidos y el pijama que llevaba puesto se incendió. Pude apagar las llamas de inmediato, pero mi hijo tenía quemaduras que iban de la parte de atrás de la rodilla hasta el talón. Acosté al niño en un sofá con sábanas limpias. Oramos juntos durante un par de días y vimos que cantar himnos era también una forma de orar. Cantar lo consolaba y tranquilizaba. También un practicista de la Ciencia Cristiana lo trató mediante la oración.

El accidente ocurrió poco antes de las vacaciones de Navidad. Al terminar las vacaciones mi hijo volvió a la escuela, sano y caminando normalmente. No le quedó ninguna marca de las quemaduras.

Años después perdimos nuestra granja y la cosecha cuando se quemaron durante una tormenta. Por un tiempo, no estuvimos seguros de poder reconstruir nuestro hogar para albergar a nuestra familia, en la que teníamos varios hijos adoptivos. Nuevamente oramos con la ayuda de un practicista. También pedimos tratamiento en la Ciencia Cristiana por el congelamiento de algunas partes del cuerpo. Tanto a mi esposo como a mí nos habían dicho que no debíamos volver a trabajar por seis meses. Pasaba todo el tiempo que podía leyendo la Biblia y Ciencia y Salud, y orando para comprender las poderosas verdades de la bondad de Dios y de la provisión que hablan estos libros. En solo tres meses establecimos otra granja y todos los niños pudieron volver a la escuela.

Muchos años después, cuando yo vivía con mis padres después de haber enviudado, hubo una epidemia de una enfermedad transmitida por las garrapatas que afectó a toda la zona. Este problema era un tema constante de conversación y de preocupación. Aunque tuve algunos de los síntomas de la enfermedad, pude cumplir con todo lo que se requería. Oré, y todos los síntomas desaparecieron al poco tiempo.

En una ocasión que estaba haciendo un viaje en mi automóvil, perdí el control y choqué contra la valla de seguridad que divide las carreteras. Me encontraba a 250 km de mi casa. Las radiografías mostraban lesiones en los músculos y ligamentos. El médico me dijo que era un tipo de lesión que requería mucho tiempo para sanar. Pedí que me llevaran a un sanatorio de la Ciencia Cristiana, donde podría apoyarme solamente en Dios para mi curación. Me quedé allí unas dos semanas orando y estudiando. Con el tratamiento de un practicista y la ayuda de las enfermeras y de los voluntarios, al cabo de ese tiempo mejoré lo suficiente como para poder viajar a Europa y visitar a mi hija.

Después de estar con ella un mes volví a mi casa, encontrándome bien como para poder arreglármelas sola. Tuve que orar mucho para superar el temor a volver a manejar, pero lo superé con la oración persistente. Mi curación ha sido completa.

El Apóstol Pablo nos dice: "Orad sin cesar" (1 Tesal. 5:17), y la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los experimentaréis en la medida en que ocupen vuestros pensamientos" (pág. 261). Para mí esto significa guardar los pensamientos que nos vienen constantemente de Dios, eliminando las sugestiones negativas. Muchas cosas quisieran interferir con esta actividad en este mundo moderno, pero la recompensa de tal oración es la curación: fortaleza en lugar de debilidad, paz al enfrentar conflictos, y valor cuando el temor parece abrumador.


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