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Refugio y fortaleza

Del número de septiembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En los momentos de aflicción en que vio que su casa era invadida por las aguas, una familia brasileña se apoyó en la oración basada en la comprensión espiritual de cuál es el verdadero hogar. Esta palabras de aliento del libro de los Salmos fueron una fuente de inspiración y esperanza, durante esos días tan tumultuosos: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza". Salmo 46:1-3. El año pasado, El Heraldo de la Ciencia Cristiana en portugués, O Arauto da Ciência Cristã, transmitió un programa radiofónico en que residente de Blumenau, relató a la productora como oró, junto con su familia, durante una de las inundaciones más devastadoras ocurridas en esa ciudad.

Rita de Almeida: En 1983, hubo una gran inundación en Blumenau, lo que no ocurría hacía varias décadas. El nivel del río Itajaí-Açu subió rápidamente a 16 metros por encima del nivel normal, y nos tomó de sorpresa. La inundación llegó a nuestro barrio tan de prisa que no hubo tiempo para tomar medidas preventivas.

Nos dio un susto muy grande. Primero comenzamos a recibir en nuestra casa a varios vecinos cuyas residencias estaban ya inundadas. Ellos traían consigo todas las pertenencias que habían conseguido salvar. De este modo, ayudamos a varias familias. Pero la creciente continuó empeorando, hasta que nosotros también tuvimos que abandonar nuestra casa, a esa altura ya invadida por casi un metro de agua.

Ahí fuimos nosotros los que recibimos auxilio de otras personas del barrio, gente que no conocíamos. Ellos nos ayudaron a retirar todas nuestras pertenencias, todo lo que poseíamos: muebles, aparatos electrodomésticos grandes y pequeños, loza, ropa, en fin, todo.

Heloísa Rivas: Nos podrías contar cómo conseguiste orar en medio de una situación tan difícil.

Rita: En primer lugar, recordamos que Dios es Amor y nos dimos cuenta de que nuestra casa estaba bien equipada. Nuestras pertenencias eran tantas que no cupieron todas en un mismo lugar, tuvieron que ser acomodadas en cinco casas. Dentro de la aparente tragedia, vi qué afortunados éramos y me sentí muy agradecida por la abundancia que había en nuestro hogar. Fue mi estudio de la Ciencia Cristiana lo que me ayudó a orar de esa forma.

Heloísa: La gratitud es una manifestación del reconocimiento del infinito amor de Dios. ¿No sientes que ese sentimiento fue el punto de partida que te dio comprensión y confianza?

Rita: Sin duda. A medida que buscaba inspiración y oraba, percibía que el mayor enemigo no era la inundación propiamente dicha, sino el temor, el desaliento, el cansancio. Muchas veces, pensé en estas palabras angustiantes de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Mateo 27:46. Pero después pensaba que Jesús había superado ese momento, él sabía que el Padre jamás lo abandonaría.

También recordé las palabras del salmista, diciendo que Dios es un alto refugio, un alto abrigo. Comencé a pensar que no bastaba con salvar objetos, llevándolos cada vez más arriba, sino que debíamos elevar nuestro pensamiento a un nivel más alto. "Has puesto al... Altísimo por tu habitación", Véase Salmo 91:9. dice el Salmo. Lo que hicimos fue literalmente eso, pusimos "al Altísimo" como nuestra habitación. Fue así que pudimos vencer el desaliento y el cansancio, y ver que Dios no nos había abandonado. Esa convicción nos elevó por encima del nivel de la catástrofe, y allí encontramos esperanza y reposo.

Heloísa: ¿Y consiguieron alojamiento?

Rita: Nos quedamos temporariamente en la casa de otras personas. Tuvimos que alcanzar un concepto mejor de hogar y reconocer que la razón por la cual estábamos a salvo no era meramente porque habíamos sido acogidos en casas situadas en terrenos más altos, sino porque nunca habíamos salido de la presencia de Dios. Como sabíamos que Dios es Todo-en-todo, continuábamos en esa presencia, bajo la protección de Dios. Es allí donde se encuentra verdaderamente el hogar.

Heloísa: ¿Cómo es que se dieron cuenta de que el verdadero hogar es mucho más que las paredes de piedra? ¿Que el hogar verdadero está compuesto por ideas espirituales, protegidas y mantenidas por el amor de Dios? ¿Hubo alguna manifestación tangible de que ustedes continuaban "en casa"?

Rita: Cuando estábamos en casas ajenas, tuvimos la certeza de que era el amor infinito de Dios que nos amparaba y nos extendía la mano. Ése era el hogar que el Amor divino nos ofrecía, donde había compasión, consuelo, solidaridad. Esos gestos reconfortantes de generosidad eran manifestaciones evidentes de las cualidades espirituales.

Heloísa: Eso es una prueba de que todos somos receptivos y estamos dispuestos a permitir que se manifieste el bien que viene de Dios, aún en los momentos más difíciles, ¿no es así?

Rita: Realmente, el apoyo general fue notable. Cuando las aguas comenzaron a bajar, fuimos una de las primeras familias en regresar a casa. De nuevo recibimos la colaboración de mucha gente que no conocíamos. Nos ayudaron a limpiar la casa y a colocar las cosas de vuelta en su lugar. La casa no sufrió daños, sólo fue preciso limpiar la alfombra y lavar las paredes con agua. Recuperamos todo lo que era nuestro, en perfecto estado. Aquel cuadro de desesperación de unos días antes, de ver todas nuestras pertenencias esparcidas por varios lugares, se había transformado en expresiones de bondad y generosidad.

Aprendí una lección muy importante; comprendí que hacer "al Altísimo" nuestra habitación no sólo nos protegió de peores situaciones, sino que facilitó y aceleró el proceso de restaurar la armonía en nuestra vida e hizo desaparecer por completo la sensación de pérdida o de susto. Y no sólo nosotros fuimos bendecidos y protegidos, sino todos.

Heloísa: ¿Les llevó mucho tiempo instalarse nuevamente en la casa?

Rita: Pocos días. Una semana más tarde, recibimos visitas que pensaron, con sorpresa, que nuestra casa había escapado de la inundación. Ellos no notaron nada, no había ninguna señal de que el agua había llegado a 90 centímetros de altura.

Heloísa: Una bellísima prueba de que la oración basada en la comprensión espiritual restaura el orden y la normalidad en las situaciones humanas.

Rita: Y también nos sentimos muy agradecidos porque no se cumplió ninguno de los pronósticos de que iba a haber epidemias en la ciudad. No hubo enfermedades ni epidemias.

Heloísa: Tu experiencia se resume en un párrafo de Ciencia y Salud, de la Sra. Eddy, que dice: "La comprensión, aun en cierto grado, del Todopoder divino destruye el temor y planta nuestros pies en la senda verdadera — la senda que conduce hacia la casa no hecha de manos, 'eterna en los cielos".Ciencia y Salud, pág. 454. Ese concepto de hogar está de acuerdo con el bien verdadero, que procede de Dios y por Él es mantenido y cuidado.

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